El Presidente Luis Lacalle Pou mostró, desde el comienzo, reflejos para remover jerarcas que no estuvieron a la altura y muchos nos sorprendimos por su timing para tomar decisiones. A comienzos de julio de 2020 renunció el Canciller, a pedido del Lacalle, a pocas horas de anunciar un programa no consensuado, además de su retiro anticipado del ministerio, con la pretensión de mantener la presidencia pro témpore del Mercosur y las negociaciones con la UE, Canadá, Singapur y Corea. El 4 de junio del mismo año, también a solicitud del mandatario, renunció el titular de la Corporación Nacional para el Desarrollo, tras polémicas declaraciones a Búsqueda, que confirmaba varias desprolijidades administrativas.
Hechos inexplicables
En el último año y medio, se verificaron hechos difíciles de asir, sumado a actitudes políticas inentendibles y frente a las cuales, el mismo Presidente respondió de forma distinta.
Salvo el caso de la Irene Moreira, cuya remoción obedeció a irregularidades administrativas, pero con otros condimentos, llamó la atención la escasa velocidad de respuesta del Poder Ejecutivo, ante hechos incomprensibles de la gestión de ciertos jerarcas, con una gravedad y magnitud que podía costarle al gobierno gran parte de su credibilidad.
La salida de la vice canciller Carolina Ache fue, cuando menos, sobradamente cuidada, hasta un punto que la propia jerarca reconoció que omitió en la interpelación una información clave, por “lealtad” a sus jerarcas. Más aun, se le permite resolver en la interna de un partido de la coalición un asunto de Estado, de ética política y de interés público, que involucraba a la cancillería. Si le faltaba algo a este episodio, el propio ex ministro Peña (removido por otras irregularidades) y el propio partido colorado, se mostraron disgustados con Ache, porque admitieron que mintió y actuó con negligencia ante el Parlamento.
Otro caso inexplicable y de paciencia infinita, por parte del Ejecutivo ha sido el del Directorio de OSE, que ha cometido todos los errores y omisiones inimaginables y cuya permanencia, parece, más que una realidad, un milagro, que puede servir para la beatificación del Santo que haga llover.
Finalmente vamos a agregar, quizás el caso más complejo y de más difícil resolución, pero que también hace al desempeño de los jerarcas públicos y la gobernanza de la gestión, el BCU.
BCU, la piedra en el zapato
Cada vez con mayor frecuencia se advierte el impacto que genera la pasividad que proyecta el BCU respecto del tipo de cambio y el tema ya lleva mucho tiempo. En 2022, antes que la situación de la crisis hídrica se volviera excluyente en la preocupación del Gobierno, advertimos problemas e inconsistencias importantes en este ámbito, y, en este tiempo, muchos colegas se han sumado a estas críticas.
El economista Ignacio Munyo sostuvo que Uruguay está en una trampa mortal, que profundiza el atraso cambiario y que el tipo de cambio real está 25% debajo de su nivel de largo plazo [1]. Por su parte, algunos de los sectores más damnificados (exportadores) expresaron con gran preocupación que el dólar se hunde y piden al BCU que intervenga, afirmando que esto opera, de hecho, como una detracción. Nos volvimos un 25-60% más caros que nuestros socios comerciales, un 20-26% más que nuestros competidores en bienes y un 10-45% más que nuestros competidores en servicios [2]. En la comparación interanual (may/23) con la excepción de la industria farmacéutica [3], las caídas de las exportaciones fueron superiores al 30% en la carne, 60% en la soja, y, en el caso del arroz, la madera y sus productos, la caída fue de 20%-45%. La exportación de concentrados (Zonas Francas) que viven otra realidad, tuvieron un aumento de un 30%. Según Búsqueda[4], a jun/23, la situación en lugar de mejorar se mantuvo y ahora se acumulan 10 meses de caída de exportaciones. El presidente de la Unión de Exportadores afirmó que según sus relevamientos ya están perdiendo negocios hasta los exportadores de servicios.
Si esto fuera “la ruleta rusa”, ya disparamos vario tiros y seguimos en carrera.
Más de lo mismo
CERES, a través de su director, no disimuló su preocupación por el tipo de cambio, igual que lo que hemos manifestado otros colegas desde hace un tiempo. La situación es delicada y no se entiende la pasividad del Gobierno. El BCU hace su juego y se mantiene sin cambios, siendo exitoso en su predicamento con la Ministra de Economía y las autoridades, arguyendo que el resultado es inevitable.
La constitución del Directorio del BCU no ha contribuido a morigerar el problema, según hemos justificado en columnas anteriores. Con aciertos al comienzo, permitiendo correcciones que habían sido señaladas previo a las elecciones y ambientando cierta recuperación del tipo de cambio, sin embargo, poco a poco, se convirtió en más de lo mismo.
La responsabilidad, stricto sensu, no es del Central, que maneja instrumentos, dentro de ciertos parámetros y con cierta cultura organizacional muy particular, y, además, no tiene contrapesos o un contralor que le ayude a corregir desvíos. A la autoridad monetaria, al contar con un equipo técnico con mucha experiencia y alto prestigio, es difícil desviarlo de su rumbo. La propia ministra admite la independencia con la que se permite operar al BCU y la falta de supervisión o tutelaje por parte del Gobierno.
A diferencia de la crisis hídrica, todavía los impactos negativos del retraso del tipo de cambio se disfrazan, porque existen otros factores que intervienen, pero, seguramente, la concurrencia de los factores que lo originan, combinados con otros condimentos, pueden ser el detonante para que se precipite o estalle una crisis mayor.
Un dólar deprimido más que compensa aranceles de importación y se logra una economía más abierta, donde se benefician importadores, los que trabajan con los importadores, sus proveedores y quienes los financian, los que compiten con exportadores (a quienes liquidan), los que operan en Zonas Francas y Puerto Libre y a aquellos consumidores que tienen capacidad de comprar importados. Mientras tanto, se van minando las posibilidades de generar valor agregado local, salvo la exportación de commodities, y, aun así, les terminan impactando, porque una distorsión de esta magnitud, provoca daños de todo tipo y algunos pueden ser irreparables.
Por todo ello, entendemos que ya no da para “mirar hacia el costado”, sino que debe ponerse este tema encima y por sobre otras prioridades, poniendo en juego también la gestión del BCU, probablemente y en conjunto con el problema estructural de la crisis hídrica, que es otro tema grave.
[1] Ver Informes de prensa jun/22 sobre estudios y presentaciones de Ceres
[2] Ver presentación Ec. Ignacio Munyo, Ceres, jun/23, según la cual el problema más importante se originó en el año 2022
[3] Tienen una estructura de insumo-producto diferente, otra realidad de costos, altas importaciones, son altamente intensivos en tecnología y tienen una gran presencia en zona francas, con lo que aumentaron 13%
[4] Ver Búsqueda 29/jun/23, según datos preliminares de investigaciones realizadas en el ámbito empresarial y académico,