OPINIÓN
El reciente Reporte de Economía y Desarrollo de CAF de Emprendimientos en América Latina, encontró que, a pesar de que en la región existen un gran número de emprendimientos, la mayoría tienen una escala pequeña y muestran bajo dinamismo para la generación de nuevos puestos de trabajo.
Es innegable que la innovación es crucial para incrementar el crecimiento económico de largo plazo, por su efecto en los aumentos en productividad, especialmente a nivel de empresas. Innovar tiene que ver no solo con la introducción de nuevos productos y servicios, sino también con nuevos procesos de producción y mejoras organizacionales y en los procesos de comercialización. Por otra parte, el emprendimiento puede ser una fuente de innovación continua, en la medida que empresas dinámicas desarrollan nuevos productos, servicios e inclusive mercados.
Desde el punto de vista de políticas públicas, mejorar la productividad a nivel de la empresa pasa por fortalecer el ecosistema de emprendimiento e innovación. Apuntalar el ecosistema requiere apoyar todas sus partes: mejorar la coordinación público-privada-académica, incentivar el desarrollo de instrumentos financieros novedosos para acompañar el crecimiento de las empresas, y fortalecer las políticas de innovación y emprendimiento, especialmente a nivel de pymes.
La Inversión Extranjera Directa (IED) puede jugar un papel importante en la adaptación y transferencia de tecnología, así como en la formación de capital humano calificado. Políticas de atracción de IED que ofrezcan oportunidades e incentivos fiscales, deberían como contrapartida fomentar una mayor interacción de las empresas con los sistemas públicos de ciencia y tecnología y con las universidades. Es evidente la relación entre una educación de calidad y mayor innovación, lo que exige mejor coordinación entre los entes responsables de dichas políticas (educativas y de ciencia y tecnología).
En Uruguay, al igual que en el resto de América Latina no se invierte suficiente en Investigación y Desarrollo (I+D), se generan pocas patentes, hay escasez de científicos e ingenieros, la capacidad empresarial de absorber conocimiento y tecnología es baja, y se publican pocos artículos científicos. Además, hay problemas de coordinación entre los entes públicos, privados y académicos responsables por las actividades científicas y tecnológicas. Por ejemplo, el país que más invierte en I+D en la región es Brasil, alcanzando cerca del 1% del PIB, mientras que países como Corea del Sur y China invierten 4% y 2% respectivamente.
El gasto en I+D en el país, durante la última década se ha mantenido en torno al 0,4% del PIB. La mayor parte de este gasto lo realiza el sector público, mientras que solo 5% del mismo es realizado por el sector empresarial. Las empresas identifican como principales limitaciones para innovar el reducido tamaño del mercado; el periodo de retorno de la inversión; las escasas oportunidades tecnológicas del sector y las dificultades de acceso al financiamiento.
El Reporte de Economía y Desarrollo de CAF de Emprendimientos en América Latina, encontró que, a pesar de que en la región existen un gran número de emprendimientos, la mayoría tienen una escala pequeña y muestran bajo dinamismo para la generación de nuevos puestos de trabajo. Cerca del 75% son catalogados como de subsistencia y solo el 25% con potencial de crecer, generar empleo e innovar.
El estudio también encuentra que los latinoamericanos no tienen menos aptitud para emprender que sus pares en países desarrollados. Sin embargo, ante la falta de oportunidades laborales, personas con menos habilidades para emprender son los que efectivamente lo hacen. Esto parece indicar que las políticas de apoyo deben estar focalizadas en aquellos emprendimientos dinámicos con posibilidades de crecer, mientras que paralelamente se deben generar oportunidades de empleo formales para los emprendedores de subsistencia.
Desde CAF apoyamos la innovación y el emprendimiento en toda la región. En Uruguay, por ejemplo, trabajamos con Endeavor en la creación de una aplicación que hace un inventario y articula a las diversas instituciones públicas y privadas que conforman el ecosistema de emprendimiento del país. También contribuimos a la conformación, operatividad y sostenibilidad del Centro de Innovación y Gestión Tecnológica Aplicada de la Industria Oleaginosa, y se ha colaborado con el Parque Científico y Tecnológico de Pando en el fortalecimiento de su modelo de aceleración de la innovación. Con el LATU, CAF lleva a cabo un programa para fortalecer pymes en cadenas productivas en el interior del país. En el área financiera, hemos trabajado con ANDE en un esquema innovador de financiamiento a pymes a través del mercado de valores.
A nivel regional estamos fomentando la innovación desde diferentes frentes. Uno de ellos es el programa de fortalecimiento institucional en innovación tecnológica patentable, que creó una plataforma para la generación de patentes internacionales provenientes de Latinoamérica. Otro es el programa regional de apoyo a la innovación empresarial (I+D+i), que persigue fortalecer las capacidades de investigación de empresas con proyección latinoamericana y de centros de investigación para impulsar la productividad y competitividad.
Dada la importancia de este tema para la región, la Conferencia Anual CAF para América Latina, que celebraremos este año en Bogotá los días 7 y 8 de noviembre, se enfocará en “Productividad e Innovación para el Desarrollo” y será un foro que reunirá a expertos internacionales para discutir los desafíos y las acciones necesarias en la construcción de una agenda integral para la consolidación de una América Latina más productiva e innovadora, que involucre a la academia, a los sectores públicos y a la sociedad civil.
Para facilitar este proceso, es necesario un esfuerzo desde lo público con políticas que fortalezcan los ecosistemas de innovación y emprendimiento. Desde lo privado la apuesta debe ser por aumentar la inversión en I+D y crear capacidades para adaptar nuevas tecnologías y formar capital humano. Será fundamental mejorar la interacción entre las universidades, el sector privado y los entes públicos responsables de las políticas de innovación y desarrollo. Este es el camino hacia una región más productiva y competitiva.
(*) Director representante de CAF- Banco de Desarrollo de América Latina en Uruguay.