Recuerdo una columna que escribí para Economía y Mercado en noviembre de 2019, poco antes de las elecciones de ese año: “El lado oscuro del trabajador”. En ella, planteaba que la administración de gobierno que asumiera en marzo de 2020, tres meses y medio después, enfrentaría un problema serio a resolver: el de la extensa tendencia de deterioro del mercado de trabajo reflejada en numerosos indicadores, algunos de percepción directa. Nadie o pocos, entre los que me incluyo, imaginaban el agravamiento que esos indicadores tendrían a quince días de la asunción del nuevo gobierno, por la crisis sanitaria provocada por el Covid.
Por otra parte, comparto lo que dice Javier de Haedo en su última columna, que “le hace ruido” cuando personas no especializadas sobre ciertos temas hacen comentarios errados sobre ellos. Este comentario también, me ha inducido a escribir sobre lo que ha ocurrido con el mercado laboral —empleo, desempleo, salario real— en los últimos nueve años y medio. Se trata de un tema que sobre todo en esta instancia electoral, se plantea en muchas ocasiones erróneamente.
Los indicadores
En el mes final de la gestión de gobierno que culminó en febrero de 2020, la tasa de desempleo de trabajadores, que presentaba tendencia creciente desde 2012, se ubicaba en el 10,5% de la población económicamente activa (PEA), lo que se reflejaba en 179 mil personas de las l.7 millones que deseaban trabajar. La tasa de empleo era 56,4% de la PEA, lo que implicaba que el resto de quienes deseaban trabajar, 1.5 millones de personas, se encontraban ocupadas. Los indicadores señalados mostraban una tendencia de deterioro de difícil reversión que luego la pandemia, agravó reflejándose en un aumento adicional del desempleo y en una aún menor ocupación. Las personas en seguro de paro que eran del orden de las 45 mil personas subieron, por la pandemia, a 186 mil en mayo de 2020.
A partir de ese mes, los registros fueron recuperando sus niveles anteriores a la pandemia pero se mantenían insatisfactorios. Desde 2022 comenzaron a mejorar hasta llegar a su situación actual. Los últimos datos, los del mes de setiembre, anterior a las elecciones generales, muestran a un mercado laboral con significativas mejoras respecto a 2020 y en particular a la que fuera en febrero de 2020, el mes previo a la pandemia y el último mes de la gestión de la administración anterior.
La tasa de desempleo se contrajo a 8,1% de la PEA y es notoriamente mayor la tasa de empleo que alcanza a 59,5% de la PEA lo que significa un aumento de 224 mil trabajadores empleados frente a los ocupados en febrero de 2020.
Además de la notoria mejora de los indicadores cuantitativos del número de personas vinculadas al mercado laboral se debe indicar asimismo, que tras la importante caída del salario real —capacidad de compra del salario nominal— durante el tiempo de la pandemia y el de la recuperación de la actividad local y del aumento de precios internacionales por la guerra Ucrania-Rusia, el referido salario se ha recuperado siendo en la actualidad 2,1% superior al del inicio de la gestión de la administración actual. Pese a los efectos adversos provocados por la pandemia y la necesidad de encararla con efectos sobre la actividad económica, en definitiva el aumento del salario real fue menos de la mitad de lo que había sido su incremento en el lapso de vigencia de la administración anterior, que no tuvo factores exógenos tan significativamente adversos como en la primera mitad de la gestión de la administración actual.
Perspectivas
El mercado laboral enfrenta serios obstáculos para seguir mejorando, aun creciendo el nivel de actividad económica. Uno de ellos es la falta de reconocimiento en las negociaciones salariales colectivas, que no todas las empresas de un sector productivo tienen la misma relación laboral con sus trabajadores. Los ajustes laborales, pecuniarios y no pecuniarios entre las partes deberían dejar de hacerse como actualmente que considera esa relación laboral la misma para todas las de un sector y aún de sectores diferentes. Se deberían realizar entre la empresa y la delegación sindical de la propia empresa. Ambas partes conocen las condiciones aceptables por cada una de ellas para el crecimiento y la continuidad de la actividad y son las que pueden observar mejor si el costo de un insumo —los servicios del trabajo no son otra cosa que uno más—, se vuelve más costoso para una empresa, sea por la razón que sea, que la obligará a sustituirlo total o parcialmente.
Y en relación con tema de la sustitución, otro obstáculo para el crecimiento de corto plazo del mercado laboral es el conjunto de facilidades sustitutivas del trabajo relativamente más eficientes, que se viene dando en el mundo en general y que impresiona por la rapidez de concreción. Es el de las innovaciones que permiten las aplicaciones de inteligencia artificial (IA). En el corto plazo la IA puede ir haciéndose cargo de tareas rutinarias sustituyendo a los trabajadores ejecutores actuales de ellas, los que, en el mediano plazo podrían o no, asumir funciones más especializadas por lo que la educación tendrá un rol fundamental.
En definitiva lo que se puede concluir respecto a la evidencia empírica disponible es que la situación laboral ha mejorado considerablemente al término de la actual administración y que la perspectiva sobre la continuidad del crecimiento del mercado laboral muestra obstáculos. La dificultad que se plantea localmente para abandonar las actuales negociaciones laborales colectivas y pasar a las bilaterales entre cada empresa con sus trabajadores es uno. La aplicación de la inteligencia artificial en el trabajo es otro que será, cada vez, más considerable.