De vientos y motores: el escenario económico de Uruguay y sus vecinos para lo que falta de 2024 y el 2025

Si a Milei le va bien y Argentina vuelve a los niveles de precios de los ´90, enfrentaremos, como entonces, una suerte de “enfermedad holandesa” que nos mantendrá inevitablemente muy caros en dólares.

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Fondo Monetario Internacional
Fondo Monetario Internacional. Perspectivas Económicoas
AFP

Veamos cuáles son las expectativas económicas para lo que resta de 2024 y para 2025, cuando ya ha transcurrido algo más de la mitad del año en curso.

El contexto global acaba de ser actualizado por el FMI en su WEO de julio. Allí se espera que el PIB mundial crezca 3,2% en este año y 3,3% en el próximo y que la inflación en las economías avanzadas baje del 4,6% del año pasado a 2,7% en este y a 2,1% en el próximo, en ambos casos algo más que en la proyección anterior, de abril. Según el Fondo, la inflación de los precios de los servicios complica la normalización de la política monetaria, por lo que aumenta el riesgo de tener tasas más altas por más tiempo.

Además, es claro que persisten riesgos geopolíticos y que el posible retorno de Trump a la Casa Blanca augura la profundización de la impronta proteccionista global.

En ese contexto, Uruguay y sus vecinos son receptores de lo que pasa afuera pero también gestores de su propio destino. Es decir, una combinación de vientos exógenos y motores propios.

En el caso de Brasil, la moneda se ha depreciado en un contexto de deterioro fiscal (el resultado primario empeoró en casi cuatro puntos del PIB desde 2022) y de dudas sobre la continuidad de la independencia del BCB tras los próximos relevos en su conducción.

De acuerdo con la última encuesta Focus del BCB disponible al escribir esta columna (del lunes 22), se espera que el PIB siga creciendo muy poco (2,2% en 2024 y 1,9% en 2025) y que la inflación se mantenga dentro del rango meta (4,1% y 3,9% respectivamente) con un tipo de cambio esperado para fin de 2024 en BR$ 5,30 y para 2025 en BR$ 5,23. O sea, Brasil seguirá creciendo poco y barato en dólares.

Mientras tanto en Argentina, si bien hay avances notorios (en materia fiscal y de inflación), persisten dudas genuinas sobre el devenir por el mantenimiento indefinido del control de cambios y por medidas recientes en contra de la filosofía de la política económica. La brecha cambiaria y el riesgo país son buenos termómetros de la situación y no se deben a la política sino a la economía.

Un tema central en la discusión entre colegas argentinos radica en el tipo de cambio real. Creo que hay un dato muy relevante del que se habla poco: el nivel del tipo de cambio de la Convertibilidad llevado a pesos de hoy día. Según mis cálculos, considerando el IPC de EE.UU., en julio el tipo de cambio del promedio de 1993 a 1998 fue de AR$ 655. O sea que Argentina puede encarecerse (en dólares) todavía mucho más de lo que lo hizo hasta abril (después saltó la brecha cambiaria y se volvió a abaratar). Para que eso tenga sustento real, Milei y Caputo deberán avanzar con sus políticas como lo hicieron entonces Menem y Cavallo. Si lo hacen, preparémonos en Uruguay para volver a tener un vecino carísimo que nos exporte inflación en dólares, al cual ya no iremos con frecuencia y desde donde vendrán crecientemente, en la medida en que la clase media recupere ingresos.

La última encuesta REM del BCRA(publicada el viernes 5), apunta a una caída del PIB de 3,7% en 2024 y a una recuperación en el año próximo (+3,2%). Para la inflación se espera 138% en este año y 48% en 2025 y para el tipo de cambio AR$ 1.173 al cierre de 2024 y AR$ XX 1.755 al final de 2025. El mantenimiento del crawling al 2% mensual lo pondría en AR$ 1.016 a fin del año en curso.

Economía en la región
Economía en la región
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Hablemos ahora de nuestro país. La última encuesta de expectativas del BCU, publicada el día 17, apunta a un crecimiento del PIB de 3,3% en este año y a uno de 2,5% en el próximo. Para la inflación se espera 5,5% en 2024 y 5,9% en 2025. Y para el tipo de cambio, $ 40,8 al final del año en curso y $ 42,6 al cierre del próximo.

Las proyecciones oficiales y privadas estiman el crecimiento de la economía para los próximos años en torno a la tasa de tendencia, de largo plazo (2,5%). Parece razonable tomarla como referencia en un “escenario básico”, pero los vientos y los motores dirán luego por dónde transcurrirá.

En el caso de las proyecciones de inflación y tipo de cambio, que creo que se deben tomar conjuntamente, lo que se proyecta es que nuestro país seguirá muy caro en términos de dólares. Y es lógico asumirlo (en ausencia de shocks externos que lo abaraten) mientras no se sepa de cambios en la combinación de las políticas económicas por parte del próximo gobierno. La duda que me queda es si con este tipo de cambio real, de los más bajos de nuestra historia, da para crecer al 2,5% anual. Claro está que, si a Milei le va bien y Argentina vuelve a los niveles de precios de los ´90, enfrentaremos, como entonces, una suerte de “enfermedad holandesa” que nos mantendrá inevitablemente muy caros en dólares.

En cuanto a la inflación, a esta altura da la impresión que el actual gobierno habrá logrado bajarla en dos puntos, desde la media del 8% de la “zona de confort” anterior, hasta el 6% en el cual están “clavadas” las expectativas. Un 6% que estará en riesgo de mantenerse si se va a un escenario de inflación importada, si se vuelven a dar aumentos salariales por encima de la lógica del mercado (como en 2015 a 2019, lo que provocó un desplome del empleo) o si se pretende mejorar el tipo de cambio real sin el respaldo de una combinación de políticas razonable, con contracción fiscal y afloje monetario, al revés de lo que pasa ahora.

Para ello contribuiría que el BCU juegue en equipo y que no pretenda una independencia que la ley no le ha dado. Y que, en todo caso, ha ejercido hemipléjicamente, procurando bajar la inflación sin medir consecuencias. Además, sin reclamarle al Gobierno Central por una política fiscal que ha sido inconsistentemente expansiva y por una política salarial (al menos en el sector público) incompatible con la desinflación que se ha dado, contrariamente a lo que hacen los bancos centrales independientes.

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