Del otro lado del charco, está sobre el tapete el “costo de la política”. Tema que ha sido exacerbado por un líder político como Javier Milei que en poco tiempo pasó de ser casi un desconocido a desempeñarse en la Presidencia de la Nación. Entre otras cosas, precisamente por haber puesto el foco en ese costo, motosierra en mano. Su discurso electoral “anti casta” tuvo una correspondencia biunívoca evidente con la visión social sobre la casta y su costo como problemas.
¿Y de este lado del Plata, cómo andamos en ese sentido? Salvando las distancias, que felizmente son enormes, nuestro collar tiene unas cuantas perlas.
El Parlamento tiene la misma cantidad de 130 miembros desde hace décadas, pero no hace muchas, decidió ampliar su locación a un Edificio Anexo. A todo esto, ¿son necesarios 99 diputados? ¿O alcanzaría con 49? En el Senado sólo hay 30 miembros que se reparten el trabajo en todas las comisiones.
La Presidencia de la República, que estuvo añares en el Palacio Estévez (donde llegó a albergar un Consejo Nacional de Gobierno con nueve miembros), luego incorporó al Edificio Libertad (hoy sede de ASSE) y después se mudó a la Torre Ejecutiva. En gobiernos anteriores la Presidencia sumó funciones que en algunos casos duplican a las que realizan otras dependencias públicas y en este período eso no cambió.
Además de las dos situaciones anteriores hay una tercera innovación que, al menos a mí, me rompe… los ojos: las famosas alcaldías, más de 100, sin las cuales las Intendencias Municipales se las arreglaron muy bien desde siempre. ¿Qué necesidad había de añadir un piso a la estructura política del sector público o a la llamada “carrera de los honores” de los políticos profesionales?
En todo caso, los 19 Gobiernos Departamentales lucen excesivos en un país de la dimensión del nuestro. Si no fuera por los “localismos” tan propios de nuestra idiosincrasia, bastaría con cinco “Gobiernos Regionales”. Menos intendentes, menos cargos políticos y de confianza, muchos menos ediles.
¿Y los entes binacionales, que a veces son “premios consuelo” y fuente de empleo de correligionarios?
Y después está el tema de los ministerios, que tenemos 16. Los 14 que se llaman de ese modo más la Secretaría de la Presidencia (SP) y la OPP, que tienen igual rango, pero cuyos titulares no pueden ser interpelados. En este caso tengo una convicción: son demasiados y, peor aún, con materias desactualizadas. ¿Quién, en su sano juicio, puede defender que se mantenga, grosso modo, la misma estructura de ministerios desde hace décadas? Con el agravante de que dos por tres se termina creando uno nuevo, más para dar lugar a un cargo adicional para repartir entre quienes forman parte del gobierno que por la importancia de la materia de que se trate. Así ocurrió en este período y ya hay en la vuelta propuestas para crear otros en el próximo.
En la entrevista que mantuve en diciembre de 2022 en el Podcast “Nominal” de la UCU con Omar Paganini, entonces Ministro de Industria, Energía y Minería, lo despedí como “Ministro de Innovación, Energía y Modernización”, la misma sigla, pero con contenido y sustancia totalmente diferentes, en línea con los temas que habíamos tratado durante la hora anterior.
Eso me llevó a pensar en los actuales ministerios, la lógica de su existencia y su eventual remplazo por una estructura más acorde a los tiempos que corren y a las cosas que hoy importan. Y, dándole vueltas al tema, llegué a ocho ministerios, aun cuando tres de ellos, por su naturaleza, no cambiarían: el de Interior, el de Defensa Nacional y el de Relaciones Exteriores. Aún sin tocar a la SP y a la OPP, la cantidad de los restantes ministerios se podría reducir de 11 a cinco.
Una salvedad a realizar: la Constitución sólo permite la existencia de un Subsecretario en cada ministerio, cuando a mi modo de ver sería preferible que hubiera múltiples, como se verá a continuación. Mientras ello no fuera modificado, se podría utilizar la figura de la Dirección Nacional para las materias que lo requieran.
Veamos entonces cuáles serían los cinco ministerios restantes y qué funciones actuales y adicionales tratarían.
Uno, el Ministerio de Infraestructura, reuniendo al actual de Transporte y Obras Públicas, al de Vivienda y Ordenamiento Territorial y a la materia de Energía (del actual MIEM).
Dos, el Ministerio de Salud y Políticas Sociales, incluyendo al actual de Desarrollo Social, al de Salud Pública y a la materia de Seguridad Social (del actual MTSS).
Tres, el Ministerio de Producción, incluyendo al actual de Ganadería, Agricultura y Pesca, al de Turismo, a las materias de Industria y Minería (del actual MIEM) y a la de Trabajo (del actual MTSS). También al actual de Ambiente y a la materia de Economía (del actual MEF). Se habla de crear un Ministerio de Comercio, cuyas funciones también podrían ser incluidas acá.
En cuarto lugar, habría un Ministerio de Innovación que absorbería las funciones del actual de Educación y Cultura, pero incorporaría muchas otras que hoy andan desperdigadas y descoordinadas por ahí. De hecho, el anterior titular del MIEM lideró la materia de innovación.
Finalmente, habría un Ministerio de Hacienda (o de Finanzas y Deuda Pública), a cargo de la materia de Finanzas del actual MEF, por lo que no cambiaría demasiado.
Obviamente, las políticas de las carteras de Infraestructura, Producción e Innovación deberían ser consideradas de manera conceptual e integral y más allá de la mera acumulación de las materias actuales que se les asignaría.
En fin, menos diputados, intendentes y ediles, no más alcaldes, seis ministros menos. Menos gasto, sin dudas, pero también una señal de “ajuste de la política” hacia una sociedad que siempre tiene demandas insatisfechas en materia de políticas públicas. Y, dado nuestro magro crecimiento económico, que las seguirá teniendo.
Esta propuesta, que en sí misma es válida, sería imprescindible si algún día un verdadero líder quisiera acometer el ajuste y las reformas que necesitamos.
A fin de cuentas, soñar no cuesta nada…