Décadas atrás, la reunión del Grupo de los Siete (G7) era uno de los ejes dominantes que enmarcaban los sucesos del mundo, tanto en su dimensión política como económica. Esa época pertenecía a un mundo optimista, donde la globalización económica se acoplaba con la presunción de que la democracia liberal sería la forma universal de gobierno.
La historia mostró que se vivía más una ilusión que una realidad convalidada por hechos. La ilusión estuvo fundada en el supuesto que el mundo occidental continuaba con su liderazgo emanado de la segunda posguerra, por lo cual una China naciente y su periferia se integraban a ese mundo, adoptando formas democráticas de gobierno a la occidental y sin pretender disputar liderazgos a nivel global.
Hoy ya no es así cuando los caminos que transita el mundo tienen cursos divergentes, disputas por liderazgos e incluso visiones antagónicas dentro del propio campo del mundo occidental. Testigo de esa realidad es la reciente reunión del G7 y las declaraciones por vía separada de los principales actores de las potencias occidentales en materia de política comercial. El evento celebrado en Bari entre los países más industrializados fue más un muestrario de personalidades, muchos de ellos con visiones antagónicas, que una convocatoria con resultados concretos.
Imperaron más los mensajes políticos que las propuestas hacia dónde ir, en particular en materia económica. Y en lo político, sin duda, estuvo presente el nuevo vuelco hacia una visión de “derecha” dentro del ámbito europeo para entender y actuar sobre temas como la inmigración o el medio ambiente. En definitiva, por detrás de ello se filtra la postura de un electorado europeo desencantado por el devenir de los acontecimientos en el continente y que toma como opción, formas alternativas de satisfacer sus aspiraciones. La participación de presidentes latinoamericanos, de Ucrania, de la India y Turquía, aunque fuera de manera colateral, tuvieron más carácter de anécdota que de fortalecimiento de un grupo que otrora tuvo preponderancia sobre los eventos del mundo. Podría decirse que el paquete de ayuda extraordinario otorgado a Ucrania tiene un gran sentido político, pero hay otros ámbitos más idóneos para aprobar estas propuestas.
Días previos al evento hubo otro tipo de declaraciones por parte de la Secretaría del Tesoro Janet Yellen en Alemania que sí delinean posturas que pautan el funcionamiento del mundo que se avecina, donde la disputa del liderazgo entre Estados Unidos y China son el eje central y la reaparición del proteccionismo uno de sus instrumentos. En tal sentido, declaró que los Estados Unidos y sus aliados occidentales deben reaccionar “de una forma conjunta” frente al creciente poder de la industria manufacturera China, bajo la premisa que de no hacerlo están poniendo bajo riesgo sus propias industrias. Al mismo tiempo, rechazó las críticas de que la generosa política de subsidios y rebajas impositivas para fomentar tecnologías verdes es una forma nueva de proteccionismo americano. Todo esto ocurrió días después que subieran drásticamente los aranceles a las exportaciones chinas de bienes del grupo de las tecnologías limpias, incluida la cuadruplicación de los aranceles a la importación de autos eléctricos (100%).
La agresividad de esa postura incluso dejó en falsa escuadra a las autoridades europeas, amigables siempre con el proteccionismo, quienes piensan que eso arriesga los flujos comerciales con China que hoy es su principal cliente de insumos tecnológicos y bienes de capital sofisticados. Hecho crucial para la economía alemana en particular.
Por su lado, Europa está invadida por una sobre oferta de bienes chinos en los rubros de generación eólica, fotovoltaica, y baterías que bloquean fuertemente los intentos del desarrollo de manufacturas propias en un mercado que tiene una enorme posibilidad de expansión gracias a la reversión del cambio climático.
Y es en este punto que la administración americana hace un llamado a sus pares europeos para crear un frente común de crecimiento en estos rubros, para bajar costos y mejorar su accesibilidad y de esa manera retomar el liderazgo de una nueva tecnología en todos sus usos que hoy por hoy ven cooptada y liderada por China.
En definitiva, el liderazgo tecnológico en áreas como la informática, la Inteligencia artificial y el desarrollo de tecnologías limpias son los ámbitos de disputa que trazan fronteras dentro del nuevo ordenamiento mundial que se está plasmando. La pregunta que siempre surge es cuál será el rol óptimo de nuestros países en esta realidad, que ya se concreta ante nuestros propios ojos. Seguiremos resignados a continuar como una periferia de espectadores, o trataremos de engancharnos de alguna manera en un mundo que abre nuevas oportunidades. En nuestro caso, la creación de un ámbito amigable para la localización de empresas que ayuden al desarrollo de este tipo de manufacturas, es una opción real. Con las ventajas del trabajo remoto, la institucionalidad y el ámbito de negocios es posible instalar “maquilas tecnológicas” para el desarrollo de esas actividades. Una de sus condiciones necesarias es contar con una oferta suficiente de capital humano que viabilice un proceso de esta naturaleza.
Una vez más, la educación en todos sus niveles se convierte en una pieza maestra para prosperar ante esta nueva realidad.
Pensar en cómo atraer a los grandes jugadores en estas áreas claves es otra palanca esencial. Para su aproximación no son necesarios ni acuerdos comerciales ni permisos regionales de especie alguna. Solamente ofrecer las condiciones adecuadas a lo que nuestro país ofrece pero que está sub explotado.