En la asunción de la nueva conducción económica, elMinistro de Economía, Gabriel Oddoneindicó como una de las prioridades de su gestión, acelerar el crecimiento económico y lo señaló “como objetivo central, indispensable, para poder hacer todo lo que el país necesita”. Ya se había generalizado la preocupación por lo magro de la expansión económica en los últimos diez años sin que se considere que, en los últimos cinco, ocurrieron los significativos obstáculos no esperados que hoy todos conocemos. ¿O acaso era fácil crecer en el año de la pandemia y más allá de la recuperación de esa caída en años siguientes? Recién acabados los efectos adversos de la peor sequía en varias décadas en el año recién finalizado y en el comienzo de éste es que se debe reconocer el aumento de la producción, más allá de la expansión promedio de esos dos lustros mencionados. Pero para encontrar las verdaderas razones del bajo crecimiento en años normales, debemos recordar que, tras lo que sucede con el crecimiento económico, está lo que ocurre con la inversión para la producción.
La inversión
La inversión, y su evolución a lo largo del tiempo, resultan fundamentales en la explicación del comportamiento de la producción de bienes y de servicios de una nación. La inversión puede ser hecha por su sector público o por el sector privado y, en este caso por individuos o empresas locales o del exterior. En nuestro país, según las cuentas nacionales que elabora el Banco Central, la inversión total ha sido levemente mayor al 15% de la producción local de bienes y de servicios (PIB) en los últimos ocho años, con una estructura que marca que alrededor del 75% ha sido realizada por el sector privado tanto local como del exterior. Si esa es la relación entre lo ocurrido con el comportamiento de la producción local y con el de la inversión, la primera conclusión es que, para que el país tenga un crecimiento mayor como es la prioridad anunciada, la inversión debe ser mayor a la señalada, especialmente la del sector privado.
En el caso del sector público, tanto a nivel del gobierno central como de las empresas públicas, el incremento de la inversión más allá de razones de reposición de activos depreciados, será difícil. Los recursos para eso son limitados por la situación actual de las finanzas públicas; por el déficit fiscal y vencimientos de deuda que se mantienen con tenedores locales y del exterior. En el caso del sector privado, más allá de la reposición de activos depreciados que permitiría la continuidad de la actividad productiva actual, una mayor inversión requiere ciertas condiciones que no siempre están presentes o son seguras.
El sector privado, una empresa por ejemplo, invierte en una actividad productiva persiguiendo un resultado positivo que al cabo de algunos años le restituya los recursos invertidos en bienes de capital y capital de trabajo y además un retorno, ajustado por el riesgo de asignar fondos al negocio, que sea mayor al que obtendría en otra actividad, sea productiva o financiera en el mismo lapso. Para decidir la inversión debe estimar la evolución que tendrá el precio o los precios de los productos que elaborará para vender en los años de actividad y, asimismo estimar, para el lapso considerado, los costos y egresos que tendrá para producirlos: de materia prima e insumos que utilizará, de la mano de obra que empleará y otros costos, además de los gastos financieros y tributarios. La proyección de las estimaciones señaladas —que obviamente comprende a varios años— y los resultados que surgen de la consideración de los ingresos que reportan y los costos y gastos que le significan, brindan el resultado de la inversión que dará un dato para realizarla o no.
El riesgo
Obviamente el riesgo que se presenta por las diferencia entre las proyecciones y lo que luego ocurre es sumamente alto y se debe considerar al momento de evaluar la inversión. La inversión se hará solo si el flujo de efectivo que le brinda la actividad durante los años de su ejercicio descontados a una tasa de interés mayor que la que obtendría en una inversión financiera en el mismo lapso o en otra actividad y, además, ajustada por el riesgo de la actividad, le devuelve lo invertido. Ganaría entonces la diferencia con la tasa que habría logrado en la inversión financiera o en otra alternativa.
La inversión corre, entonces, muchos riesgos particulares. Todos relacionados con la diferencia entre lo estimado para cada grupo de variables, es decir, los riesgos de la concordancia de lo estimado con lo que realmente vaya a suceder. Ante un panorama como el señalado, es posible imaginar por qué la inversión privada en nuestro país es difícil que crezca como para mejorar el crecimiento de la economía como se desea. La dependencia de precios volátiles por inflación, tipo de cambio y competencia externa, de los costos de las materias primas e insumos que se empleen, de los sueldos y salarios que se paguen y, fundamentalmente los riesgos de la concordancia con variables tales como la inflación, la tasa de interés de referencia, el tipo de cambio, la presión tributaria y otras variables por el estilo, afectan a la inversión, y como corolario, al crecimiento de la producción.
Muchos riesgos impiden tener un panorama relativamente más claro para la asignación de recursos a la inversión productiva en nuestro país. Podríamos decir que hoy, en Uruguay, el rechazo al riesgo dirige buena parte del ahorro a inversiones sin riesgo, financieras de deuda pública por ejemplo. El riesgo es lo que evita el aumento a las necesarias que pueden en cierto modo especulativas ante la volatilidad de las variables clave que inciden en sus resultados.