Ratificar el rol del gas natural como la fuente de energía de la transición entre los hidrocarburos y las nuevas renovables fue uno de los temas centrales de la reunión de ministros de energía de Asunción la pasada semana, en el marco de laSemana de la Energía. Vaca Muerta, en Argentina, aparece en el centro de una estrategia de integración y comercio con Chile y Brasil, además de Paraguay y Uruguay. Andrés Rebolledo, Secretario Ejecutivo de la Organización Latinoamericana de Energía (Olade), destacó también la decisión de 21 de los 27 países miembros de no construir más plantas de carbón, mientras se anuncia el inicio de una fase de exploración de la energía nuclear, en base a centrales de pequeño porte. En este contexto, la renta petrolera es clave para varios países de la región, “lo que no puede discutirse”, y la solución pasa por “orientar parte de esa renta en el desarrollo de fuentes renovables”, de cara a un futuro donde el petróleo comience a declinar, “no antes de 2040”, aventuró Rebolledo. La región llegó al 68% del total de la electricidad generada por renovables, pero sigue incrementándose la producción de hidrocarburos, advirtió. A continuación, un resumen de la entrevista.
—¿Qué puntos destaca que plan de acción definido por los ministros de los países que integran Olade?
—La reunión de ministros de Paraguay fue la culminación de muchas iniciativas y actividades que hacemos durante el año, y donde pudimos verificar el avance, por ejemplo en materia de integración gasífera entre los países de la región. En esta ocasión, se resolvió crear un Consejo Regional de Planificación Energética en la región, acordamos establecer una meta de eficiencia energética que se sumará las metas de incorporación de energías renovables ya existentes. Lamentablemente ese indicador no ha mejorado desde la pandemia a nuestros días. También se asumió el compromiso de no construir más plantas de carbón y de explorar la eventualidad de un avance en energía nuclear. Los desafíos son muchos, en una región donde la oferta total de energía aumentará 2,2% este año, mientras la demanda crece 3,8%.
—¿Cuál es el avance en materia de integración gasífera?
—Hay dos procesos en curso; uno, un estudio realizado durante todo este año, sobre oferta y demanda de gas en la región, así como la identificación de proyectos, en una primera etapa entre Argentina y Chile. En segundo lugar, se firmó junto con CAF el lanzamiento de un estudio regional para los países de Mercosur y Chile, que nos va a permitir identificar, junto con los gobiernos y el sector privado, aquellos proyectos que tienen las condiciones de ser desarrollados desde cero o ampliar la infraestructura existente en otros, basado especialmente en los flujos de oferta derivados de Vaca Muerta y la demanda de los países vecinos. El gas natural es clave en el proceso de transición y así debemos tenerlo en cuenta.
Pero además, hace dos años que venimos trabajando en el Observatorio de Metano, en un esfuerzo de seguir desarrollando un sector de gas natural de baja emisiones. Tenemos el diagnóstico, el estado de la regulación en cada uno de los países, lo que se requiere tecnológicamente, etc.
—¿La oferta de gas natural está centradas únicamente en Vaca Muerta?
—Hay otro epicentro productivo importante, dado por la reserva y producción de Venezuela, así como la regasificación de Trinidad y Tobago y la posibilidad de generar infraestructuras vinculadas a ese centro en la parte norte de América del Sur. Cuando culminemos el estudio de esa zona, tendremos un panorama completo de América del Sur que sirva de orientación para gobiernos y actores privados.
—¿El gas natural de Vaca Muerta puede ser el gran respaldo para la parte sur de la región?
—Hay una disposición, voluntad y apetito de integración en materia de gas natural. Hay demanda fuerte desde Chile y Brasil, está también Uruguay, Paraguay está muy activo con la intención de ser el paso de la conexión entre Pacífico y Atlántico. Argentina mostró buena disposición, cuentan con esa indudable riqueza, la están desarrollando de una manera sustentable y me atrevo a decir que habrá una integración en ese sentido.
—¿Es posible trabajar en conjunto sobre la base de energías renovables en una región tan heterogénea, donde varios países mantienen importantes niveles de producción de petróleo y gas?
—Es cierto, son dos realidades que conviven. Es indudable que la energía renovable crece en América Latina. Este año vamos a alcanzar el 68% de la electricidad de la región derivada de eólica, solar e hidráulica, con un incremento del 5 puntos porcentuales este año. Hay muchos avances en energía solar offshore, también geotermia. Todo eso habla de un impulso que no se detiene. Pero efectivamente hay países donde su economía está fuertemente atada a los hidrocarburos. De hecho, este año 2024 la producción de petróleo va a crecer nuevamente en América Latina. Es el cuarto año consecutivo de crecimiento, aunque con una leve baja en el consumo de derivados. A fin de cuentas, el sector hidrocarburos, destinado especialmente a la exportación, implica rentas importantes para los países productores. Y esas rentas muchas veces son las mismas que habilitan la posibilidad de avanzar en la transición y transformación. Mientras exista una decisión política en ese sentido y se avance hacia la transformación, vamos bien. Pero no podemos ignorar que el petróleo probablemente tiene un ciclo de alza hasta 2040 y recién allí comenzaremos a ver una baja en la curva de producción de hidrocarburos.
—¿Hay ejemplos concretos en la región en que estén redireccionando las utilidades del petróleo hacia el desarrollo de energías limpias?
—Guyana, que tiene muy importantes reservas de petróleo en una primera fase de descubrimiento, lo va a comenzar a hacer. Argentina también lo ha venido haciendo, tratando de descarbonizar su propio sector de gas, utilizando parte de la renta obtenida. Hay varios ejemplos en la región, que empiezan a actuar en ese sentido.
—¿Qué alcance tiene el pacto alcanzado en la reunión de ministros de Olade de detener la construcción de nuevas plantas carboeléctricas?
—Fue una declaración voluntaria de los 27 países de América Latina, y la firmaron 21; los países se comprometen a no construir nuevas plantas carboeléctricas; varios países ya lo habían decidido, otros no sólo no construir, sino que cerrar. Es un compromiso de abatir la producción de energía en base a ese mineral, que tiene un efecto en términos de emisiones más alto que cualquier otro. Este año ya hay una baja del 20% en la producción a partir de carbón. Hay una decisión de 21 países de excluirlo de sus matrices. Lo firmó Colombia, por ejemplo, que es un gran productor de carbón. Los que no lo firmaron son, en algún caso, países que aún producen, pero se comprometieron a no construir nuevas. A ver, algunos de ellos todavía producen, pero lo que se comprometen es no construir nuevas. En otros casos, son países que su marco legal les permite, teóricamente, ese tipo de producción de energía, y por eso han preferido aún no suscribir la declaración.
La producción de energía eléctrica en base a carbón cayó en forma muy importante este año.
—Por otra parte, se creó un grupo de trabajo para explorar la posibilidad de avanzar en energía nuclear. ¿Cuál es el objetivo de retomar este tema?
—Hay países en América Latina que se han planteado como una opción incorporar energía nuclear. El Salvador está trabajando de cara al año 2030 en un primer desarrollo, por ejemplo. Se trata de proyectos modulares, pequeños, reactores que pueden ser desde 30 megas hacia arriba, que utilizan una superficie muy pequeña, no mayor a la mitad de un campo de fútbol. Con estándares de seguridad muy superiores a lo que se conoce tradicionalmente. Hoy, en la región, solo México, Argentina y Brasil tienen energía nuclear. Representa solo un 2% de la electricidad generada en la región. Hay un espacio importante de crecimiento y a varios países les pareció importante tener un espacio de trabajo, conocer la experiencia de aquellos que ya la tienen instalada y evaluar la posibilidad. Sobre todo, en países que han debido afrontar cortes de suministro que han afectado la seguridad energética y por tanto, lo manejan como una solución de respaldo.
—¿Qué opinión tiene Olade sobre el tema?
—Nos parece que, en la lógica de la nueva tecnología nuclear, que ya no son los grandes reactores que conocemos, sino otro tipo de tecnologías, los países deben analizar sus opciones en función de sus propias capacidades. Es pensada como una energía de base, que además nos genera emisiones y por tanto, puede ser una alternativa interesante.
—Los bancos multilaterales, presentes en las reuniones de Asunción, ¿darán el respaldo que la región necesita para comenzar a acortar el fuerte déficit en infraestructuras vinculadas con la energía?
—Los tres bancos —BID, CAF y Banco Mundial— se mostraron muy dispuestos y comprometidos en apoyar la transición energética en América Latina, con instrumentos de financiación innovadores, con un conocimiento además muy bien enfocado en lo que la región necesita. Ya están apoyando varios proyectos y ratificaron su interés en respaldar estos procesos.
—También hubo un encuentro con entidades empresariales, incluidas petroleras…
—Allí surgieron mensajes importantes; uno es que la transición no es solo eléctrica, sino que hay que descarbonizar la demanda, como un tema fundamental. Y dos, que lo eléctrico no solo es generación eléctrica, sino que hay que avanzar ya, con habilitar y acelerar las inversiones en transmisión y distribución. También, hay señales importantes en cuanto a la necesidad de generar las condiciones para habilitar inversiones en almacenamiento eléctrico. Es relevante para que esas inversiones se canalicen que los países pongan en marcha esos procesos y ajusten sus normativas en función de poder avanzar en la materia.
—Mientras se desarrollaban las reuniones de Olade, Ecuador resolvía declarar feriados consecutivos para aliviar la demanda, luego de varias jornadas de cortes programados. También Colombia está con restricciones. ¿Cuál es el mensaje de Olade ante esa realidad?
—Lo primero es que, en las plenarias, los ministros de los países en problemas compartieron su visión sobre esa realidad. Si bien son respuestas nacionales las que deben darse, también hay un espacio de colaboración regional. Lleva mucho tiempo, es difícil con la situación actual dar respuesta en la coyuntura, pero es necesario avanzar en la diversificación en materia de generación eléctrica. Depender de fuentes alternativas es clave, como lo vive Ecuador ante una sequía que redujo la generación hidroeléctrica. Segundo, la integración de los sistemas eléctricos, que no solo es comercial, sino que también debe dar respuesta a estas situaciones de crisis. Se debatió mucho sobre este punto. Acá es importante contar con sensibilidad política y actuar en consecuencia. Cooperar es fundamental.