El dilema de la vieja Europa: una brecha productiva con Estados Unidos y China que cada vez se agranda más

“Hay que salir de la esclerosis en que vive la Unión Europea y volver a competir”, advierte el economista español José Carlos Diez

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José Carlos Diez – Profesor de Macroneocnomía y Finanzas Internacionales en la Universidad Alcalá de Henares; CEO de Global Economic Analysis
José Carlos Diez, Profesor de Macroneocnomía y Finanzas Internacionales en la Universidad Alcalá de Henares; CEO de Global Economic Analysis

El ex primer ministro de Italia y ex presidente del Banco Central Europeo, Mario Draghi, sacudió a Europa con un lapidario estado de situación acerca de la economía del viejo continente y una mirada preocupante para el futuro. Para Draghi,se corre serios riesgos de perder aún más terreno con Estados Unidos y China si no tiene el coraje de asumir las reformas necesarias. Para el economista español José Carlos Diez, la “esclerosis europea” agranda cada vez más la brecha con las dos potencias. Advierte que es necesario comenzar a revertir la falta de competitividad. Pare eso, hay que mejorar el apoyo al inversor privado, ya que actualmente “los incentivos no están bien diseñados y la cuantía de ayudas es infinitamente menor a la de EE.UU.y China. “En Europa, las startups se mueren por la regulación existente”, advierte. Y si bien la capacidad de ayuda estatal está limitada, Diez sostiene que en estos momentos, es más importante mejorar la regulación que aumentar la inversión pública. Asegura que las reflexiones de Drahgi, “causaron impacto” en las élites, “y nadie ha salido a contrarrestarlo”. Dice que los cambios pueden darse porque en Europa existe “un sentimiento de crisis”. “Nos quedamos atrás”, asumió. “Hay que pasar de los relatos de proteger al ciudadano, la democracia, a proteger el empleo y el salario”, subrayó. A continuación, un resumen de la entrevista.

—El reciente informe de Mario Draghi muestra un futuro preocupante para Europa…

—Es un hecho que Europa se quedó atrás. Que lo reconozca Draghi, de por sí es un mensaje potente y hasta ahora, nadie la llevó a la contraria, en toda la comisión, ni en el consejo, ni en el Parlamento europeo.
Hay un claro reconocimiento de que nos hemos quedado bastante atrás y los datos son contundentes. La productividad no crece en Europa y eso ocurre porque no estamos incorporando todo al cambio tecnológico, el impacto de la digitalización, toda la aceleración de la inteligencia artificial, como el impulso de la movilidad eléctrica. Y ese es un sector donde Europa sufre mucho: la llegada del coche chino, con mejor tecnología y mejores precios. Eso ya ha entrado en Alemania y la industria de ese país está sintiendo muy fuerte el impacto.

—¿Los fondos que se vuelcan para el desarrollo industrial son insuficientes?

—Los incentivos no están bien diseñados y la cuantía de las ayudas no es suficiente. Nosotros llevamos un año trabajando en España con un programa de fondos europeos que son los Perte (proyectos estratégicos para la recuperación y transformación económica), por donde se canalizan prácticamente dos tercios del Programa Next Generation, es un instrumento potente de política industrial, al que comparamos con la Ley de Reducción de la Inflación (IRA) de Estados Unidos y con la política industrial china y es claro que tenemos deficiencias.
Creo que hay que mejorar todo el diseño de estímulo a la innovación, es lo que dice Draghi respecto a la “ambición competitiva”. Y hay ejemplos de ello… 

—¿Cómo cuáles?

—Un caso claro: en inteligencia artificial hemos prohibido el uso de los datos. ¿Cómo vamos a hacer inteligencia artificial si no se tienen datos? Es insólito.
Por otro lado, hay posicionamientos, como el del hidrógeno verde, con enormes dudas sobre su rentabilidad, que son considerados prioritarios y se llevan buena parte de los fondos en desmedro de otros con más probabilidad de creación de empleos y mayores salarios.
En China las ayudas son directas, les ofrecen suelo gratis para instalarse, les construyen la fábrica y no les cobran alquiler hasta que las empresas dan beneficios, tienen exención del impuesto de beneficio y de las cotizaciones a las seguridad social de los trabajadores, capital y financiación a tipos subvencionados, etcétera. En el IRA, la ayuda es una deducción en el impuesto de sociedades y tiene dos ventajas: no hay burocracia y solo reciben ayudas los proyectos que tienen éxito y reportan beneficios a sus empresas. En Europa, para empezar, los proyectos exigen memorias técnicas complejas de elaborar y muy extensa y cuantiosa documentación que supone cientos de horas para las empresas y para los funcionarios a la hora de revisarlas.

—La industria del automóvil fue un capítulo clave en el desarrollo industrial de Europa. ¿Los fabricantes europeos no fueron capaces de advertir el cambio tecnológico y el crecimiento de la competencia china?

—Lo de la industria europea del automóvil es similar a lo que ocurrió décadas atrás en Detroit, Estados Unidos. O sea, el líder tecnológico mundial en el coche mecánico. En ese caso, para transitar un rápido cambio, hay que hacerlo con el coche en marcha, sin detenerse. Pasar al coche eléctrico, es como cambiar las cuatro ruedas pero con el auto en marcha. Eso es un enorme cambio para una industria instalada, haciendo lo mismo por décadas. Los chinos no tenían industria de automóviles; la crearon nueva, con una tecnología brutal, metiendo mucho dinero en I+D, mucha eficiencia en las plantas de producción, y sacan el coche nuevo. No le quito mérito, pero ha sido más sencillo arrancar de cero que mover las estructuras más pesadas de Volkswagen, Renault o Citroën, donde pasarse al auto eléctrico en una primera etapa implicaba canibalizar su propio mercado.
Su historia y ese posicionamiento a favor de lo que se venía haciendo reciben un fuerte golpe de la industria nueva de China. Pero bueno, Europa ha estado negándolo y corre serios riesgos de perder su industria.

—¿Cómo cambiar la estrategia de Europa desde el punto de vista de la producción?

—Europa sigue teniendo un gran mercado, somos el mayor mercado de consumo en dólares del mundo, gastamos más que Estados Unidos. Ese es un punto a tener en cuenta. Por otro lado, tenemos todo para competir: buenas universidades, buen talento, capital humano, capital empresarial. Nos falta algo de capital financiero, sin dudas. Las empresas tienen más problemas para conseguir capital y financiación en el mercado de capitales, más allá de prorrogar la inversión en programas como el Next Generation y mantener la inversión pública.

—Hay otro frente importante: el regulatorio…

—De eso habla Draghi y también lo mencionamos en nuestro libro. Europa hace regulaciones que matan a la innovación tecnológica, o sea, las startups se mueren por la regulación. Yo creo que esa es la prioridad, cambiar esa mentalidad y empezar a hacer leyes que sean favorables a la inversión, a la innovación y a la creación de empleo. Sería un logro brutal.
En estos momentos, es más importante mejorar la regulación que aumentar la inversión pública.

—Para ello, hace falta modificar normativa reciente…

—Claro, Europa estableció en marzo pasado una regulación súper estricta de protección de uso de los datos, para proteger al usuario y al consumidor. Pero te cargas todo el desarrollo tecnológico de tu industria de inteligencia artificial y eres un comprador neto de tecnología de Estados Unidos y de China. Si alguien usa mal los datos, bueno, se penaliza y va a la cárcel. Ahora, si se usa bien, ¿por qué prohibirlo? Tenemos un problema grande allí. Somos tan estrictos que nos quedamos sin desarrollo propio.
No estoy pidiendo la desregulación absoluta, pero hay que hacer ajustes. Hay legislación que termina siendo dañina para Europa. Hay que buscar un punto intermedio, un equilibrio, que se defiendan los derechos de los ciudadanos pero sin cercenar la posibilidad de nuestra industria de innovación. Todo cambio en Europa cuesta, “too little, too late”, pero creo que ahora están dadas las condiciones de cobrar otro impulso…

—¿A qué responden esas mejores condiciones?

—A que ahora sí hay un sentimiento de crisis en Europa. Que nuestros programas no son suficientes, que las iniciativas de Estados Unidos y China son más flexibles y más rápidas en su aplicación. Que Alemania está mal, que los países no tiran para adelante, que la gente está de muy malhumor, que los agricultores están movilizados y hacen oír su voz, que en las elecciones triunfan partidos que hasta ahora eran menores. Pues, es hora de empezar a cambiar. Hay que actuar ya, hemos perdido mucho tiempo y es necesario cubrir la brecha lo antes posible, porque dentro de cinco años estaremos peor.
No espero una gran revolución en Europa, pero creo que es el momento para los cambios y espero que el informe Draghi acelere el tema.

Mario Draghi
Mario Draghi: "la Unión Europea afronta un reto existencial"
Reuters

—Ahora, Draghi dice que se necesita movilizar niveles de capital tan grandes para seguir el ritmo de competidores como Estados Unidos y China, que parece muy difícil alcanzarlo. Además, con una capacidad de endeudamiento bastante limitada…

—Pues, apuntando fuerte a la inversión privada y haciendo diseños de regulación que favorezcan la inversión del sector privado, de manera más atractiva y más competitiva que en Estados Unidos o en China. Eso es la conclusión del informe de Draghi. Claro que también hay que hacer inversión pública, hay que hacer política industrial, porque los chinos lo hacen, y Estados Unidos también, pero hay que estimular al sector privado.

—En la misma línea, Joseph Borrel, dijo recientemente que la Unión Europea no puede ser herbívora en un mundo de carnívoros. ¿Ha pecado de ingenua la UE?

—La globalización ha elevado el nivel de competencia. Nuevos países han incrementado su cuota de mercado con grandes ventajas competitivas. Fuimos líderes en industrias mecánicas y en la era digital, salvando algunas excepciones, nos hemos quedado atrás. O nos damos cuenta de eso, o se pierde.
China ha dejado de competir por salarios bajos, ahora compite en tecnología. Pero además han mejorado la gestión empresarial, el marketing, el diseño. Ellos aprendieron a competir, ahora lo tenemos que aprender a hacer nosotros en esta nueva realidad. Pasar de los relatos de proteger al ciudadano, la democracia, a proteger el empleo y el salario.
Estuve en diciembre en la fábrica de BYD en China: 40.000 patentes solicitadas, 25.000 autorizadas y registran 20 patentes al día. Esa es la realidad.
Por otra parte, las reglas de competencia europea protegen a la competencia china y americana cuando compiten aquí, nosotros cuando vamos a China, no tenemos la misma suerte. Los programas de inversión en Europa les dan a ellos los mismos beneficios que a los locales. Los mismos subsidios, que salen de los contribuyentes europeos.

—¿Hay tensión entre esta mirada competitiva y mantener el Estado de bienestar clásico de Europa?

—Tenemos un gran problema demográfico, que genera primero una caída de ingresos públicos y de crecimiento potencial, y luego de aumento de gastos, sobre todo en sanidad y pensiones, que son los dos agujeros más grandes del sistema. Luego, si no cuidamos la eficiencia, pues perdemos competitividad. Si no mejoramos nuestra competitividad y la eficiencia de los dineros públicos, es insostenible el estado de bienestar.

—Otros advierten de los riesgos de perder la bandera de la sostenibilidad, si cambian el modelo…

—No creo. China también va más rápido que nosotros en la transición. Solo el año pasado, China montó más placas fotovoltaicas que Europa en toda su historia. Los chinos hacen I+D y son eficientes en la fabricación. Nosotros tenemos un buen relato verde, pero no somos competitivos.

—Otro de los aspectos sobre los que advierte Draghi es la gobernanza de la UE. Una estructura muy pesada…

—Pues yo creo que sí, el problema es su diseño institucional y lo difícil que es tomar decisiones en el consejo. La esclerosis europea nos cuesta caro. Somos un área de paz, nos llevamos bien, nos queremos, pero cuesta ponerse de acuerdo.
Yo creo que Von der Leyen ha hecho una buena gestión. Pero en el consejo son 27 países, cada uno tiene sus intereses políticos y ciclos electorales, es muy complicado tomar decisiones. Ese es el problema de Europa. Es como una comunidad de vecinos, ¿sabes?, muy complicado.

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