Finanzas sostenibles: oportunidad y diferenciación

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Foto: Getty Images

OPINIÓN

La señal —la emisión de un bono atado a la sostenibilidad— no va solo en la novedad, sino también al involucrar políticas que trascienden gobiernos, tanto en gestión de deuda como ambiental.

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Si “las Finanzas están en todos lados”, podríamos ahora decir que “las Finanzas Sostenibles están en casi todos lados”. Varios eventos han estado relacionados con el tema durante las últimas semanas en Uruguay y generado interés más allá de quienes lo siguen desde hace unos años.

El concepto, a veces simplificado a “Finanzas Verdes”, refiere la incorporación de criterios ambientales, sociales y de gobernanza, en la oferta y demanda de recursos financieros (ASG por sus siglas en español o ESG en inglés para abreviar Environmental, Social y Governance). Si bien no es una práctica nueva, ya que existen antecedentes de inversiones con ese enfoque desde los ‘60 en Estados Unidos, su despegue se produjo hace una década y su consolidación durante el último bienio.

Tres hitos han puesto recientemente el foco en las Finanzas Sostenibles en Uruguay: la colocación del gobierno de un Bono Vinculado a Sostenibilidad (SLB por sus siglas en inglés); las posibilidades de producir y exportar Hidrógeno Verde; y las Jornadas de Finanzas de la Universidad de Montevideo (UM), donde oportunamente estos temas se abordaron con buen enfoque práctico.

¿Qué aprendimos de todo esto? ¿Cómo está parado Uruguay?

1. “Está casi todo por hacerse” como dijo Marcelo Caffera, profesor de la UM y asesor del Ministerio de Economía y Finanzas (MEF) en temas ambientales. Es un cambio acelerado en el paradigma de las finanzas globales que es multisectorial y multidisciplinario, abarca gobiernos, reguladores, organismos multilaterales, empresas, trabajadores, ahorristas e inversores y a la sociedad civil en general.

2. Por supuesto que el proceso de inversión no debe perder el foco en sus objetivos básicos de rentabilidad, riesgos y liquidez, pero a la larga les favorece incorporar los criterios ESG según dos enfoques que bien distinguió Verónica Ayzaguer de Agroempresa Forestal. Por un lado, adoptando prácticas para mitigar riesgos ambientales, sociales e institucionales (“inversiones sostenibles”), o por otro lado, para impactar positivamente en algunas o en todas esas áreas (“inversiones de impacto”).

3. La colocación del bono uruguayo vinculado a indicadores de cambio climático, que mezcla ambas categorías, constituyó un hito significativo en términos de señal e innovación global y de reafirmar políticas de Estado. El costo final de financiamiento será mayor (menor) si (in)cumple con las metas establecidas en materia de reducción de gases de efecto invernadero en la ganadería y expansión del bosque nativo. La señal no va solo en la novedad, sino también al involucrar políticas que trascienden gobiernos, tanto en gestión de deuda como ambiental. Ciertos compromisos vienen de la década previa en la descarbonización de la economía y el crecimiento de las energías renovables, y otros deben sostenerse en la próxima.

4. Justamente, Uruguay se diferencia en los países emergentes con mejores resultados e indicadores estructurales, como ha insistido Herman Kamil de la Oficina de Deuda del MEF. A los avances en indicadores ambientales, se suman los sociales e institucionales, todo lo cual reduce “el riesgo país” según el índice ajustado por criterios ESG de JP Morgan y eleva la ponderación uruguaya en las carteras dedicadas a bonos emergentes. Queda, por cierto, mejorar en educación (social) y en los gobiernos corporativos de empresas públicas y privadas.

5. Las calificadoras de riesgo también han empezado a considerar estos factores en sus notas crediticias. Si bien los factores no financieros siempre han estado en las evaluaciones soberanas de las agencias, durante el último tiempo han ido ganando importancia en las calificaciones corporativas, según Daniela Valenzuela de Moody’s. Se trata de una visión más integral de la resiliencia y capacidad de repago de los deudores en el largo plazo. La mala gestión de las empresas en aspectos ESG puede constituir una grave amenaza a su supervivencia.

6. El sector privado, tanto desde los oferentes de recursos (AFAP y otros ahorristas e institucionales) como desde los demandantes (emisores corporativos), está más avanzado en Uruguay que en otros países de desarrollo relativo, como mencionaron varios expositores, pero esas prácticas deben profundizarse en las (pocas) empresas que ya las implementaron y extenderse al resto. Hay desafíos importantes en adoptarlas, monitorearlas, verificarlas y transparentarlas. También para los reguladores y otras autoridades, en términos de promoción y coordinación de esfuerzos, tal como el rol de la novel Mesa de Finanzas Sostenibles.

7. Si bien los organismos multilaterales también podrían incorporar los criterios ESG en sus financiamientos y condicionalidades, se los ve más como facilitadores para conectar demanda con oferta, acercando inversores a la región y ayudando a atenuar ciertos riesgos (derisking).

8. En este contexto, la producción de hidrógeno verde representa una gran oportunidad para Uruguay, no solo por sus múltiples usos e impactos positivos en la actividad económica, la generación de divisas y la diversificación de exportaciones (sectorial/geográfica), sino también por su gran aporte en la dimensión ambiental. La velocidad de esta segunda transición energética debe ponderarse bien, como alertó María José González del MIEM, para no repetir errores del pasado. Pero dados los ritmos uruguayos, es preferible errar por ir algo rápido, que quedarse muy atrás de la competencia referente.

En conclusión: las Finanzas Sostenibles están aquí y llegaron para quedarse. A todos comprenderá, a nadie debería dejar indiferente. Ni a este espacio, que volverá sobre el tema.

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