Los resultados educativos tienden a estar correlacionados según zonas de residencia. ¿Por qué? Los barrios son unidades de interacción social y como tales, afectan las preferencias y opiniones de los individuos, a la vez que regulan los códigos de convivencia. La valoración subjetiva de la educación tanto como los beneficios esperados de ella, son influenciados por el conjunto de valores y normas locales. Esto es particularmente relevante para adolescentes y jóvenes adultos, quienes se encuentran en edad de formación de sus propias aspiraciones y objetivos.
En un trabajo reciente procuramos, junto a Santiago Acerenza y Daniel Misail estudiar el “efecto educativo del barrio”. El documento salió recientemente editado como una nota técnica del BID bajo el título “Neighborhood impacts on human capital accumulation of adolescents and young adults in Montevideo” y puede ser accedido libremente a través de la web.
Entendemos el efecto barrio como el impacto que el lugar de residencia tiene sobre las decisiones y resultados educativos de las personas. Supongamos que tomamos un grupo de familias similares y las asignamos aleatoriamente a distintas zonas de la ciudad. Sus hijos, ¿tomarán las mismas decisiones? ¿Alcanzarán los mismos niveles? El “efecto barrio” es el diferencial que genera la zona de residencia.
Nos concentramos en cuatro variables. Para jóvenes entre 15 y 24 años, miramos la cantidad de años de educación; para adolescentes entre 15 y 18 consideramos la probabilidad de asistir a un establecimiento secundario, y para jóvenes entre 19 y 24 años estudiamos la probabilidad de haber completado secundaria y la probabilidad de estar cursando estudios universitarios (o haberlos culminado). Nos basamos en los microdatos de las Encuestas Continuas de Hogares del INE para los años 1992 al 2019. Evitamos utilizar datos posteriores, dadas las anomalías propias de la pandemia.
Usamos dos metodologías. En la primera, clasificamos los barrios en tres grupos: efectos negativos (tercio inferior), efectos medios y efectos positivos (tercio superior). Eso lo hicimos tanto para los años ´90 como para la década de 2010. Así podemos identificar los barrios que se mantuvieron estables, los que transitaron de peores posiciones relativas a mejores posiciones y viceversa. Observamos un patrón similar para todas las variables que estudiamos. Aún luego de controlar por las características de las familias y de los jóvenes, barrios asociados a peores resultados en los ´90 tienden a mantenerse asociados a peores resultados en la década de 2010. Los “efectos barrio” positivos se focalizan en el sureste de la ciudad y los negativos en la periferia.
La segunda metodología pretende ir un paso más allá. El análisis anterior, a pesar de controlar por las características de los jóvenes y sus familias, no establece una relación causal inequívoca entre el barrio y el resultado educativo. ¿Por qué? Las familias no eligen aleatoriamente dónde vivir. Por el contrario, toman esta decisión en función de variables que pueden estar correlacionadas con las opciones educativas de sus hijos. Por ejemplo, en función de la consonancia entres sus intereses, valores y condiciones y las de los otros residentes. Naturalmente, en la decisión de dónde vivir, también entran otros factores, como la disponibilidad de medios de transporte o el costo de la vivienda. Sin abundar en tecnicismos innecesarios para esta nota, dado que el costo de la vivienda no debería afectar los resultados educativos, es posible utilizar el precio de los alquileres como una variable instrumental, y así distinguir la pura correlación entre los barrios elegidos y los resultados educativos de la causalidad del barrio en la educación.
Luego debimos escoger alguna variable que pueda ser el canal a través del cual el efecto barrio se materializa. Para ello, tomamos el nivel educativo promedio de los adultos residentes.
Los resultados son estadísticamente significativos. Más allá de ello, es clave entender cuán grande es el efecto. Para tener una idea, comparamos con el resultado de tener un padre o madre más educada. En nuestras estimaciones un año extra de educación del jefe del hogar se asocia a un aumento de 10% en los años de educación del adolescente e implica un aumento de 2.7, 3.3 y 3.0 puntos porcentuales en la probabilidad de inscribirse en secundaria, completar secundaria y matricularse en la universidad respectivamente. El efecto del barrio (medido como el nivel educativo de los adultos) es aproximadamente del mismo tamaño.
La disparidad geográfica de los resultados educativos promedio, así como la limitada transición, sugieren la conveniencia de profundizar políticas que hagan foco en la especificidad geográfica y vayan más allá de políticas uniformes y centralizadas.
El impacto que tiene la educación del barrio en los resultados educativos de los adolescentes y jóvenes refuerza la conveniencia de comunicar y diseminar localmente historias de éxito que puedan ser tomadas como modelos a seguir en compensación con carencias objetivas en el ambiente barrial.