Hay que leer con cuidado y entender la coyuntura

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OPINIÓN

Es evidente que el sentido que le atribuye el BCU a la subida de la TPM es el de incidir en las expectativas de inflación. El problema está en que crea que alcanza con ello.

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En la actual coyuntura, hay datos y situaciones que deben ser leídas con cuidado para no equivocarse. Y esto vale tanto para nosotros, los economistas que damos nuestras opiniones y hacemos nuestros análisis desde la actividad profesional privada, como, mucho más todavía, para quienes tienen la responsabilidad de diseñar y aplicar políticas económicas.

Como gran telón de fondo está, sin dudas, la cuestión sobre la naturaleza transitoria o permanente de la inflación en las economías avanzadas, que más tarde o más temprano dará lugar a una normalización monetaria que para las emergentes será una suerte de shock externo negativo. Sabemos que eso va a ocurrir, y cada vez parece ser que ocurrirá más pronto de lo que poco tiempo antes se preveía. Dado que sabemos que ocurrirá, preparémonos para que, llegado el momento, duela menos. Por ejemplo, si el tipo de cambio va a subir mañana, no lo reprimamos hoy porque si lo hacemos, el salto será mayor mañana.

Por otro lado, en el vecindario hay números que pueden engañar. En Argentina se espera un crecimiento de 7,6% y en Brasil, de 5,0%. Parece extraordinario, pero no es oro todo lo que reluce. La mayor parte de esos crecimientos se debió a los rebotes tras lo peor de la pandemia y se dio en el año pasado (5,7% y 4,0% respectivamente), siendo menor el crecimiento generado en este año. Y también es pobre el crecimiento esperado para los dos próximos años (2% anual en promedio), por lo que desde el lado de las cantidades no nos habrán de ayudar. Del lado de los precios, ni hablar, dado que tenemos con ellos, de las peores relaciones bilaterales de la historia.

Entrando en nuestro país, el último Copom trajo la noticia de que el Directorio (decisor en materia de tasa de política monetaria —TPM—) no siguió el consejo de los servicios técnicos (asesores en aquella materia) y sólo subió esa tasa en la mitad de lo aconsejado. Se trata de una buena noticia y muestra con nitidez los diferentes roles institucionales y las diferentes consideraciones que unos y otros puedan priorizar: entiendo razonable que en el Directorio haya una visión más amplia de la realidad que en los servicios técnicos.

Las encuestas de expectativas de inflación que se realizaron tras las dos subidas de la TPM no registraron cambios, ni en el caso de los economistas ni en el de los empresarios. No sabemos si esto se debe a que la TPM subió muy poco o si es porque ya se habían descontado esos aumentos o si es, como en mi caso, porque se considera que hay otros elementos que contribuyen a formar las expectativas además de la TPM.

Es evidente que el sentido que le atribuye el BCU a la subida de la TPM es el de incidir en las expectativas de inflación. El problema está en que crea que alcanza con ello.

¿Acaso no es relevante que la política fiscal domine a la política monetaria cambiaria debido a la magnitud del déficit? ¿Tampoco importa haber vuelto a una política salarial de recuperación e indexación? En los Consejos de Salarios se están negociando acuerdos que exceden a las pautas oficiales, tanto en materia de recuperación como de indexación. Y una de las partes en esas negociaciones, los empresarios, sabe que podrán pasar a precios sus mayores costos y así ven, dentro de dos años, a costos y precios subiendo al 8% anual.

La cuestión es que además de la “señal” o el “mensaje” que desde la política monetaria se quiere trasmitir al mercado, el aumento de la tasa de interés tiene como consecuencia afectar a la demanda, en materia de consumo e inversión. Y acá es donde mi perplejidad es mayor. ¿Acaso la economía está creciendo “demasiado”? No, apenas se estarán alcanzando, en pocos meses, los niveles de la actividad económica previos al surgimiento de la pandemia, que no eran nada del otro mundo, tras cinco años de paupérrimo crecimiento (0,8% anual) y enorme destrucción de empleos (más de 50 mil). Quien más sabe de comercio en Uruguay ha dicho que recién en un año se alcanzarán los niveles de consumo de entonces. Se celebra la recuperación del empleo de febrero del año pasado omitiéndose que, desde entonces hay casi dos nuevas generaciones de compatriotas en edad de trabajar, unos 15 mil por año. Y también, que la tasa U6 que incluye desempleados, sub empleados y desalentados está en casi 20%.

Al fin y al cabo, hay dos caminos en esta historia.
Uno, que consiste en creer que si no se ajustan a la baja las expectativas de inflación ha de ser porque la medicina es insuficiente y entonces hay que aumentar la dosis.

Otro, que consiste en entender que las expectativas en materia de inflación no sólo dependen de esa medicina, sino que hay otras políticas públicas que tienen enorme importancia y no están jugando a favor de una menor inflación, sino en beneficio del mantenimiento de su evolución habitual, más en la “zona de confort” de entre 7% y 9% que en el rango meta. Sólo con más política monetaria esto no va a cambiar, al menos de manera permanente. Sólo lo podrá hacer transitoriamente, yendo en la dirección opuesta al cambio de escenario que tarde o temprano se vendrá en el mundo.

La buena noticia es que el Directorio del BCU parece haberlo asumido. Ya no incluyeron en el último Copom la equivocada alusión a la consistencia de las políticas fiscal y salarial. Ahora falta que persevere en esa línea y le indique al gobierno que debe mejorar las políticas a su cargo, para que la política monetaria sea efectiva y la inflación pueda bajar.

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