ENTREVISTA
El antagonismo entre rentabilidad y sostenibilidad es una mirada del siglo pasado; las empresas exitosas se alinean con otros valores
Para la economista Rebeca Grynspan, al frente de la Secretaría General Iberoamericana desde 2014, el mundo no está invirtiendo lo suficiente en los desafíos que genera la cuarta revolución industrial. “Nuevos mercados, nuevas ideas y las capacidades de las personas “, deberían ser los objetivos no demasiado atendidos hoy, sostiene. Forma parte de la representación regional de cara a la próxima Cumbre del Cambio Climático en Santiago de Chile. Le preocupa la postura contraria de Donald Trump, pero espera modificar esa posición “desde adentro” de EE.UU., sumando gobernadores y alcaldes afines a la visión de que es necesario comprometerse al cambio. La misma estrategia se imagina para el caso Amazonia, apostando a generar “conciencia y acción” dentro de Brasil. Partícipe en diversas mediaciones en cuestiones de conflicto político —entre otros el caso Venezuela—, sostiene que es necesario “diálogo y más diálogo” entre los países y no dejar “espacios vacíos que luego se cubren de polarización”. Grynspan, que fue además secretaria general adjunta de las Naciones Unidas y vicepresidente de Costa Rica, estuvo la pasada semana en Montevideo. A continuación, un resumen de la entrevista.
—Las cumbres iberoamericanas fueron, en los años noventa, un ámbito de debate político de relevancia a nivel de líderes, con impacto en las agendas. ¿Por qué ese interés ha menguado?,
—Hay que entender que en los años noventa, este era el único espacio que se reunía, mantenía actividad y participaban los jefes de gobierno; tanto como que eran esas cumbres donde se conocían y acercaban los mandatarios entre sí. Fue importante e integrador. Hoy hay otros ámbitos donde los mandatarios se reúnen. Sin embargo, en este ámbito los países envían sus delegaciones, los temas se debaten y se marca agenda en la región.
—¿Debería ser estratégico un foro de reflexión iberoamericano, que estableciera metas y compromisos?
—Es indispensable. Esta región debe seguir apostando por valores que en estos momentos, parecen ser más necesarios que nunca: cooperación, solidaridad, diálogo. En momentos donde hay mucha crispación, donde tenemos problemas en la región, cuando a nivel mundial se ha debilitado el multilateralismo, deberíamos ser capaces por apostar al diálogo y la reflexión, con una mirada geopolítica y estratégica, como forma de superar los problemas.
—Es un momento donde parece prácticamente imposible sentar a todos los mandatarios de la región en la misma mesa…
—Eso es verdad, pero desde este papel debemos seguir promocionando el diálogo; este es el lugar para promocionar aquello que nos aproxime, no lo que nos divide; hoy las discusiones que tenemos en la región se dan en un ámbito de no encuentro, así es muy difícil avanzar, por no decir imposible.
En las relaciones internacionales, y eso cabe para nuestra región, no hay que dejar espacios vacíos; en la medida en que esos espacios no se aprovechen para encontrarnos, reflexionar y proponer, serán cubiertos por posturas más crispadas, confrontativas y polarizadas. Muchos temas nos necesitan juntos, un ejemplo es la forma en que América Latina, en alianza con la Unión Europea, logró avanzar en agendas de cambio climático a nivel global.
—Precisamente, ¿qué espera de la COP en Santiago de Chile? Usted participó del foro previo en Costa Rica…
—Chile y Costa Rica lideraron las propuestas de cara a la cumbre de Santiago; la propuesta de Costa Rica ubica la discusión en los recursos naturales, y esto es importante porque el gran debate sobre mitigación y cambio climático ha marginado la discusión sobre la erosión de los ecosistemas, que representa el 30% de la emisión de carbono de la región. Entonces, el enfoque hasta ahora iba por mitigación y no la adaptación, que es importante para nosotros. La propuesta une las dos agendas, un enfoque para el debate que nos favorece.
—¿Cuáles serán los aspectos clave de la cumbre en Chile?
—Es evidente que el retiro de Estados Unidos es un asunto complicado de sobrellevar; de todos modos, una buena lectura es también destacar que nadie lo ha seguido. El resto de las naciones del mundo y en especial los grandes contaminadores, se han quedado respaldando el acuerdo de París.
—Pero el principal emisor contaminante es el que se fue…
—Pero quedan otros 19 grandes emisores de CO2 que siguen adelante con el compromiso. Pero incluso mirando hacia Estados Unidos, hay una estrategia propuesta por Chile en la que confiamos mucho: incorporar el nivel local, de administraciones de segundo nivel. La discusión del cambio climático a nivel subnacional nos da la posibilidad de dialogar, por ejemplo con estados de EE.UU. que se mueven distinto al gobierno federal y están preocupados por estos asuntos, un caso notorio es California. Varios gobernadores y alcaldes han hecho manifestaciones explícitas desmarcándose de las posiciones asumidas por el gobierno de Trump, y eso nos da una oportunidad de avanzar.
—¿Sorprende favorablemente el posicionamiento de China?
—China ha dado vuelta su postura. Se ha convertido en el principal productor de paneles solares y eso ha ayudado a tener mayores respuestas tecnológicas y un abaratamiento en el acceso a la energía solar en el mundo. Y eso obedece a la decisión de su gobierno de hacer grandes inversiones para investigar y producir este rubro. Otro aliado importante en esta materia está siendo India, con un gran impulso para incorporar a muchos millones de personas que son considerados “pobres energéticos”.
—Es indudable que lo ocurrido con la Amazonia va a ocupar un lugar importante en la COP de Santiago; ¿hay agenda única en Latinoamérica?
—Se ha logrado una agenda de importante consenso y la preocupación por las condiciones de la Amazonia son un tema central…
—¿Y con el gobierno de Brasil?
—Bueno… hay que seguir discutiendo. Sinceramente, espero una posición de Brasil lo más alineada posible con el resto de la región. También es necesario que nosotros no reaccionemos solamente en base a todo lo que ha tenido un gran efecto mediático y prestemos atención a lo que tienen para decirnos otras organizaciones, desde una postura neutra, sobre lo que ha ocurrido en la Amazonia y como impulsar otras acciones. Tenemos que convertir esa presión internacional en acción y concientización, y para ello necesitamos sumar a otros agentes internos del propio Brasil.
—Días atrás, en Andorra, los ministros del área social de 22 países se comprometieron a “armonizar” las políticas sociales. ¿Qué significa eso en una región tan dispar?
—El tema central de ese encuentro en Andorra fue la discapacidad; la acción social es muy dispersa en ese terreno y no debeos dejar lugar a dudas de la defensa de derechos, de la necesidad de ser inclusivos y de lo beneficioso que resulta para la sociedad que así sea. Como en tantas otras cuestiones que hablamos de vulnerabilidad. Por un lado es una cuestión indudable de derechos, pero por otro, también de gran beneficio para la comunidad. Muchas veces no se comunica bien los efectos económicos positivos de avanzar en términos de equidad e inclusión. Las cuestiones de identidad de género o raza también van por el mismo lado. Sin embargo, a las sociedades les cuesta aún entender la diversidad no como fruto de la caridad, en lugar de fruto de una mejora colectiva. Hay cuestiones culturales aún pendientes de resolver. Cuando en el ámbito de la economía comienzo a hablar de estos temas, muchas veces entre quienes me escuchan se pierde el interés, lo ven como algo “soft”; hay que insistir allí, porque esos cambios no llegan por decreto.
—¿No es necesario un compromiso más efectivo del sector corporativo?, el antagonismo entre rentabilidad y sostenibilidad aún parece estar vigente…
—Esta es en realidad una discusión del siglo XX; hoy una empresa que quiere ser exitosa debe tener otra mirada. Son aquellas que logren alinearse con otros valores. Una clara señal han dado los 181 CEO del Business Roundtable en Nueva York, representando a muchas de las mayores empresas del planeta, se han pronunciado por la necesidad de un cambio de modelo, que ponga el ojo no solo en los accionistas si no en todos aquellos que la empresa afecta, para bien o para mal, o sea sus empleados, los consumidores, la comunidad. No hablamos de convertir empresas en ONG, es claro que deben ser rentables, pero además, también sostenibles y tener una agenda de inclusión. Ese es el empresariado que sobrevivirá.
— Usted formó parte de un grupo de trabajo convocado por OIT para analizar el futuro del trabajo; el informe habla de “invertir en personas, ideas y mercados”. ¿Qué significa esa frase?
—Un 25% del mercado de deuda del mundo está en países con tasas de interés cero o negativas. Y la curva de intereses está invertida. Eso nos dice dos cosas: es una paradoja que en un mundo con las mayores posibilidades de cambio técnico, innovación, productividad, no estamos invirtiendo en el futuro; si no fuera así no tendríamos tasas de intereses negativas y una curva invertida. El segundo punto es, ¿hacia dónde está yendo toda la liquidez existente, la que propiciaron las políticas monetarias? Está yendo a los bienes que ya existen y por lo tanto tenemos mayor inflación debido a los precios de esos bienes. Recordemos que en la baja de impuestos que aplicó Trump, un 80% de los recursos generados con esa baja no fue a expandir la capacidad productiva ni a investigar en nuevos productos, sino que se fueron a la recompra de acciones de esas mismas empresas.
Esas son fallas del actual sistema. Los incentivos deberían estar en invertir en una nueva economía y no es así. Es ese terreno en el que deben estar los bancos de desarrollo, atrayendo la inversión del sector privado en fondos que permitan para bajar el riesgo y la incertidumbre de las nuevas inversiones que hay que hacer, pensando en los nuevos mercados, las nuevas ideas. La transición hacia el nuevo mundo, la cuarta revolución industrial, debe ser invirtiendo en las capacidades de las personas. Es la gran interrogante: ¿cómo hacer para canalizar hacia allí las grandes inversiones?