ENTREVISTA
En procura de defender el sistema comercial global, más desarrollo científico y aplicación de nuevas tecnologías, así como una producción más intensiva pero con menos recursos naturales afectados, el Grupo de Productores del Sur (GPS) se moviliza en los cuatro países del Mercosur.
Se trata de una red de instituciones del sector —en Uruguay la integran la Asociación rural, la Cámara Mercantil de Productos del País y la Asociación de Cultivadores de Arroz, entre otros— que busca convertirse en articulador del diálogo con todas las cadenas productivas, productores, industriales, la academia y los gobiernos. El argentino Horacio Sánchez Caballero, coordinador de esta red, señaló que entre los principales objetivos está elaborar “nuestra propia certificación de la huella de carbono y nuestras emisiones”. No hay razón para que se nos impongan protocolos generados para otras condiciones de producción en otras zonas del mundo, subrayó. A continuación, un resumen de la entrevista.
—¿Cómo hacer para que los cuatro países del Mercosur tengan una voz que pueda abrirse camino en donde se toman las decisiones?
—Es cierto que las actuales condiciones del comercio mundial nos alertan sobre menos respeto a los acuerdos y más incidencia de los grandes players globales.
En esta coyuntura, lo que nos mueve es la realidad. La incidencia que nuestros cuatro países podemos tener cada uno por su lado sobre asuntos de gran interés para países productores de alimentos, es muy baja. Pero cambia radicalmente si nos proponemos trabajar juntos de verdad. Tenemos un papel muy importante que jugar a nivel global en los temas de seguridad alimentaria. Podemos pararnos frente a un mundo que tiene tantas dificultades diciendo: “somos parte de la solución”.
—¿Solución sobre qué?
—Que haya suficiente cantidad, calidad y accesibilidad a alimentos para la población mundial es un objetivo indispensable que a nivel global no se puede soslayar. Y en ese contexto, nosotros respondemos —los cuatro países del Mercosur— como una de las mayores fuentes de provisión de alimentos en el globo y en la actualidad, además, con sistemas de producción desarrollados, con eficiencia y productividad. Es cierto que Estados Unidos y Europa producen alimentos y los exportan, pero también son importadores. Por tanto, en términos netos de comercio internacional de alimentos, somo los primeros del mundo. Representamos el 30% de las exportaciones mundiales de alimentos. Y esa es una oportunidad que tenemos para proponer nuestro criterio y hacernos oír a nivel mundial. Motivados por esa oportunidad de que se escuche nuestra voz, en 2013 comenzamos a armar esta red de instituciones de la vida agropecuaria de los cuatro países que es el GPS.
—¿Se puede pensar en que cuatro países que integran un acuerdo regional desde hace más de veinte años y las rencillas derivadas de la competencia no se terminan de superar, puede hablar con una voz única?
—La mayor superficie cultivable del mundo está en nuestra región, con reservas de agua que pocos países o regiones tienen a su disposición. Somos grandes productores globales y hay que hacerlo valer. Pero solos valemos poco, sobre todo en un mundo donde las reglas de comercio cada vez cuentan menos y el poder, puro y duro, parece ser el que cuenta más. Más que nunca, debemos estar juntos. No puede haber comercio sin normas multilaterales, ese es el terreno donde hay que batallar y defenderlas juntos.
—Se estima que en el 2050 seremos 9.500 millones de pobladores en el planeta, con todo lo que ello implica en materia de alimentación…
—Exacto, un 30% más de bocas para alimentar y hay que estar preparados para los desafíos que se vienen. Para ello, hay que buscar la forma, en medio de una creciente geopolítica que nos divide y con el calentamiento global que nos amenaza de forma incuestionable. Y la agropecuaria también va a sufrir en esas condiciones. La producción intensiva, pero con mayor conciencia sobre medio ambiente es un imperativo y hay que avanzar sobre ello. No podemos considerar que estamos ajenos a cómo se reorganiza el mundo y ser solamente tomadores de estrategias y definiciones de otros.
—Esos “otros” que establecen reglas son las principales potencias y parecen tener el control necesario como para seguir haciéndolo…
—Nos preguntamos, ¿cuáles son los principales jugadores en este terreno?, ¿cuál es el papel de nuestros cuatro países en ese universo?, ¿cuáles son las reglas, su vigencia y cuánto se respetan en el comercio mundial? Trabajamos sobre esas respuestas y en base a ello es que proponemos proyectarnos de un modo diferente en el futuro.
Debemos pararnos en la posición de quienes producen en cantidad y calidad, responsables socialmente y desde el punto de vista medioambiental y económico. Si eso es así, ¿por qué no tenemos nuestros propios estándares y sistemas de certificación, en lugar de depender de lo que nos dictan desde otros centros de poder? Muchas de esas normas vigentes en el mundo están basadas en condiciones de producción diferentes a las nuestras, y se nos aplican a rajatabla. ¿No será momento de hacernos escuchar más en estos temas?
Producir más y con menos recursos. Intensificar la producción con menor uso de recursos naturales. Cumplimos con las condiciones necesarias en la región, para seguir siendo intensivos a la hora de producir y hacerlo en forma sostenible. Tenemos que hacerlo.
—Acceso a mercados siempre fue el objetivo central de Estado y privados. ¿Hoy ya no alcanza con eso?
—Es verdad que siempre se pensó en ese aspecto como prioridad., pero hay que tener en cuenta también el acceso libre a los suministros, las buenas condiciones ambientales, dar cobertura alimenticia para tantos que no acceden y evitar distorsiones en materia de subsidios y trabas. Esos temas tienen que estar incluidos en nuestras agendas como desafíos a cumplir.
Cuando se inició el trabajo en GPS considerábamos necesario trabajar sobre la base de un trípode. Por un lado, las prácticas agrícolas eficientes, pero también amigables con el medio ambiente, por otro las modificaciones de la realidad en cuanto al medioambiente como centro y la tercera pata es el comercio. Podemos incrementar enormemente la producción, pero destruyendo la tierra y afectando seriamente los cursos de agua. También puede producir y vender al mundo más alimentos, en base a prácticas distorsivas, con trabas paraarancelarias y subsidios. Y acá viene la cuarta pata que añadimos en nuestras propuestas: la geopolítica de los alimentos.
—¿En qué líneas de acción concretas están trabajando?
—¿No deberíamos ser capaces de medir la huella de carbono de nuestra producción sin depender de lo que nos digan desde fuera? Europa se plantea como uno de sus principales objetivos convertir a Europa en carbono neutro a mediano plazo. Nosotros también deberíamos certificarlo en nuestra producción y de esa forma, además, echar por tierra todo lo que se nos endilga desde el punto de vista medioambiental. Representamos solamente el 3% de las emisiones mundiales, pero no lo defendemos ni comunicamos bien y somos los malos de la política. Nos atribuyen características que no nos corresponden. Hay que trabajar juntos, los gobiernos, los productores y sus instituciones, los institutos de investigación. Precisamente, en Paraguay comenzamos a trabajar no solo en cuanto a la emisión de gases, sino de la captura de gases de efecto invernadero que se produce en base a nuestras pasturas.
Otro ejemplo de cosas que estamos haciendo en ese sentido: Brasil nos planteó los problemas que tienen con la roya de la soja en algunos cultivos, con graves pérdidas económicas. El tema lo estamos estudiando, bajo el impulso de GPS, con actores públicos y privados de los cuatro países, para establecer un programa de homogeneización de los programas de salud, en principio vegetal, para luego seguir también con la salud animal. No podemos seguir teniendo protocolos diferentes en todos los países.
—Para eso necesitan ser escuchados…
—Lo nuestro es generar conocimiento, información, propuestas. Nos iniciamos como un think tank, donde se busca producir contenidos que no tienen por destino la biblioteca, sino ser la base de la discusión con las instituciones privadas de los cuatro países y la interacción con los gobiernos. Conseguir estándares propios respecto a la calidad de la producción. Ya empezamos en Argentina en esta temática, junto con el Consejo de Sanidad Vegetal. Eso lo vamos a llevar a los cuatro países buscando desarrollar protocolos en base a nuestras características y no “importados” desde el Norte.
La marca región debe ser nuestra potencia, como ya lo hizo Europa. Más allá de tamaños relativos que generan diferencias internas, hay nichos en los que los cuatro países se pueden destacar. Competimos entre nosotros, pero con reglas claras y mirando estratégicamente el futuro. Queremos llegar a ello. El acuerdo con Unión Europea nos debe dar el impulso. ¿Nos exigen certificaciones que no tenemos? Cierto, pero en lugar de quejarnos debemos elaborarlas.
—¿El GPS es interlocutor válido hoy, se les atiende desde los gobiernos?
—Queda mucho por avanzar. Pero el ejemplo de lo que hacemos en salud vegetal es el camino. Si el consejo Regional de Sanidad Vegetal (Cosave) aprueba nuestra propuesta, luego la eleva al Consejo Agropecuario del Sur; al momento que los ministros de agricultura de los cuatro países lo aprueben en el ámbito del consejo, pasa a ser una definición oficial de cómo nos debemos manejar en este rubro. Ese es el camino.