En diciembre se dieron a conocer, entre otros, el ajuste de las tarifas eléctricas, y, como todos los meses, el precio de los combustibles derivados del petróleo para el mes entrante. Al momento de redactar esta columna, se informó también el precio de los combustibles vigente para febrero.
Suele comentarse, sobre cada ajuste, si es mayor o menor a la inflación, o a la evolución del precio internacional del petróleo. Siendo en algunos casos superior, y en otros inferior, puede perderse el hilo respecto a si netamente están estos energéticos encareciéndose o abaratándose en el largo plazo.
En esta columna analizamos la evolución de estos precios y tarifas en los últimos veinte años, derivando también algunas reflexiones respecto al proceso de fijación de los mismos.
Evolución de los precios en los últimos 20 años
La gráfica a continuación presenta la evolución en los últimos veinte años del precio de la nafta (gasolina super 95), el gasoil (50S), y la tarifa eléctrica (medida a través de la Unidad Básica de Tasa, que sigue el índice medio de ajuste de las Tarifas Eléctricas), respecto al Índice de Precios al Consumidor (IPC).
La interpretación es la siguiente: si el valor se encuentra arriba de la línea negra (100), el energético ha ajustado más que la inflación desde enero 2004 a ese entonces, mientras que, si se encuentra por debajo, ha ajustado por debajo de la inflación.
Algunas conclusiones rápidas pueden sacarse viendo el gráfico. La primera es que el precio actual de la nafta, gasoil y electricidad es significativamente menor al que sería si hubiese ajustado por inflación estos últimos 20 años. Es de hecho inferior desde octubre 2006 en el caso de la nafta, desde febrero 2016 para el gasoil (con períodos sobre la inflación a inicios de 2017 y en el segundo semestre de 2022), y desde enero 2019 en el caso de la tarifa eléctrica.
El energético que más se ha alejado más del IPC es la nafta, encontrándose actualmente 35% debajo del valor que tendría si hubiese ajustado siempre por inflación, seguido por gasoil 23%, y la tarifa eléctrica 12%.
Esta conclusión puede alcanzarse desde otro punto de vista análogo: en enero de 2004, un litro de nafta costaba 26.4 $, y un litro de gasoil 15.8 $. Pero los pesos de ese entonces tenían mayor poder adquisitivo que los actuales, considerando que la moneda pierde valor por el efecto inflacionario. Ajustando a moneda constante (pesos de diciembre 2023), el litro de nafta en enero 2004 salía 113.6 pesos constantes, y el gasoil 68.1 pesos constantes. El precio recién anunciado para febrero 2024 es 75.5 $/lt la nafta y 53.9 $/lt el gasoil.
La gráfica también permite apreciar el momento en que estos energéticos alcanzaron su valor real mínimo. En el caso de la nafta se registra en noviembre 2020, mientras que en el gasoil se alcanzó en mayo 2021, y en la tarifa eléctrica es prácticamente el valor actual (se registró a fines de 2023, previo al último ajuste). La nafta es hoy 9% más cara respecto al mínimo, el gasoil 10%, y la electricidad medida a través de la UBT 1%.
Profundizando en los aumentos de precio de combustibles superiores a la inflación, puede verse en la tabla y gráfica a continuación que suelen estar relacionados a contextos de suba en el precio internacional del petróleo. Por ejemplo, cuando el petróleo WTI subió a 134 US$ el barril en junio 2008 (116% más de lo que costaba 18 meses antes), o cuando subió a 109 US$ el barril en marzo de 2022 (174% más caro de lo que costaba 18 meses antes).
Sobre el proceso de fijación de precios y tarifas
Desde la entrada en vigor del nuevo mecanismo de fijación de precios de los combustibles derivados de petróleo estipulado en la Ley de Urgente Consideración (LUC), los mismos ajustan mensualmente siguiendo la evolución del precio de paridad de importación (PPI) calculado por URSEA, adicionándose a los costos de la cadena de distribución secundaria y tasas e impuestos correspondientes.
El PPI es el componente de mayor peso en el precio actual de los combustibles, explicando aproximadamente 50% del Precio de Venta al Público (dependiendo del combustible y la variación). Asimismo, el precio de compra del derivado en el mercado de origen (Free-on-Board – FOB, en la metodología actual, en la costa del golfo de Estados Unidos) es el principal componente del PPI, explicando aproximadamente 80% del mismo (sin impuestos, también, dependiendo del combustible y de la variación). Si bien el precio FOB sigue la tendencia del precio del petróleo por derivar del mismo, no significa que se mueva exactamente en la misma magnitud y al mismo tiempo, dados otros factores, como el stock de derivados, y asimetrías en la fijación de precios (el denominado efecto “cohetes y plumas”, en que los precios tienden a subir como cohete, y bajar como pluma), entre otros.
Desde que este mecanismo fue implementado (mediados de 2021), puede apreciarse en la gráfica y tabla como el precio local de los combustibles sigue más directamente, y en ambas direcciones, al precio internacional del petróleo.
Por su parte, la tarifa eléctrica es fijada por el poder ejecutivo considerando el ajuste sugerido por UTE en base a la evolución de sus principales costos, el cual es enviado previamente al regulador (URSEA) para su aprobación, aunque con poca anticipación e información, entre otras cuestiones fiscales y macroeconómicas. Como hemos comentado en otras ocasiones, este proceso se aleja de las mejores prácticas internacionales, y de los criterios técnicos establecidos en el marco normativo vigente en el país, que tienen mecanismos en su diseño incentivar eficiencias en las diferentes cadenas del sector.
Bueno, pero no excelente
Si bien es claramente bueno que los uruguayos pagamos cada vez menos en términos reales por los principales energéticos, hay que recordar que Uruguay es un país con inflación alta. De los 159 países para los que el Banco Mundial reporta el dato en el período 2000-2022, Uruguay se encuentra en la posición 19 en términos de mayor inflación, promediando 8.1%. La tendencia puede ser un tanto engañosa entonces en términos de competitividad externa. Brasil por ejemplo promedia 5.6% y Chile 4.5% (posiciones 29 y 79 respectivamente).
También puede cuestionarse la cuantía de la baja. En el caso de los combustibles, se dieron períodos de baja pronunciada en el precio internacional del petróleo que no parecen haber sido reflejados en el precio local. La fuerte caída en el precio del petróleo de finales de 2014 e inicios de 2015, y en 2020, siendo ejemplos.
En el caso de la tarifa eléctrica, el costo de generación se redujo significativamente a partir de 2014 con la incorporación a gran escala de las energías renovables no convencionales, que, incluso considerando el costo de redes, no parece haber sido reflejada en su totalidad en baja tarifaria, sino en distribución de dividendos, entre otros.
Continuar el proceso de transparencia en la fijación de precios y tarifas resulta esencial no sólo para lograr eficiencias que permitan reducir el costo país, sino para explotar oportunidades de desarrollo futuro. Específicamente relevante resulta para el sector eléctrico, considerando el enorme potencial de crecimiento que asoma por la electrificación de consumos, el hidrógeno verde, y los megaconsumidores como datacenters y minería de criptomonedas, entre otros.
(*) Felipe Bastarrica, director ejecutivo, Observatorio Energía y Desarrollo Sustentable (UCU)