Un desafío de los países en vías de desarrollo es obtener trabajadores capacitados. Es clave detectar experiencias exitosas y copiar ideas. En Colombia aplicaron un programa de capacitación. Resultó efectivo y sus efectos positivos no desaparecen al pasar los años. Inefop y otras iniciativas locales pueden estar interesadas en conocer esos resultados.
Se trata del programa Jóvenes en Acción. Enfocado en capacitar y otorgar experiencia laboral a personas entre 18 y 25 años. Es destacable el impacto positivo que tuvo. Aumentó el empleo formal. Tanto para hombres como para mujeres. También el ingreso monetario y la calidad del trabajo obtenido. Y estos logros no desaparecieron al pasar los años. Pero, ¿estos beneficios son mayores que los costos del programa? Sí. El programa es como una inversión que rinde 10% anual. Esta tasa no está nada mal.
Alguien podría argumentar: “muy bien, el programa es efectivo, pero ¿no será que toda esta ganancia es a costa de que quienes estaban trabajando en la informalidad perdieron sus trabajos y están peor que antes?”. Orazio Attanazio (University College London) y sus colegas evaluaron el impacto del programa. Desde todo punto de vista, Jóvenes en Acción ha sido una intervención exitosa y es un raro ejemplo de un programa de capacitación laboral que tiene efectos positivos que permanecen en el largo plazo. Y ayudó a aumentar la formalidad en el empleo. Esto es clave en América Latina, región que tiene una tasa enorme de informalidad laboral.
Acabamos de ver entonces la importancia de diseñar una intervención que combine capacitación en el aula y experiencia laboral real. A continuación, nos vamos a introducir dentro del programa. Permitirá copiar ideas que funcionan.
Jóvenes en Acción por dentro
El programa está dirigido a jóvenes que están desempleados. Pertenecen al sector más pobre de la población de Colombia. Se implementó en siete grandes ciudades. Comenzó en 2002 y, unos pocos años después, ya tenía 80.000 jóvenes inscriptos.
Los objetivos del programa son desarrollar las habilidades necesarias para ser un buen trabajador, aumentar la empleabilidad y la productividad, promover la oferta de capacitación proveniente de la ciudadanía, y mejorar la cercanía entre los jóvenes y sus eventuales empleadores. Jóvenes en Acción consiste entonces en cursos de capacitación laboral ofrecidos por organizaciones de la sociedad civil. Se espera que cada curso capacite a 30 jóvenes.
Los cursos tenían tres componentes principales: 1) clases de capacitación laboral; 2) entrenamiento en trabajos reales; 3) acompañamiento para construir un proyecto personal de vida. El programa también incluía un pequeño estipendio. Poco más de dos dólares. Para facilitar traslados, etc.
Incentivos a los centros educativos
La institución privada que ofrecía los cursos iba a resultado. Recibía el pago del gobierno si el participante de Jóvenes en Acción completaba al menos tres meses de trabajo verdadero. Y si además el joven obtenía un contrato formal de trabajo, la institución privada encargada del curso obtenía un dinero adicional. Los incentivos eran correctos. Así que cada instituto estaba interesado en atraer a buenos perfiles de alumnos y de pelear para que consigan trabajo.
Aquí un buen aprendizaje. Para copiar en programas locales: dar los incentivos correctos, fiscalizar que se cumplan los resultados, y hacer un buen tamizaje para descubrir a los jóvenes que tienen mejor perfil para ese tipo de capacitación y trabajo.
Evaluación de impacto de los programas
No son suficientes las buenas intenciones. Es necesario evaluar el efecto de las intervenciones. Científicamente. Así lo hicieron Attanasio y sus colegas investigadores. Aprovecharon que el número de jóvenes dispuestos a incorporarse a los programas era mayor que el número de plazas disponibles. Hicieron entonces un sorteo. Cara o cruz. Si sale cara entrás al programa. Si sale cruz no entrás al programa. Y, pasados los años, compararon los resultados laborales de los que entraron a Jóvenes en Acción respecto a los que no entraron. En suma, aprovecharon una realidad —no hay asientos para todos— e hicieron lo más democrático: sortearon los lugares.
Costo
Este es otro tema esencial en las evaluaciones de los programas. Existen intervenciones muy eficaces pero carísimas, y por lo tanto no se pueden replicar. Es clave conseguir programas que sean costo-efectivos y escalables. Y para esto hay que medir los costos, por supuesto.
El costo total de Jóvenes en Acción es la suma del costo de los cursos y del estipendio diario que se les otorga a los estudiantes. Toda la intervención dura seis meses. Attanasio y sus colegas hacen las cuentas. Les da que el programa costó 826 dólares por cabeza.
Cuidado
Esta investigación de Attanasio es parte del curso de Capital Humano que damos con Ana Balsa en la Maestría en Economía de la Universidad de Montevideo. Y junto a este programa exitoso, también los alumnos estudian otros programas similares pero que no funcionaron. Me refiero a una investigación que se acaba de publicar en el Journal of Development Effectiveness. Allí se estudia el impacto de un programa de capacitación laboral para jóvenes en Perú. Se trata de Projoven. En el corto plazo aumentó la formalidad y el empleo, pero ese efecto positivo desapareció rápidamente. El gobierno no hizo una buena fiscalización de los cursos, la capacitación no estaba alineada con lo que necesitaban las empresas, no se incluyó en el programa la enseñanza de capacidades socioemocionales y no se acompañó la búsqueda de trabajo que hacía cada joven. Aprendamos también estas lecciones.