Déjà-vu proteccionista: malas perspectivas en el horizonte

En poco tiempo, la economía de Estados Unidos se estancará; la falta de competencia termina dañando el dinamismo que la creatividad e innovación traen consigo.

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El presidente de Estados Unidos, Donald Trump, firma una orden ejecutiva en la Oficina Oval de la Casa Blanca en Washington.
El presidente Donald Trump firma una orden ejecutiva en la Oficina Oval de la Casa Blanca en Washington.
Foto: AFP

Bien dicen que nadie aprende en error ajeno, pero la política que comienza a aplicar la administración Trump tienelos peores antecedentes en materia de resultados. Por más grande que sea su mercado doméstico, el proteccionismo a la corta o a la larga trae, primero ralentización del crecimiento y luego estancamiento, usualmente acompañado de inflación[1]. Esto último se produce porque los gobiernos comienzan a aplicar políticas de “estímulo a la demanda”, que conllevan aumentos de precios, los que terminan siendo ratificados por expansión monetaria. Sin creación de dinero por encima de aumento de la demanda del mismo no hay inflación, pero la causalidad puede ir de precios a dinero como en el ejemplo planteado, y no de dinero a precios como cuando el origen de la emisión es la financiación del desequilibrio fiscal.

El mundo moderno ha pasado algunas varias veces por estos episodios. Ahora bien, previo a la época de “impresión de billetes sin respaldo”, la historia nos enseña sobre las consecuencias de la libertad de comercio y el proteccionismo. De hecho, desde el fondo de la historia algunos pueblos fueron más abiertos y otros más cerrados y, quienes mayores libertades otorgaron siempre fueron los más avanzados. Con la revolución inglesa, luego la americana y francesa, el mundo da saltos de libertad. Los ingleses, dominando los mares impusieron la libertad comercial que Artigas, como buen representante de su época, defendía. Esta región fue particularmente afecta a ella. La primera guerra mundial comienza a cambiar todo, el advenimiento de regímenes totalitarios y criminales, fascismo, nacional-socialismo, comunismo, tienen necesidades políticas que exaltan “la patria” y “lo local”. Terminada la WWI, además del error (horror) del Tratado de Versalles, el mundo se encierra y, pasado un período de reconstrucción posguerra, las economías se estancan, comienzan las “devaluaciones competitivas” y viene la segunda guerra. Luego de la segunda posguerra las cosas tampoco cambiaron mucho, salvo en el sudeste asiático, ya sobre fines de la década del ´50 y principios de los 60 del siglo pasado.

Los problemas se acumulan durante la década del ´60 y, en los ´70 se hacen insostenibles con un largo período de estanflación. Sobre fines de dicha década, el mundo comienza a cambiar con la asunción de Margaret Thatcher primero en Inglaterra y Ronald Reagan en EUA, al mismo tiempo que Den Xiao Ping deja atrás la “revolución cultural” y comienza el resurgir económico de China. Las reformas liberalizadoras, no solo del comercio, cambian el paradigma y el mundo comienza a crecer a tasas aceleradas, por supuesto que no exentos de episodios de crisis que, en general, rápidamente se diluían.

Por esos años, Europa continuaba con su proceso de integración iniciado a fines de los ´50, a mediados de los 90 ´Estados Unidos, Canadá y México firman el Nafta, un impactante acuerdo de libre comercio. Otros países también firman acuerdos de libre comercio con EUA. A partir de allí, pero especialmente con Bush como presidente de los EUA sobreviene la idea del ALCA, un solo mercado desde Alaska a Tierra del Fuego. Tuve el desagradable privilegio de participar y ver como Brasil y Argentina dinamitaban esa posibilidad, al tiempo que Chaves decía “al carajo”. Fue a partir del convencimiento que nada iba a pasar que Uruguay, sobre fines de 2003 y ante los tiempos de negociación que insume un TLC, materialmente imposibles para la Administración Batlle, le plantea a EUA un tratado de promoción y protección de inversiones, quizás el capítulo más complejo de los TLC, el que se firma sobre mediados de 2004.

Fracaso repetido

El proteccionismo que asoma en el mundo y, en especial en Estados Unidos, puede que a dicho país le implique cierto nivel de crecimiento de corto plazo, pero en poco tiempo su economía se estancará. La falta de competencia termina dañando el dinamismo que la creatividad e innovación traen consigo. El hecho diferencial de lo que se observa, radica en un factor que puede traer como consecuencia que ni siquiera dicho país tenga internamente la “bonanza del proteccionismo inicial” y éste deriva de las erráticas, contradictorias y desconcertantes medidas que adopta la Administración Trump, generadoras de incertidumbre y, por ende, volatilidad. Esta política, en términos del resto de los países, implica perjuicios en la actividad económica ya desde el comienzo, y la reacción “espejo” que se anuncia tener, sólo trae más problemas a las economías locales, encaminando al mundo hacia una recesión.

De todos modos, lo que está claro es que, en la medida que los anuncios se concreten, todo el mundo volverá a vivir lo ya sabido. El fracaso está asegurado.

Riesgo adicional

Dentro de los anuncios que la nueva administración de EUA ha realizado, queda claro que la promesa de energía barata e “inviertan en Estados Unidos que tendrán la menor carga tributaria del mundo”, constituye un atractivo para derivar inversiones que, por un tiempo, “seca” de ellas a gran parte del resto del planeta.

¿Cómo reaccionar?

Una configuración internacional como la descrita nos pone ante un gran desafío en varios frentes, en especial en materia de inversiones e impuestos. Si efectivamente EUA termina reduciendo los impuestos, o hacemos lo mismo o nuestra perspectiva de crecimiento se deteriora y, con ella, las esperanzas de mejoras efectivas en el poder de compra de los ingresos de la población. Es más, querer forzarlas sólo trae más estancamiento e inflación, además de la entendible desilusión.

Por su parte, desde el punto de vista del comercio, tanto sea de bienes como de servicios, cualquier reacción “espejo” solo empeorará las cosas y, en nuestro caso, en plazos muy cortos.

[1] El estancamiento implica años de recesión y años de bajo crecimiento.

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