El costo de tener malas cárceles

La economía del delito sugiere que las características de las prisiones están asociadas con cambios significativos en el comportamiento de los reclusos durante su encarcelamiento.

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SISTEMA PENITENCIARIO
Recursos: el sistema carcelario se financia con fondos de Ministerio del Interior
Foto: Darwin Borrelli

El hacinamiento y la criminalidad de los compañeros de prisión son factores predictivos de mala conducta. Una política que asigne a los nuevos reclusos a prisiones con mejores compañeros ayuda a disminuir la mala conducta de los nuevos reclusos, reduce el tiempo en prisión y baja la reincidencia.

En los Estados Unidos, los reclusos son asignados a diferentes prisiones administradas por el gobierno para cumplir sus sentencias. Cada persona privada de libertad puede enfrentarse a entornos carcelarios muy distintos. Mauricio Cáceres (Brown University) estudia cómo la asignación a prisiones, que ya tienen diferentes niveles de mala conducta, afecta los comportamientos de los que acaban de entrar al centro penitenciario. Cáceres encuentra que ser asignado a una prisión con alta prevalencia de mala conducta —en comparación con las prisiones de mejor comportamiento—, duplica la mala conducta del recluso, aumenta los meses adicionales en prisión, y eleva la reincidencia en delitos graves.

El contexto

Señala el citado investigador que Estados Unidos es el país que encarcela a más personas (casi 2 millones de personas privadas de libertad) en comparación con cualquier otro país del mundo. Los reclusos cumplen su sentencia en una de las 1.600 cárceles distribuidas por todo el país. Estas instalaciones tienen características muy distintas, y, hasta el estudio de Cáceres, se sabía poco sobre cómo cada tipo de prisión (algunas con reclusos de muy mala conducta, y otras con individuos de relativa buena conducta) afecta a los diferentes reclusos.

La economía del delito sugiere que las características de las prisiones (como la seguridad, el hacinamiento, la peligrosidad de los reclusos, las prácticas de gestión y los programas de rehabilitación disponibles) están asociadas con cambios significativos en el comportamiento de los reclusos durante su encarcelamiento, medidos por las tasas de mala conducta.

Para ver el efecto del tipo de prisión que le tocó al recluso, el investigador de Brown estima los efectos de las prisiones sobre la mala conducta comparando a reclusos que son similares en términos de edad, peligrosidad, antecedentes, etc., que ingresan aproximadamente al mismo tiempo en su respectiva prisión.

Sugerencias para el diseño de políticas carcelarias

Una forma de aprovechar los resultados de la citada investigación es tener en cuenta los efectos de la mala conducta en las prisiones durante la asignación de reclusos. La composición de tipos de delincuentes (grado de peligrosidad, antecedentes penales, edad, etc.) y el hacinamiento, son predictores significativos de los efectos de la mala conducta en las prisiones, lo que sugiere que los sistemas penitenciarios deberían abordar el tema hacinamiento y el tema de cómo asignar los tipos específicos de delincuentes.

Tratarlos antes de que salgan de la cárcel

Investigadores de University of Notre Dame acaban de publicar la evaluación del programa Step Up. Consiste en la aplicación, dentro del centro de reclusión, de terapias cognitivas conductuales a personas privadas de libertad.

Step Up tiene como objetivo abordar patrones de pensamiento y comportamiento autodestructivos a través de una combinación de clases grupales y asesoramiento individual durante tres meses. En el estudio se comparan, a lo largo del tiempo, reclusos que ingresan al programa Step Up con un grupo de individuos que, a pesar de ser elegibles y estar interesados, no pudieron entrar en el programa. Tanto los que ingresaron al programa como los que no pudieron ingresar tenían, en el momento de partida, las mismas características (edad, antecedentes penales, etc.) y era similares en las métricas iniciales de comportamiento. Es decir, todos parten de la misma base: la única diferencia es que unos reclusos recibieron el programa de terapia cognitiva conductual Step Up y otros reclusos no participaron del programa. Luego de terminado el programa, estos son los resultados: los individuos que ingresan a Step Up presentan una reducción del 49% en las tasas mensuales de incidentes de comportamiento en comparación con el grupo no tratado. El estudio además encuentra que las mejoras en el comportamiento persisten después de completar el programa.

Más sugerencias para el diseño de política carcelaria

La evidencia presentada en el trabajo de los investigadores de Notre Dame muestra que una terapia conocida por reducir el comportamiento violento funciona bien y se puede aplicar en la cárcel. Los citados hallazgos destacan el potencial de utilizar el tiempo de detención (es más fácil que asistan a estas terapias mientras están en la cárcel; cuando salen es difícil captarlos): es una buena oportunidad para este tratamiento cognitivo conductual más consistente e intensivo, que sirve para mejorar el comportamiento a corto plazo, aumentar la seguridad dentro de las instituciones y, potencialmente, beneficiar también la seguridad pública.

Sinergias con PIA

Desde la Universidad de Montevideo armamos un equipo (con José María Cabrera, de la UM; Federico Veneri, de Iowa State University; y Edgardo García, de la División de Estadísticas y Análisis Estratégico del Ministerio del Interior) y estamos evaluando el impacto del Proyecto de Inclusión Asistida (PIA) enfocado en los que acaban de salir de la prisión. Hace unos días tuvimos una reunión con los técnicos de la Dirección Nacional de Apoyo al Liberado (DINALI) para contarle los resultados preliminares y escuchar sus ideas y sugerencias (ellos son los que trabajan dentro y fuera de la cárcel con cada persona). Hay ganas y capital humano para mejorar la rehabilitación: es clave seguir en la línea de escucharnos, armar intervenciones piloto, evaluar científicamente y avanzar.

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