Gustavo Trelles, CEO de Santander: el viento a favor por las altas tasas “que va a amainar” y la preocupación por proyecto de ley de usura que “amenaza a las financieras”

Los altos costos de la banca en Uruguay lo ubican en el “top tres” global; los resultados netos de la intermediación financiera “no son tan atractivos como la gente supone”, afirma el ejecutivo.

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Gustavo Trelles, CEO de Banco Santander Uruguay
Gustavo Trelles, CEO de Banco Santander Uruguay
Foto: Darwin Borrelli

Las altas tasas de interés internacionales le permitieron a la banca en el líquido sistema local, capturar ganancias extraordinarias. “A corto plazo será diferente, con una rentabilidad estándar”, asegura Gustavo Trelles, Country Head de Banco Santander Uruguay. Más allá de coyunturas, el ejecutivo define la plaza local como “baja” en términos de crédito en relación con PIB. Además, Ubica a Uruguay como un país “en el top tres mundial” entre los mercados con mayores costos para el sector. Trelles advierte que esos costos, “todavía crecerán más” a partir de la reforma de la Caja Bancaria, sobre la que dice “no se encontró otra mejor”. Asegura que “es imposible” que se revierta la tendencia de reducción de trabajadores en la banca y subrayó que las propuestas de “intervenir” en el mercado de crédito “son preocupantes”, en referencia al proyecto de ley de usura y el objetivo de plebiscitar una reestructura de deudas de consumo. A continuación, un resumen de la entrevista.

—¿Cómo define los resultados de la banca en 2023?

—Fue un año excepcional para toda la industria y récord para Santander en sus 42 años en el país. Dado que el sistema financiero uruguayo tiene la característica de ser un mercado de altísima liquidez, en los periodos de suba de tasas internacionales se genera una rentabilidad muy por encima de la promedio, porque todos nos beneficiamos de esta suba y la posibilidad de colocar el exceso de liquidez a tasas y retornos mucho más interesantes.
Por lo tanto, mientras duren estos escenarios de tasas altas en el mundo claramente los sistemas financieros como el uruguayo tienen ingresos extraordinarios que se ven reflejados al final en la cuenta de resultados. El punto está en que cuando empieza la baja de tasas, que se viene próximamente, aunque aún no está claro cuándo, se genera un ingreso menor al del escenario anterior que comentábamos.

—El año próximo, dado el escenario planteado, será de menores rendimientos…

—La evolución de las tasas es determinante para esta industria. De todos modos, no es que haya una afectación inmediata de las condiciones de liquidez a partir de la baja en las tasas, pero claramente deberíamos entrar en un proceso, en el sistema financiero uruguayo, de disminución de la rentabilidad. Eso no quiere decir que no se mantengan rentabilidades atractivas, sino que serán menores. Lo importante es entender que hubo circunstancias exógenas que hicieron que tengamos una renta superior a la normal y que eso no se va a mantener.

—Más allá de esos vaivenes coyunturales, el crédito en relación con el PIB se ha mantenido incambiado en Uruguay por mucho tiempo…

—Así es. No sólo es bajo comparativamente a nivel internacional, sino que está planchado, más allá del crecimiento de dos dígitos del volumen del crédito en los últimos tres o cuatro años. Pero el crédito en Uruguay crece cuando crece el PIB y el consumo, y se mantiene en el entorno del 26% del producto. El año próximo va a reflejar niveles de crecimiento más estándares en relación a los últimos 10 años. En el caso de Santander, seguimos creciendo y ganando cuota de mercado. En la actualidad somos el banco privado más grande del país en volumen de negocios.

—¿El buen resultado de 2023 se apoyó especialmente en algún segmento de crédito?

—Tuvo un impulso adicional el sector agropecuario, producto de la sequía. Pero dentro de lo esperable, sin sorpresas. Tuvimos un crecimiento medio estándar entre todos los segmentos. Como grupo Santander, este año lanzamos un proyecto nuevo, Mi Auto, con foco en la financiación de la compra-venta de autos nuevos y usados, que ha tenido una performance destacada.

—¿Por qué no crece el crédito en relación al PIB?

— Uruguay es muy estable y tiene un sistema financiero de los más solventes del mundo. La oferta que hoy tienen los clientes es abundante, accesible y flexible, para todo tipo de clientes. Creo que puede haber un tema cultural, de no animarse un poco más a endeudarse, a financiar su proyecto, muchas veces sin capital propio. Otras sociedades son más proclives a tomar un crédito en diferentes situaciones.

—Desde la industria siempre se destaca que el sector tiene resultados son bastante acotados en el país. Sin embargo, recién hablábamos de años récord…

—En volumen de negocios, sí. Ese es un punto esencial del análisis, porque cuando uno mira los spreads de la intermediación financiera en Uruguay, son atractivos. Pero es spread bruto; el tema es cuando se empiezan a asignar costos y se llega a un neto que deja de ser tan atractivo y muestra a Uruguay, algo por debajo del promedio en la rentabilidad sobre patrimonio entre países comparables en Latinoamérica. Son los mayores costos, diría en un top tres de mercados comparables por escala, a nivel mundial, sin ningún lugar a dudas. Respecto al Grupo Santander, los costos en Uruguay son los más altos entre todos los países donde opera. Allí pesan costos regulatorios, fiscales, operativos, salarios, etcétera; lo que queda es bastante menor y no tan atractivo.

—¿Es una de las razones por las cuales no ha habido ingreso de nuevas institucionales en el país?

—Muchas veces escuchamos que se hace referencia a Uruguay como una plaza financiera atractiva. Pero alcanza con ver en los últimos 20 años qué bancos nuevos entraron al país, qué adquisiciones hubo o qué marcas ingresaron. En ese período, las licencias bancarias en el país han disminuido y en los últimos 10 años no hay bancos nuevos operando. No sé si es tan interesante entonces el mercado uruguayo.

—¿Cuál es el aspecto que considera menos beneficioso para el negocio?

—Los costos operativos de la banca en general son absolutamente altos. Ya lo eran antes del incremento a partir de las reformas introducidas en la caja profesional, pero lo serán mucho más a partir de ahora. Los costos adicionales que se tuvieron que asumir para dar una solución a la caja, con el objetivo de que ésta pudiera cumplir con sus servicios, tienen un peso muy importante en el negocio. Es un tema que hay que ver qué sostenibilidad tiene en el mediano y largo plazo, para entender cuán atractivo puede ser que un banco se instale en el país en el futuro. Los balances de los bancos son públicos y alguna consultora independiente tiene reportes hechos. Allí pueden observarse claramente los resultados y los costos muy altos que tiene el sector. Entre ellos, cuánto cuesta un funcionario bancario promedio. No hablamos de salarios solamente, sino todos los costos asociados.

—Un reciente trabajo de Ceres hizo referencia a que, a cada 100 pesos de salarios había que adicionarle otros 63 de costos…

—Está perfecto ese cálculo. Y eso era antes de la reforma. Con los costos adicionales establecidos, esa cifra se incrementa. Sé que son temas sensibles, pero la sensibilidad no le quita realidad, y la realidad nos muestra números que no son muy auspiciosos. Será cuestión de ir evaluando si son sostenibles o no y qué deberíamos hacer los bancos en los próximos años para volvernos más competitivos y poder mantener los niveles de rentabilidad que hoy, insisto, están por debajo del promedio de los países comparables.

—¿Fue una mala solución la que se aprobó para la Caja Bancaria?

—No; fue una solución que todos buscamos, no se encontró otra mejor. Es muy bueno haber llegado a un acuerdo y procurar dar sostenibilidad al sistema, pero eso no quita que en definitiva, termina incrementando los niveles de costos de la banca.

—En los últimos diez años, los trabajadores del sector bancario pasaron de ser algo más de 9 mil a unos 6 mil. ¿Esa tendencia de reducción va a seguir?

—Desgraciadamente, es imposible que haya una expectativa de más cantidad de funcionarios bancarios en los próximos años en el país, ni siquiera los mismos que hay hoy. Esa es una tendencia que no va a cambiar y que muchos la asocian a la digitalización, al automatismo y a la innovación, pero yo diría que esa baja en Uruguay en los últimos 10 años es consecuente. No es de los últimos tres años por la pandemia o la aceleración de la automatización. Ahora se podrá acelerar con los cambios tecnológicos, pero ya estaba en el país. Y no hay forma de revertirla. En los próximos años va a haber menos funcionarios bancarios en Uruguay.

—O sea, seguirá la tendencia de menos activos para cubrir la caja. Quizás dentro de una década haya que volver a plantearse una reforma…

—Es un riesgo posible. En 2008, desde la banca se advertía de esta situación. Con una postura bastante distante de otros sectores de interés y desgraciadamente se tuvo razón. Quizás, dentro de cinco, diez o quince años habrá que tomar nuevas medidas. Es un problema global, y acá acabamos de terminar una discusión buscando otorgarle sostenibilidad a la caja bancaria; serán otros los encargados en el futuro de dar esa discusión. Ojalá eso suceda en el más largo plazo posible.

—Con las actuales condiciones, ¿hacia dónde puede expandirse el negocio en Uruguay?

—En Uruguay, el 84% del negocio está concentrado en 4 bancos, si le sumamos un quinto banco, estamos en 93%. Hay una concentración muy alta, y el país deberá resolver en temas vinculados con regulación, costos u otras condiciones, qué sistema financiero quiere. Es un sistema financiero súper sólido, de los más sólidos del mundo, pero cuando miro las exigencias del capital para prestar en el Uruguay son 30% mayores que las que marca Basilea, que es el estándar de estabilidad y seguridad del sistema financiero mundial.

—¿Considera que se sobre reaccionó a la hora de establecer condiciones en el sistema financiero uruguayo?

—Hay que reequilibrar muchas cosas; parte de ese equilibrio será regulatoria, parte debería ser fiscal… somos el único sistema financiero del mundo junto con Suiza que tiene un impuesto del patrimonio. Pero además, Suiza puede descontar impuestos a la renta e impuesto al patrimonio, o sea termina siendo casi cero, lo que no ocurre en Uruguay, donde además el impuesto al patrimonio en los bancos es 2,8% mientras que en el resto de las empresas es 1,5%.
Habrá que ver qué márgenes hay para adecuar esas condiciones y generar un entorno más favorable.

—¿Entiende que el tema ocupa un lugar en la agenda política?

—Creo que todos los operadores vinculados al sistema financiero tendríamos que estar ocupados en ver cómo, además de un sistema sólido, podemos tener un sistema rentable, viable, sostenible en el largo y mediano plazo. Entre otras cosas, sería bueno desconcentrarlo, que haya otras unidades de negocio, otros jugadores… pero no es un tema que puedan resolver por sí solos aquellos que formamos parte del sistema. Hay muchos operadores, stakeholders del sistema financiero que deberían estar pensando en cómo hacer el sistema un poco más flexible, más interesante para que haya más competencia, mejores propuestas, más exigencia en el mercado. Claramente, el sistema político también debe prestar atención a estos objetivos, y sería bueno hacerlo ahora, cuando estamos hablando de años con muy buenos resultados para tomar medidas que vayan en beneficio de todo el mundo, los clientes, el propio país, los accionistas de los bancos. No esperar a años donde puede haber dificultades.

Gustavo Trelles
Gustavo Trelles
Foto: Darwin Borrelli

—El contexto, desde lo político, ofrece algunas señales hacia el sistema financiero. Por un lado se aprobó en primera cámara un proyecto de ley de usura y por otro, hay una recolección de firmas que avanza para la reestructura de deudas…

—Seguimos esos temas con mucha preocupación; hay que entender las implicancias de todas estas acciones, cuáles pueden llegar a terminar siendo las consecuencias En el caso de la ley de usura, así como está redactada hoy, si no tiene modificaciones, creemos que puede tener repercusiones muy negativas para el sistema. Tiene que haber instancias para que los legisladores entiendan cuáles son los riesgos de medidas de este tipo. En suma, los bancos cumplimos el 100% de la regulación y la ley, por lo tanto, tendremos que adaptarnos a operar con la ley que esté vigente. Pero advertimos de los riesgos.

—¿Qué repercusiones tiene en el sector una medida así?

—Muchas empresas del sector financiero, con las nuevas condiciones de juego, corren riesgo de no poder seguir jugando el partido. No hablo de bancos, sino de financieras.

—Uno de los puntos centrales de la iniciativa es dejar de contar a las financieras a la hora de establecer un promedio de tasas…

—Si esto se hace, la tasa de interés se fijaría más baja, sensiblemente más baja, lo que haría que las financieras tuvieran que evaluar a quién seguir prestándole. Determinados segmentos de clientes a los que hoy se les presta servicios, seguramente mañana ya no sea atractivo o directamente, no sea viable, bajo las condiciones que fija la nueva ley de usura. Ojalá haya espacios para mejorar esas propuestas. El crédito en Uruguay es muy inclusivo, a nivel nacional y alcanza a diferentes estratos, un negocio regulado, conocido y controlado, que hay que preservar. Por eso se discute sobre tasas, porque son públicas. La otra opción es la informalidad, donde nadie sepa cuánto se cobra y bajo qué condiciones.

—Pero el nivel de tasas, alcanza niveles muy altos en algunos casos…

—Seguramente hay margen para hacer las cosas mejor y para que los clientes tengan una mejor propuesta, más barata, más accesible. Bajar de tasas de 100%, que las hay, puede haber margen. Habrá que buscar la forma, sin caer en un drástico cambio de condiciones para empresas instaladas que cumplen con todo lo que les marca la ley vigente.

—El legislador redactor del proyecto entiende que si buena parte de las firmas financieras son parte de grupos bancarios, no debería haber un costo adicional en el dinero que estas empresas prestan…

—Eso es un error conceptual, incluso un desconocimiento de la normativa. Las financieras propiedades de los bancos son empresas independientes, sociedades anónimas independientes, que tienen que acceder a condiciones de crédito idénticas a la de sus competidores, de lo contrario estaríamos subsidiando, a través de un negocio bancario, a empresas que tendrían una competencia desleal respecto de otras, porque accederían a un fondeo mucho más barato; no lo permite el Banco Central ni tampoco la norma ética del mercado. Las administradoras de crédito no pueden tomar depósitos y tienen que salir al mercado a captar fondos, principalmente a través de línea de créditos con el sistema financiero y las condiciones tienen que ser idénticas o similares respecto a la evaluación de riesgo del resto de los competidores. Ese costo asociado es real.

—Otro punto de este proyecto es atender las múltiples denuncias de usuarios acerca de la forma de actuar de aquellos que compran las carteras.

—Es un buen punto y hay terreno para trabajar. Muchos bancos, es el caso de Santander, tenemos controles sobre estas empresas, apuntando a los modelos de gestión, las condiciones en que se hacen las gestiones de recobro, y por otro lado también controles prácticos, o sea escuchas sobre las gestiones de cobranza. Eso no quiere decir de que seguramente haya procedimientos que no corresponden, que hay que revisar y me parece que todos los bancos de los grupos económicos que estén vinculados a administradores de crédito o cualquier otro de estas carteras bancarias que se venden, deben estar dispuestos a colaborar para haya mejores prácticas respecto a las cobranzas.

—En paralelo, está en marcha la recolección de firmas para la reestructura de deudas que se busca someter a consulta popular el año que viene…

—Esa es otra fuente de preocupación. Porque entre otras cosas, tanto de la asociación de bancos privados como de la asociación de administradores de crédito, estamos absolutamente a favor de encontrar alternativas de reestructuración de deuda, de buscar caso a caso, soluciones a los clientes. Hemos estado trabajando en propuestas y hay unanimidad en los sectores vinculados a estos temas, de amplitud y flexibilidad para encontrar alternativas que hagan que muchos uruguayos que no pudieron pagar en su momento, puedan hacerlo.
Lo que preocupa es que lo que se busca es una salida administrativa, general. Son cuestiones que no tienen muchos antecedentes en Uruguay. Todos los actores del sector actuamos bajo reglas y condiciones establecidas. Pasar a leyes que empiecen a regular los precios, con reestructuras que son muy complejas de explicar en el exterior, además de afectar el negocio, no nos hace bien.

—¿Han observado alguna señal de afectación en el mercado a partir de la presentación de estas iniciativas?

—Por el momento no. Es un tema que está presente en la agenda ya hace rato, pero no hemos visto afectación en el comportamiento del mercado, ni en la morosidad ni en la oferta de crédito ha tenido ningún tipo de impacto este tema.
Ahora, estamos hablando de reestructura de deudas en un país que tiene el menor volumen de crédito respecto del PIB de toda América Latina, en un país que es súper liquido porque no da cuenta de todo el crédito disponible. Sin embargo, hay un discurso sobre endeudamiento y de precios altos, que puede ser real para un segmento de personas, familias o empresas, pero no es algo masivo. Entonces, atendamos las situaciones complicadas, pero no afectemos todo el mercado.

—Visto este escenario donde se plantean modificaciones al negocio del crédito en el corto plazo, ¿afecta el optimismo que planteaba al comienzo de la entrevista?

—Negar que hay iniciativas que pueden impactar en el sector, seria miope. Pero insisto, hay espacio para mejorar, hacer correcciones, respetando la regulación y a todas las partes. Muchas veces se mira con prejuicio a un banco y se dice: “¡ganó 50 millones de dólares!”, pero si hay que tener 700 millones de dólares de patrimonio para ganar 50, capaz que la ecuación no es tan clara. Hay que hacerle entender a la sociedad que los números de los bancos no es solo mirar la última línea del balance un año en donde puede haber ganado 20, 30, 50 millones de dólares, sino entender cómo se ganó, cuánto se invirtió para llegar a esa cifra y las regulaciones y costos que debe cumplir. Y la función que cumple en el país. Solo la banca aporta más de 400 millones de impuestos al país por año. A la hora de pensar qué sistema financiero queremos para los próximos 10-15 años, tenemos que mirar todos los números, tener en cuenta las condiciones del mercado, las coyunturas y las posibilidades de tener un modelo atractivo y sostenible.

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