Hay un largo camino por delante para la recuperación del empleo

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Gonzalo Zunino, Director de Cinve. Foto: El País

ENTREVISTA

Los países emergentes podrían beneficiarse, post pandemia, de la revolución de los cambios que se aceleraron ahora y que derivan en el trabajo a distancia.

El mercado de trabajo es el claro reflejo de la baja del nivel de actividad y le llevará más tiempo recuperarse que a la propia economía. Según estimaciones del Centro de Investigaciones Económicas (Cinve) el empleo no volverá a los niveles que tenía previo a la pandemia “por lo menos hasta fines de 2022”, afirmó Gonzalo Zunino (*), director de dicha institución. En un contexto donde hay capacidad instalada ociosa por parte de las empresas y no parecen existir muchos incentivos para la inversión, la recuperación del empleo —sobre todo, la detención de la destrucción de puestos de trabajo— necesita de políticas públicas focalizadas, sostiene Zunino. El especialista opina que las transformaciones laborales aceleradas por la pandemia ofrecen oportunidades a países como Uruguay, y destacó “el sesgo asímetrico” del trabajo informal en esta coyuntura. A continuación, un resumen de la entrevista.

—¿Los últimos datos del mercado laboral están dentro de lo previsible?

—Están en línea con lo que pasó respecto al nivel de actividad. Al inicio de la pandemia éramos todos un poco más optimistas, porque no calculamos bien el efecto de la emergencia sanitaria y, sobre todo, su duración. La economía uruguaya cayó casi 6% el año pasado, y si bien fue una contracción fuerte en el segundo trimestre, después la recuperación no llegó a ser todo lo rápida que al principio de la pandemia imaginábamos.

—Las previsiones de Cinve apuntan a una leve recuperación de la tasa de empleo para 2021. ¿En qué se sustenta?

—Esperamos que el nivel de actividad se recupere; el pronóstico de nuestro equipo de coyuntura es un crecimiento económico de 1,9% para este año. Parte de ese crecimiento es promedio anual 2021 frente a promedio anual 2020 y, lo que tiene implícito, es un segundo trimestre del año pasado que fue muy malo, por lo que la comparación de este año frente al anterior termina siendo en promedio más alta, pero no porque en términos desestacionalizados la actividad vaya recuperándose trimestre a trimestre.
Será una recuperación muy lenta y eso se traduce también al empleo. Básicamente, algunos empleadores irán retomando a aquellos que están amparados en el subsidio por desempleo, pero no es esperable un crecimiento dinámico del empleo, en parte porque una buena parte de los sectores productivos tienen exceso de capacidad instalada. Las estimaciones de brecha de producto, incluso las que usa el gobierno para el cálculo de déficit estructural, indican que Uruguay, con los recursos que tiene, podría producir bastante más. Y nadie que tiene capacidad instalada ociosa contrata nuevos trabajadores o hace inversiones si no espera que la demanda crezca. A mediano plazo no hay incentivos para que las empresas inviertan o contraten más personal.

—El menor consumo y, sobre todo, las restricciones a la movilidad perjudican al comercio y los servicios, que son grandes empleadores…

—Es claro que los servicios aparecen como los más perjudicados, y especialmente aquellos que se vinculan con actividades presenciales. Otros sectores menos afectados por esa coyuntura derivada de la emergencia sanitaria podrían ser los que lideren una recuperación, pero tampoco se observa que estén incrementado sus niveles de empleo; serán los que no destruirán empleo, pero es difícil pensar en una demanda importante por trabajadores.
Esperamos que, para el segundo semestre, los sectores que hoy están más afectados dadas las restricciones de movilidad, sean los que tengan cierto incremento en el nivel de empleo. Pero aquellos que hoy tienen un nivel de actividad que podría definirse como “normal”, habrá que esperar para ver cómo reaccionan y qué oportunidades aparecen, vía mayor actividad económica, para demandar más mano de obra.
Nuestras proyecciones no están tomando en cuenta cierres masivos de actividad que, dada la postura asumida por el gobierno, no parecen probables. Pero todo dependerá de la marcha de la situación sanitaria. Eso le pone mayor incertidumbre a la coyuntura.

—En caso que la situación sanitaria vaya cediendo en el segundo semestre, ¿cuándo podríamos recuperar los niveles de empleo pre covid?

—Las proyecciones que estamos haciendo en Cinve, nos ubican en una recuperación del empleo a los niveles previos a la pandemia, sobre finales de 2022.

—El mercado laboral estaba procesando cambios a nivel global. ¿Hay una aceleración de esos fenómenos provocada por la pandemia?

—De qué forma nos está afectando es algo que no está del todo claro. Las tendencias a largo plazo asociadas al cambio tecnológico en Uruguay o la región, son un poco diferentes a las dinámicas que se están viendo en los países desarrollados, donde hay una importante sustitución de actividades laborales, básicamente en tareas rutinarias, manuales o cognitivas. En América latina, y en particular en Uruguay, si bien estamos viendo cierta pérdida de participación de estos grupos de empleo, es bastante menor de lo que se ve en los desarrollados. En particular, porque los salarios son más bajos en los emergentes, y cuando se hace la inversión en sustitución de mano de obra, un factor que pesa es cuánto cuestan los salarios. Con menores salarios, puede haber menos incentivos a invertir en esa transformación.
Otro aspecto que ha amortiguado los efectos del cambio tecnológico en el empleo en los países emergentes, es el offshoring. En los países desarrollados se automatizan algunas tareas, pero otras no necesariamente, sino que las trasladan a terceros países con salarios más bajos. Por tanto, entre salarios más bajos y offshoring, esas capas de trabajos rutinarios de calificación media o baja, no han perdido tanto peso.

—Las tendencias tecnológicas han estado muy asociadas a facilitar el trabajo a distancia…

—Así es. En la perspectiva a largo plazo, obviamente que hay desafíos derivados de la automatización, pero en la línea de la facilitación del trabajo a distancia como un factor de cambio tecnológico fuerte que trajo la pandemia, creo que aparecen oportunidades. Los países emergentes podrían beneficiarse, post pandemia, de parte de la revolución de los cambios que se aceleraron ahora y que derivan en el trabajo a distancia. Son capas de empleo de calificación media que pueden tener una oportunidad.

—¿La pandemia no ha traído un ajuste forzado de la productividad en algunos sectores?

—No me atrevo a afirmar que en este período pueda llegarse a generar un cambo tan abrupto en ese sentido. Los problemas de productividad que tienen las empresas también están asociados a esa brecha de producto de la que hablábamos. Parte de la baja de productividad es cíclica: baja la demanda, se destruye empleo y el empleo que queda termina siendo menos productivo.
Ese proceso se aceleró ahora con la baja fuerte de la demanda, pero ya venía desde los últimos años, derivado de una crisis regional que provocó un enlentecimiento de los niveles de actividad, donde varios sectores ya mostraban capacidad instalada ociosa.
Una vez que pase la pandemia y poco a poco podamos vislumbrar mayor demanda, se ajustarán esos niveles de producción, en línea con la capacidad instalada y allí veremos qué decisiones toman las empresas en cuanto a la organización del trabajo para sacar mejores resultados. Pero hoy, si tuviéramos trabajadores más productivos o más baratos, en esta coyuntura, no necesariamente se reactivaría el empleo.

—¿Estamos asistiendo a una destrucción del tejido productivo en Uruguay?

—Los datos que tenemos todavía no refieren a una destrucción importante del tejido productivo, vía quiebra generalizada de empresas o sectores enteros que se retiren de la actividad. Si se dieran esos fenómenos en forma masiva, claramente sería mucho más complejo recuperar actividad y empleo. El partido se está jugando y si bien no sabemos cuándo termina, hay una intención clara de evitar ese tipo de pérdidas. Hay un enfoque acertado a nivel de gobierno en tratar de asistir a las empresas para que no bajen la cortina. Puede discutirse la magnitud de las ayudas, pero el sesgo es el correcto, mantener a las empresas en actividad.
El otro sesgo lógico es evitar las privaciones de consumo y condiciones de vida de la población. Allí se pueden presentar daños que podrían llegar a tener efectos de muy largo plazo, por la vía de mayor marginalidad y pobreza. Esas dos líneas de acción son absolutamente prioritarias.

—Hay una pérdida de salarios e ingresos de las familias que impacta en el consumo…

—Nuestra proyección en materia salarial para este año, punta a punta, es una pérdida real en el orden del 0,3%. Pero si comparamos, promedio a promedio con el año pasado, la pérdida llega a 1,5%.Con un mercado laboral muy complicado, los nuevos ingresos de trabajadores se van dando en condiciones salariales más deprimidas.
La única forma de que el salario real no caiga es que la inflación se reduzca muy fuerte; pero si eso se da en un plazo muy corto es porque estaríamos ante una crisis muy potente, por tanto, esperemos que no ocurra.

—La coyuntura ubica como principal foco de política al empleo…

—Por sobre todas las cosas. Buscar generar nuevos puestos de trabajo y mientras tanto, tratar de que no se destruya el que queda. Si se observa la evolución de los subsidios por desempleo, hay una baja, pero las series desestacionalizadas de empleo están más o menos estables y lo mismo ocurre con la evolución de cotizantes al BPS. Eso nos muestra que buena parte de aquellos que culminan el beneficio no están volviendo a la actividad. Es preocupante.

—¿Qué estrategias de generación de empleo podrían desarrollarse en esta coyuntura?

—La ley de promoción de inversiones podría, en un contexto como este, otorgar mayor ponderación al empleo como forma de incentivar la creación de puestos de trabajo. Esa sería una política específica, pero en un contexto de inversiones con poco impulso.
Respecto a los otros componentes de la demanda no se puede esperar mucho; el consumo, con desempleo y salarios bajos, no será un gran motor; el sector externo podría ayudar un poco, en algunos sectores. Dadas esas condiciones, el sector público está llamado a contribuir a que la?? brecha de demanda que existe en algunos sectores, se reduzca. Liderar ese repunte de la demanda a costa, quizás, de un poco más de déficit.

—¿Cómo actúa la informalidad en este contexto?

—Con un episodio recesivo, lo esperable hubiera sido que la informalidad hubiera crecido, pero sin embargo cayó varios puntos en este período de pandemia. Eso pasa por el sesgo de afectación de la pandemia, que afectó a las actividades informales, con una escasa adaptación al trabajo a distancia, ubicadas en rubros de servicios donde la cercanía juega un rol importante. La mayor parte de los trabajadores afectados son informales, no tienen cobertura de seguridad social, sus ingresos cayeron a cero y por eso son un público objetivo indudable para las políticas públicas.
Con este “sesgo virus” la informalidad seguirá cayendo, pero no es por mayor formalidad del trabajo. Una vez superada esta coyuntura, es probable que se recupere la naturaleza contracíclica de la informalidad y la precariedad, que generalmente crece en momentos de baja económica.

(*) Doctor en Economía por Universidad Autónoma de Madrid, Máster en Análisis Económico en la Universidad Carlos III de Madrid. Licenciado en Economía por la Facultad de Ciencias Económicas y Administración de la Universidad de la República. Socio e Investigador del Centro de Investigaciones Económicas (Cinve) donde ha dedicado su investigación reciente al análisis macroeconómico, dinámica del capital humano, mercados laborales y análisis de la seguridad social.

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