El próximo domingo, Argentina tendrá elecciones nacionales. El análisis electoral indica tres candidatos con chance, “pero todos generan dudas hacia el futuro”, advierte la economista y consultora privada, Marina Dal Poggetto. Se lamenta de las escasas condiciones de gobernabilidad que surgen de la actual competencia electoral, que deriva en un escenario “inédito” de cara a la transición, sostiene, “frente a la incertidumbre que generan las propuestas de los candidatos”. Añade que esta semana “será otro período de hiper regulación”, dado que la táctica del candidato oficialista “es llegar”. Dice que todos los candidatos “buscan parecerse a Menem cuando hablan de la inflación”; asume que el problema de precios “tiene un origen fiscal y monetario”, pero sostiene que no puede desconocerse “que hay un fenómeno distributivo”. A la hora de la gobernabilidad, no hay que perder de vista el riesgo de “prender fuego la calle”, subrayó. A continuación, un resumen de la entrevista.
—La última semana mostró la inflación al alza, niveles nominales históricos del dólar blue y una nueva suba de tasas de interés; ¿la situación está exacerbada por la proximidad de las elecciones?
—Acá hay un problema de base y es que el balance del Banco Central está roto, con reservas negativas, sobran muchos pesos en la economía y detrás de eso una inflación corriendo a dos dígitos, una distorsión de precios relativos ridícula y una brecha cambiaría record, arriba de 160%, en parte porque se disparan los dólares financieros y en parte porque desde las PASO el dólar oficial está clavado en los 150 pesos a pesar de la inercia. Eso, en un esquema de competencia política que arrancó con el cierre de listas a fines de junio y que termina con el cambio de gobierno en diciembre. Estos son los tiempos que vivimos, con un gobierno que intenta forzar el corto plazo aplicando política fiscal muy expansiva para compensar los efectos inflacionarios y del otro lado un candidato, el más votado, proponiendo cambiar todo el régimen. Estamos ante un escenario de falta de cooperación en la transición que es inédito.
—¿Eso ha llevado a que haya mayor tensión en torno a las divisas?
—Lo que hay es el cepo; en Argentina los pesos funcionan en la economía en la medida que el cepo existe, y la existencia de un cepo coordina la brecha cambiaria actual. O sea, si se quiere dolarizar, hay que hacerlo al dólar financiero, al dólar oficial no es posible, y de hecho desde que se disparó la brecha está literalmente paralizado el mercado oficial; o sea, no hay liquidación de importaciones, prácticamente no se pagan, hay una enorme deuda comercial. En ese contexto, todos los pesos que hay en la economía, que son muchos para la alícuota del impuesto inflacionario, son pocos en la comparación siquiera con un país emergente, no digo un país desarrollado.
Lo que está aumentando es la velocidad de circulación de los pesos, que presionan sobre la brecha y sobre una dinámica donde no hay precios; si se quiere comprar algo hoy a Argentina, es difícil que se fije un precio mientras el dólar financiero tiene esa incertidumbre. Y en el medio también se paraliza de alguna forma el mercado de contado con liquidación, porque se alargaron los plazo de tenencia de bonos para poder hacer la operatoria cambiaria, que es de compra de un bono con pesos y venta contra dólares, a cinco días, con lo cual está prácticamente paralizado el mercado. Todo está wait and see hasta que conozcamos el resultado del 22 de octubre.
—¿Realmente hubo una corrida sobre los depósitos en estos últimos días?
—Lo que está habiendo es una preferencia por buscar entrar al lugar donde evitar ser agarrado por una eventual reestructuración, frente a la incertidumbre que provocan las propuestas de política de lo que viene. Las propuestas de campaña hablan de dolarización, bimonetarismo, desdoblamiento; entonces la discusión es qué es lo que pasa con los contratos de pesos que son los que dan la cobertura para transitar de un esquema al otro; no sabemos cuál es el esquema que viene y la discusión es sobre los contratos de pesos. Si el que viene dice que no te va a pagar, entonces no hay mercado de crédito posible.
—¿Qué puede esperarse de esta semana?
—Tenemos por delante cuatro días hábiles hasta la elección. Vamos a estar en este contexto de hiper control, hiper regulación creciente, frente al resultado de la primera vuelta y la expectativa que tiene el actual candidato-ministro de alcanzar el balotaje. La pregunta es qué pasa el día después. Si hay balotaje, todo empieza de nuevo. Veinte días hábiles más hasta la elección definitiva. Tierra desconocida, mucha incertidumbre.
—¿Y después del 22 de octubre?
—Si pasa Massa, y piensa que tiene chance de ganar en un balotaje, va a intentar seguir haciendo más de lo mismo, anclando el dólar oficial con presión sobre la brecha creciente y probablemente, después de este salto adicional de la inflación, intente poner más pesos en la calle, o sea, va a seguir echando leña al fuego. Y del otro lado, si es un balotaje con Milei, este va a prender el fósforo y poner la llama bien cerca de la línea. Si en el balotaje está Bullrich, el problema es que no hay con quién negociar una transición. Si hay ganador en primera vuelta, la lógica de un país normal sería que haya una negociación para una transición que no termine de romper todo.
—No parece haber espacio para una transición ordenada…
—Ha pasado así en las últimas elecciones. No hubo transición entre Macri y Alberto Fernández y no hubo transición entre Cristina y Macri. Todo vale con tal de llegar al otro lado y todos cuentan sus éxitos y se olvidan de sus fracasos. Mientras no podamos tener un proyecto en común, y el que venga rompa los contratos de su antecesor, seguiremos cayendo, con unos niveles de inercia que son particularmente perversos.
—En medio de tal panorama, ¿cuál es el camino posible?
—Cualquier programa, para que funcione, requiere tres cosas. Una, la estabilización. Si no vamos a un programa de estabilización, no hay nada que se pueda hacer. O sea, perpetuar este statu quo cuatro años más es muy perverso. Dos, las reformas; hay que aggiornar el funcionamiento de la economía argentina al mundo en el cual estamos, que no es el mundo del consenso de Washington, no es el de los ´90 y tampoco el mundo cerrado de los ´80. No podemos tener el precio de los bienes que son el triple o el doble de lo que valen afuera, una economía cerrada que permite trasladar a precio final las ineficiencias de nuestra estructura de producción. Y el tercer punto, la gobernabilidad, fundamental.
—¿Y que observa en el discurso de los candidatos?
—Si miramos a los tres candidatos con chances de gobernar, tenemos discursos parecidos a los que teníamos a fines de los ´80: la preocupación es la inflación, y la propuesta de política tiene que ver con bajar la inflación. Todos proponen bajar la inflación. Provocativamente, yo digo que los tres candidatos quieren ser Menem; todo el mundo se olvida del colapso de la convertibilidad, y todos se acuerdan de lo rápido que remonetizó; también se olvidan de que Menem, para llegar a la convertibilidad, tuvo dos años de fracasos, después de la hiper de Alfonsín. Pero todos giran para ahí, Milei se deja las patillas, Patricia dice que es todo o nada, y Massa, más allá de que hoy es ministro candidato de un gobierno que tiene al kirchnerismo adentro, sus orígenes son la UCD, la UPAU, si se le pregunta a quienes lo conocen, te dicen “Massa es Menem”.
—Pero, ¿qué propuesta asegura esos tres puntos clave que mencionó antes?
—Ninguna. Masa demostró que tiene gobernabilidad y una capacidad de negociación infinita, tiene táctica pero no tiene estrategia. O sea, no tiene ni un programa de estabilización ni un programa de reformas. La táctica es llegar, todo vale para llegar. En Juntos por el Cambio, tienen un programa de estabilización, tienen un programa de reformas, con el que se puede estar más o menos de acuerdo, pero está. En cuanto a gobernabilidad, por lo pronto tienes más gobernadores y más diputados y senadores que los que tenía en 2015, o sea, es una masa crítica mayor a la que tenía. Y Milei, a priori, no tiene gobernabilidad, es un espacio nuevo y digamos que llega con un candidato ideal para este espacio de entorno de enojo con todos. Canaliza ese enojo. Tiene pocos diputados, no tiene senadores ni gobernadores, o sea no tiene gobernabilidad. Su propuesta es un ajuste que supuestamente va a pagar la casta, y una dolarización maravillosa que va a llevar sin escalas a los argentinos a cobrar los salarios de Ecuador, sin contarte cómo es la previa. Y su programa de reformas, son de primera, segunda, o tercera generación dependiendo del autor. A veces la motosierra tiene cadena, a veces no. A veces son 15 puntos de recorte, a veces son 5. A veces la dolarización del principio, a veces va al final. Tiene un discurso de campaña impecable. Pero no tiene un programa claro y hay muchas dudas sobre su gobernabilidad.
—¿El destino de Argentina, indefectiblemente es la hiperinflación?
—El destino no tiene porqué ser una hiperinflación, pero la estamos construyendo. Siempre existen mecanismos para frenar una hiper, el problema es que cada vez el intento de frenarla es más costoso. La transición política es lo complejo.
En cualquier sistema financiero, que alguien diga que no va a respetar los contratos, no es la mejor señal. Por otro lado, preguntarle a un candidato en este contexto, qué hace el que tiene plata en el banco, tampoco parece ser una pregunta oportuna. O sea, todos somos responsables de esto.
—¿Y quién es capaz de solucionarlo?
—Lo que pasa es que la propuesta de política económica real nunca es la de campaña. Uno no hace un programa económico y en base a ello busca ganar votos y una elección, menos en un contexto como este. La pregunta es, ¿qué van a hacer después, cuando ganen? Efectivamente, cuál es el programa, y cuál es la gobernabilidad que se plantean para sostener ese programa. Y qué capacidad y respaldo tienen para ir por la estabilización y las reformas. Eso es lo incierto.
—Habló antes de gobernabilidad; ¿basta con un acuerdo de mayorías?
—En este escenario, la gobernabilidad son tres dimensiones. Una, la que no prenda fuego la calle; está bien que la inflación tiene un origen fiscal y monetario, pero a esta altura hay un fenómeno distributivo. O sea, los precios relativos están muy distorsionados. Y eso hay que tenerlo en cuenta. Hay un nivel de salarios y jubilaciones que depende las medidas que se tomen, mandaría mucha gente por debajo de los niveles de subsistencia. No es gobernable eso. La segunda es la que permita pasar por el Congreso las leyes que te habiliten la estabilización y reformas. Y la tercera, la Corte, que no inhabilite la negociación, a nivel de concertación política.