Era imprescindible esperar el desenlace de las elecciones de Estados Unidos para delinear algunas perspectivas económicas globales de 2025 y sus consecuencias sobre nuestros países. ¿Qué cabe proyectar para la economía mundiala partir del contundente triunfo de Trump, su incidencia y otras cuestiones relevantes?
Antes que nada, revisemos algunas herencias de este año.
El mundo económico cierra 2024 dentro de lo esperado, sin grandes sorpresas respecto a lo previsto a fines de 2023. El crecimiento global siguió por debajo del promedio histórico, en torno a 3%.
No hubo aterrizaje duro en Estados Unidos, pese a las altas tasas de interés. Tampoco aterrizaje suave. La economía estadounidense directamente no aterrizó e incluso su crecimiento se aceleró a más de 2,5%.
En paralelo, como indicaban las expectativas, continuó la desinflación hasta cerca de 3% y la Reserva Federal inició el ciclo de relajamiento monetario para dejar la tasa referencial en torno a 4,5% al cierre del año.
Así, Trump hereda una economía creciendo sobre el potencial, en pleno empleo, con expectativas inflacionarias relativamente ancladas, pero con un déficit fiscal cercano a 7% del PIB. Esto último es mucho peor que el punto de partida de su primer gobierno (2017) cuando dicho desequilibrio era de 4%.
En contraste, China —el otro gran motor de la economía mundial— siguió previsiblemente con problemas de crecimiento y presiones deflacionarias. La desaceleración de mediados de año y la casi nula inflación interanual durante varios meses gatillaron estímulos monetarios, fiscales y crediticios. Se trata de “más de lo mismo”, con escaso impacto de largo plazo, sin efecto en subir el crecimiento potencial. Por eso, hacia 2025, la economía china podría volver a decepcionar, más aún en un escenario de conflicto comercial con Trump.
Del resto, poco que agregar. India mantiene su dinamismo, pero también empieza a afectarse por los problemas globales y ciertos riesgos internos de gobernabilidad. Alemania, el ancla de la Eurozona, está en medio de una gran crisis política y Japón cayó de nuevo en el estancamiento.
Como resultado, se han profundizado las divergencias dentro de los países desarrollados, en favor de Estados Unidos, el cual a su vez se ha fortalecido relativamente respecto a los emergentes. Por eso, pese a la baja de la tasa de interés de la Fed, el dólar se ha apreciado frente a las principales paridades, el yuan y varias monedas latinoamericanas. También por todo eso los precios de los commodities han acentuado su debilidad, aunque con heterogeneidad. El bajo crecimiento mundial y la fortaleza global del dólar son malos fundamentos para las materias primas.
Esta es la economía mundial que Trump enfrentará y cuyas políticas podrían consolidarse, según he planteado en columnas anteriores. Evidentemente, con su categórico triunfo, parecen afianzarse para la segunda mitad de la década los riesgos de otra “guerra comercial”, mayor proteccionismo global, alineación y fragmentación geoeconómica, políticas antiinmigratorias, altos déficits fiscales, insostenibilidad de la deuda pública, rebote de la inflación y tasas de interés elevadas por mucho tiempo.
No necesariamente ese conjunto de amenazas se va a desplegar a pleno durante 2025. No se concretaron inmediatamente en el primer gobierno de Trump, sino que empezaron en el segundo año (2018). Siempre suele haber un período inicial constructivo, no tan confrontacional. Y además, en algunos temas como los comerciales, las propias amenazas le han servido a Trump para calibrar, a priori, cambios y reacciones de sus atacados (China, etc).
Donde probablemente haya mayor celeridad sea en extender la rebaja tributaria que vence en 2025, deportar a inmigrantes indocumentados y atacar a la Reserva Federal por no bajar más la tasa de interés.
También se percibe urgencia por desregular la economía, promover la iniciativa privada, reimpulsar algunos sectores y modernizar el Estado. Eso explica la elección de un secretario del Tesoro nuevamente proveniente del sector empresarial y la creación del Departamento de Eficiencia Gubernamental también liderado por dos emprendedores (Elon Musk y Vivek Ramaswamy).
Todo eso consolidaría la mayor fortaleza relativa de Estados Unidos, ya impulsada por ser el epicentro de la Inteligencia Artificial, lo cual no necesariamente es positivo para países emergentes. Se está extendiendo un ciclo parecido al observado en la segunda mitad de los ’90 en medio de La Tercera Revolución Industrial y/o al cierre de la década pasada, ya con Trump en la Casa Blanca. 2025 sería un año confirmatorio en ese ciclo.
Primero, no parece que el bajo crecimiento global vaya a acelerarse el próximo año, en medio de las debilidades del resto del mundo.
Segundo, el potenciado dinamismo de la economía estadounidense podría reintroducir riesgos inflacionarios.
Tercero, el piso de la Fed podría estar cerca de 4%, sin descartar riesgo de rebote después de algunas bajas más pausadas.
Cuarto, la fortaleza relativa de Estados Unidos seguiría favoreciendo al dólar y perjudicando a varias monedas emergentes.
Quinto, todos los anteriores factores macro son adversos para los precios de los commodities, cuyo boom post pandemia seguiría deshaciéndose.
Por último, los flujos de capitales se orientarían más hacia Estados Unidos y las condiciones financieras se volverían más restrictivas para emergentes.
En fin, está claro que no son expectativas internacionales nuevas para el año que viene, ni para el resto de la década. Solo que el contundente triunfo de Trump las volvió mucho más probables.