Opinión
Escribo esta columna el lunes 18, una semana antes de publicarse, como hago cada vez que escribo.
Pero esta vez dejo expresa constancia de ello porque me voy a referir a números que han venido cambiando mucho, día a día y hora a hora, y que pueden seguir cambiando. Usted se habrá dado cuenta de que el precio del dólar en Argentina tiene que ver con esta columna.
Los indicadores de tipo de cambio real son referencias a tomar en cuenta, pero de ellos no se debe inferir que "hoy el dólar debería valer tanto". La dificultad para elegir una buena base para esas referencias ha llevado a que algunos economistas usemos promedios históricos para poner el "100" de la base de la serie. Salomónicamente, se trata de una referencia histórica, más allá de la coyuntura, y válida en la medida en que con relación a ella no haya habido cambios significativos en la productividad de la economía vis a vis la del resto del mundo.
Actualmente, el BCU publica series de tipo de cambio real desde el año 2000. Y si bien contamos con series que duplican esa extensión, o aún más, 18 años constituyen un período adecuado para tomar como base a su promedio. En el caso de Argentina, los datos del BCU tienen el problema de considerar el IPC del Indec en el período en el que no reflejó correctamente la realidad, por lo cual he corregido la serie utilizando el IPC de San Luis que es reconocido por su buena calidad. Los datos del BCU llegan hasta el mes de abril, pero los he actualizado a junio, utilizando los siguientes tipos de cambio para Uruguay y sus vecinos: 31,33 pesos uruguayos, 26,50 pesos argentinos y 3,73 reales.
Al mes de junio, y tomando como base 100 al promedio de los últimos 18 años, nuestro tipo de cambio real con Brasil está en 71, con fuera de la región en 79 y con Argentina en 85. Dicho sea de paso, si en Argentina consideramos 28 pesos en vez de 26,50, el índice cae a 81.
Si vemos cómo estaban esos indicadores en diciembre, con Brasil era 77, con fuera de la región 76 y con Argentina 105. O sea que perdimos frente a nuestros vecinos (mucho con Argentina), pero ganamos versus fuera de la región. Es habitual que en procesos como el que estamos viviendo, con vecinos devaluando y nosotros acompañando, mejoremos con fuera del barrio.
El panorama es claro: antes de la actual turbulencia argentina, ese país era el único con el cual estábamos bien en materia de tipo de cambio real. Por usar un término que algunos aplican mal, estábamos acoplados a Argentina y por eso tuvimos la temporada turística excepcional que tuvimos. Como otras veces en el pasado, estábamos casados con el vecino caro del barrio. Y también como otrora, ahora ese vecino se abarató mucho.
Cuando escribo esta nota, aún no llegó el primer desembolso del FMI y recién asumió el nuevo presidente del BCRA, quien tomó varias medidas para "frenar" al dólar. Tampoco transcurrió el "super martes" en el que vencen Lebacs por montos siderales. No sé si el dólar quedará en 28, si volverá a 25 o si seguirá expreso hacia arriba de 30. Lo que sí sé es que ya nada será igual con Argentina, que en lo inmediato quedará más barata que antes y crecerá mucho menos. Y también sé que si esto le pasa al país con el cual estábamos casados, vamos a estar en problemas.
¿Qué significa "estar en problemas"? Por lo pronto, que nosotros también creceremos menos y nos abarataremos en dólares, teniendo algo más de inflación (en pesos) de la que íbamos a tener. Menos crecimiento, menos recaudación de impuestos, peor desempeño fiscal.
Pero dependiendo de lo que pase en Argentina, puede ser todavía más serio. Desde hace tiempo vengo sosteniendo que acá tenemos dos ajustes pendientes: el ajuste de precios relativos y el ajuste fiscal. Tanto el tipo de cambio real que tenemos, como el déficit fiscal, son hijos de un contexto benevolente que ha empezado a cambiar rumbo a una nueva normalidad, donde el dólar será más fuerte, las tasas más altas y Argentina mucho más barata.
En ese nuevo escenario, hacia el que estamos yendo, ya no se soportará nuestro actual tipo de cambio real, ahora en offside con todos, ni nuestro actual déficit fiscal, próximo a 4% del PIB.
Argentina nos recuerda que cuando es necesario ajustar, a la larga se ajusta. Y que, si no lo hace el gobierno a cargo, diseñando el ajuste, lo impone la realidad, que siempre es más cruel. Al igual que sucede hoy en Argentina, donde fracasó el gradualismo y se llegó el ajuste que se quiso evitar y llegó del modo no querido, también llegará el ajuste a nuestro país. Será en los próximos meses, o el año próximo o en 2020, con un nuevo gobierno.
Sea cuando sea, esperemos que sea el gobierno a cargo el que decida diseñarlo, porque si no lo hace, lo diseñará la realidad y siempre será más duro que el que decida hacer el gobierno. No estamos como Argentina, pero Argentina nos puede complicar mucho las cosas. A no subestimar su impacto porque ya no exista posibilidad de contagio financiero.
Está claro que tenemos más "espalda" que Argentina y que eso nos da tiempo. La clave es usar bien ese tiempo y esa espalda. O sea, usemos nuestras fortalezas para anticiparnos al problema y enfrentarlo pertrechados en vez de dilapidarlas para seguir viviendo una realidad que ya no es.