Tras 25 años de negociaciones, el acuerdo de libre comercio entre la Unión Europea (UE) y el Mercosur promete ser un catalizador significativo para la economía uruguaya. Este tratado, que abarca un mercado de más de 800 millones de personas, es el más ambicioso firmado por el Mercosur y uno de los mayores acuerdos comerciales globales.
Según datos del servicio de estudios estadísticos de la Comisión Europea (Eurostat), el intercambio comercial entre ambas regiones supera los US$ 116 mil millones anuales. En 2023, las exportaciones de Europa hacia el Mercosur alcanzaron un valor de US$ 59 mil millones, mientras que las importaciones provenientes del bloque sudamericano sumaron US$ 57 mil millones. Entre los principales productos exportados por la UE al Mercosur se destacan materiales de transporte, productos farmacéuticos y piezas de automóviles, que en conjunto representan el 35% del valor total exportado. Por otro lado, el Mercosur exporta principalmente ganado, alimentos para ganado, productos petrolíferos y minerales, que en conjunto representan el 70% del valor total de las importaciones europeas.
El acuerdo, de diseño moderno que excede lo meramente comercial, emerge en un momento de fragmentación comercial y competencia geopolítica intensa. Por un lado, la presidencia de Donald Trump elevaría el proteccionismo en Estados Unidos a través de mayores aranceles, lo que podría generar una escalada de represalia de los países afectados perjudicando el comercio global, mientras que China ha intensificado su influencia en América Latina mediante inversiones estratégicas en infraestructura y materias primas.
En líneas generales, el tratado UE-Mercosur elimina o reduce aranceles en bienes y servicios, fomenta la inversión extranjera y establece cláusulas modernas en áreas como sostenibilidad, comercio digital y derechos laborales. Además incorpora un mecanismo de rebalanceo de concesiones comerciales y una cláusula de revisión del acuerdo.
Para la UE, representa un paso estratégico en la diversificación de proveedores y el acceso a recursos valiosos como alimentos, energía y minerales críticos. Para el Mercosur, abre la puerta a una mejora en la competitividad internacional, aunque no sin tensiones en ciertos sectores, como por ejemplo la industria manufacturera. Para compensar estas particularidades estructurales de las partes el acuerdo contempla las asimetrías económicas y comerciales entre los bloques, con la UE otorgando mayores facilidades iniciales.
En general, la UE aplicará sus compromisos en plazos más cortos y con una cobertura comercial más amplia en comparación con Mercosur, siendo lo más relevante:
● Cobertura de Comercio: la oferta del Mercosur cubre 91% del comercio birregional, mientras que en el caso de la UE incluye 99% del comercio birregional.
● Desgravación Arancelaria: Mercosur eliminará aranceles en el 72% del comercio en un plazo de 10 años o menos, mientras que la UE lo hará en el 92% del comercio en el mismo periodo.
● Cuotas Sensibles: ambos bloques introducirán cuotas para productos sensibles como carnes, arroz, azúcar, etanol, miel y lácteos.
Impactos en la economía uruguaya
A primera vista los efectos son positivos por doble vía. Primero, la escala reducida del mercado local hace que Uruguay necesite ampliar su sector externo para seguir creciendo. Segundo, el país se encuentra particularmente bien posicionado para implementar el acuerdo. A la alta calidad institucional y la estabilidad económica, se le suma la sustentabilidad alcanzada por su matriz energética basada en fuentes renovables, factor de suma importancia al momento de evaluar los procesos industriales y logísticos que originan la oferta exportable de Uruguay. Vale destacar que todo el universo de bienes exportables uruguayos recibirá algún tipo de preferencia para acceder al mercado europeo.
Los sectores agropecuario y agroindustrial uruguayo serán grandes beneficiarios. Productos como la carne bovina, la lana, los cítricos y el arroz, actualmente gravados con aranceles elevados, tendrán acceso preferencial al mercado europeo. Por ejemplo, las exportaciones de carne vacuna, que en 2022 representaron 60% de los aranceles abonados por Uruguay a la UE, ingresarán bajo una cuota de 99.000 toneladas con un arancel reducido de 7,5% que permitirá aumentar significativamente la competitividad frente a otros proveedores globales. El desafío reside en garantizar que estos productos cumplan con los estándares ambientales y de sostenibilidad exigidos por la UE, como el nuevo Reglamento de Deforestación (EUDR)[1], para lo cual se debe adaptar la industria agropecuaria local con el propósito de responder a los crecientes requerimientos de trazabilidad y certificación.
La reducción progresiva de los aranceles también alcanzará a los bienes industriales. Aquí la UE se compromete a eliminar las cargas arancelarias sobre todo los bienes industriales en un máximo de 10 años, mientras que Mercosur eliminará dichas cargas para más del 90% de las importaciones desde de la UE que beneficiará a sectores como automóviles[2], ropa, calzado, autopartes, maquinaria y productos químicos. Por lo que las industrias manufactureras locales podrían enfrentar una mayor competencia de productos europeos más competitivos. Para evitar la erosión de sectores sensibles, Uruguay debe aprovechar los largos períodos de desgravación arancelaria previstos en el acuerdo (por ejemplo vehículos eléctricos e híbridos), para modernizar procesos productivos y mejorar la competitividad interna.
Además del capítulo comercial, el tratado incluye también compromisos de cooperación para el desarrollo sostenible y la transición energética, que son particularmente relevantes para Uruguay en su agenda de hidrógeno verde y energías renovables. La UE ve al Mercosur como un socio confiable para diversificar el suministro de minerales críticos y fomentar energías limpias. Aquí Uruguay puede posicionarse como un líder regional en sostenibilidad por su experiencia y reputación institucional, atrayendo “inversiones verdes” que fortalezcan su infraestructura y multipliquen la capacidad exportadora.
Es evidente que el potencial del acuerdo es inmenso pero para materializar y maximizar estos beneficios Uruguay puede implementar varias estrategias. Primero, acelerar la modernización industrial y tecnológica durante el tiempo de transición arancelaria para actualizar la infraestructura productiva y diversificar las exportaciones con mayor valor agregado, dejando de lado la probada, y nunca exitosa, receta de la devaluación del tipo de cambio para mejorar la competitividad. Segundo, fomentar la sostenibilidad alentando inversiones en tecnologías limpias, y fortalecer su liderazgo en producción sostenible, aprovechando la ventaja de Uruguay que ya ha avanzado en este camino, lo que puede abrir grandes oportunidades en el mercado europeo. Tercero, ampliar mercados internacionales aprovechando el acceso preferencial a la UE como sello de calidad y plataforma para diversificar los destinos de exportación, reduciendo la dependencia de mercados como el chino.
Por último, pero no menos importante, es la protección a sectores vulnerables por el impacto en el mercado laboral y el consiguiente daño en el tejido social. Esto implica el diseño de políticas públicas que apoyen a industrias locales potencialmente afectadas, como el calzado y textiles, mediante incentivos fiscales o apoyo de programas de reconversión que deben incluir objetivos de cumplimiento que sean de fácil y transparente medida.
Este acuerdo que puede beneficiar ampliamente a Uruguay, no está libre de barreras que podrían retrasar su implementación o recortar su alcance. Por un lado, la resistencia dentro de la misma UE donde países como Francia y Polonia han mostrado reservas debido al impacto que el tratado tendría en sus sectores agrícolas generando tensiones que podrían demorar la ratificación final del acuerdo. Por otro lado, la UE busca con este acuerdo contrarrestar la creciente influencia de China en América Latina. Esto deja a Uruguay, que depende significativamente de China como socio comercial, en la necesidad de gestionar cuidadosamente esta dualidad de intereses para no comprometer sus relaciones con ninguno de los bloques.
En síntesis, el acuerdo UE-Mercosur ofrece a Uruguay una oportunidad histórica para fortalecer su posición en el comercio internacional y atraer inversiones estratégicas que aumentarían la cantidad y calidad de empleo y sus remuneraciones. Sin embargo, capitalizar plenamente este tratado requerirá planificación, inversión en modernización y un enfoque estratégico en sostenibilidad. Con las políticas adecuadas, Uruguay no solo puede consolidarse como un exportador clave hacia Europa, sino también como un modelo de desarrollo equilibrado y sostenible en la región. La historia reciente da sustento para ser optimistas sobre los desafíos que presenta esta nueva etapa superadora para la economía y toda la sociedad uruguaya.
[1] El Reglamento europeo contra la deforestación (EUDR), exige que los productos comercializados en la UE sean libres de deforestación y cumplan con las leyes de sus países de origen. Incluye productos clave como carne de vacuno, soja, aceite de palma y derivados. Entrará en vigor el 30 de diciembre de 2024
[2] Para los vehículos eléctricos e híbridos, la introducción gradual será de 18 años, aunque con una reducción del 35% al 25% en el primer año