Escenario financiero menos favorable: ¿está preparada América Latina?, ¿y Uruguay?

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Foto: Getty Images

TEMA DE ANÁLISIS

La suba de tasas internacionales genera aumento en el costo del financiamiento y, al mismo tiempo, dificulta el ingreso de capitales, lo que perjudica a Uruguay y al resto de los países de la región.

América Latina continúa recuperándose de la caída de la actividad sufrida a raíz de la pandemia por COVID-19, y aún enfrenta sus consecuencias en términos de empleo, pobreza y desigualdad. Si bien existen diferencias en cuanto a gestación, dinámica y recuperación, se pueden trazar paralelismos entre el impacto económico que ha tenido la reciente crisis sanitaria mundial y otros episodios por los que debieron atravesar los países de nuestra región. En particular, la crisis financiera global de 2008 dejó una brecha de actividad similar a la que se observó en la pandemia por coronavirus, cuando se compara el crecimiento esperado antes de la crisis y lo que finalmente ocurrió. En ambos casos, la región acumuló una brecha en el entorno del 6,5%. (Figura 1)

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A nivel global, las acciones llevadas a cabo para paliar los efectos negativos son notoriamente diferentes. En la Tabla 1 se logra apreciar el contraste de la política monetaria en las economías avanzadas en ambos períodos. La crisis financiera de 2008 provocó una fuerte caída del crédito (en términos reales, casi 13% entre 2008 y 2011), algo que no ocurrió con la pandemia. Los distintos mecanismos impulsados para que no se corte la liquidez —incluido un sistema financiero funcionando correctamente, a diferencia de lo ocurrido en 2008— han generado desde 2020 un aumento pocas veces visto en la cantidad de dinero. A su vez, muchos de los Bancos Centrales aprendieron las lecciones del 2008 y trataron de emplear todas las herramientas disponibles para evitar un corte de la liquidez, para evitar que el crédito no sufra una contracción importante. Concretamente, se apeló a bajas significativas en las tasas de interés, con el objetivo de estimular el consumo por sobre el ahorro.

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Durante la pandemia por COVID-19, la Reserva Federal de los Estados Unidos aumentó 40% la oferta de dinero en apenas 2 años. Los Bancos Centrales de Europa, Japón y Reino Unido han mostrado un comportamiento similar, aunque con una intensidad menor. En esta línea, los estímulos fiscales fueron también mayores que en el episodio anterior. Por ejemplo, el aumento del gasto público en Estados Unidos entre 2019 y 2021 fue de 16%, mientras que entre 2008 y 2011 creció 2,5%, ambos en términos reales. La combinación de políticas monetarias y fiscales muy expansivas, sumadas a programas eficientes de vacunación, ha generado que la economía mundial se recuperara rápidamente de la caída de 2020.

Pero nada es gratis. Esta estrategia de contención y rescate ha implicado que, desde 2020, tanto Estados Unidos como numerosos países europeos registren aumentos en sus tasas de inflación, alcanzando niveles superiores al 7% en 2022. A su vez, los problemas de suministro por la guerra entre Rusia y Ucrania, junto a la mayor demanda por la recuperación de la actividad económica mundial, generaron una escalada en los precios de alimentos e insumos relevantes. En conjunto, esto llevó a un aumento en la inflación a nivel global, casi imposible de escapar y muy difícil de controlar.

El Índice de Los Tres Chanchitos

Para atacar este fenómeno, los principales Bancos Centrales del mundo tuvieron que subir las tasas de interés, tal como se aprecia en la Figura 2.

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Una suba de tasas internacionales irremediablemente genera un aumento en el costo del financiamiento de los países y una posible salida de capitales de los países emergentes. Teniendo en cuenta este escenario, es importante analizar cuál es el estado actual de los países respecto a sus deudas existentes y sus reservas disponibles para poder repagar las mismas. Para esto diseñamos el Índice de los Tres Chanchitos (Figura 3). El Índice compara la suma de la deuda de corto plazo y el déficit fiscal (eje horizontal) y el stock de reservas internacionales (eje vertical), ambos como % del PIB. Lo primero representa los pagos que un país debería hacer en el corto plazo, sea tanto en términos de deuda como en gastos ya asumidos, y lo segundo muestra la liquidez que tiene el país para enfrentar dichos desembolsos.

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El nombre del índice hace referencia al clásico cuento infantil. Sobre la izquierda se pueden ver las “casas de ladrillos”, que representan a aquellos países con fortalezas financieras: tienen pocas deudas a pagar con una alta cantidad de reservas disponibles. Sobre la derecha se observan las “casas de paja”, representando cierta fragilidad financiera dado que las deudas son mayores que los recursos existentes. Por último, las “casas de madera” son el intermedio entre las anteriores y allí se ubican países cuyas fortalezas financieras pueden estar en duda.

El Índice de los Tres Chanchitos muestra situaciones muy diversas. Mientras varios países se encuentran en una situación delicada, no son pocos los que están en buenas condiciones financieras para enfrentar una suba de tasas de interés. Entre ellos se encuentra Uruguay, con reservas que casi duplican los vencimientos y necesidades de caja de corto plazo. No obstante, en caso de que una suba de las tasas de interés impacte en los términos de intercambio de estos países, estas vulnerabilidades financieras se pueden llegar a exacerbar.

Conclusiones

Tarde o temprano, un aumento de la cantidad de dinero junto con restricciones a la oferta genera una aceleración inflacionaria, que es lo que se ha constatado en el último año. Este fenómeno lleva a que los bancos asuman que deban impulsar políticas contractivas, a través de subas de las tasas de interés. Este nuevo escenario de aumento del costo de financiamiento y con posibilidad de una salida importante de capitales puede ser perjudicial en términos de la recuperación económica, y coloca en una posición de especial fragilidad a algunas economías de América Latina y El Caribe. Sin embargo, aquellas en posición más favorable no deben relajarse.

Más allá de lo que determinen las condiciones externas del momento, que parecen ser más negativas en la actualidad que meses atrás, no se debe dejar de lado que los países de América Latina deben implementar una agenda de reformas estructurales para mejorar la competitividad e impulsar la actividad económica. Esto colaboraría a encaminarse hacia una solidez financiera que les permita encontrarse mejor preparados en el futuro ante un nuevo escenario menos favorable.

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