La crisis del petróleo en la Argentina, del oro negro a un negro futuro

| La falta de exploración de nuevos pozos está llevando a las reservas argentinas a un callejón sin salida, en menos de una década se agotarían

FRANCISCO OLIVERA | LA NACION

Sobresaltado, Humberto Beghin, auxiliar de perforación del gobierno de José Figueroa Alcorta, se inclinó y recogió, a las 7.32 de esa mañana patagónica, el líquido que las máquinas acababan de encontrar a 535 metros de profundidad, bastante más viscoso que el agua potable que pretendía. Olfateó unos segundos y soltó una frase que ya forma parte de la historia argentina: "¡Gran Dios! ¡Encontramos kerosene! Es del Estado. Vamos a comunicarlo".

Fue el 13 de diciembre de 1907, en Comodoro Rivadavia. Beghin se desempeñaba en la División de Minas, Geología e Hidrología del Ministerio de Agricultura, y halló así la primera gran cuenca petrolera de la Argentina. El corresponsal de La Nación en esa ciudad escribió en esos días: "Ha provocado gran entusiasmo el descubrimiento de una mina de petróleo. (...) Grandes son las esperanzas que se cifran sobre el porvenir de esta localidad y no es aventurado suponer que, dada la calidad del petróleo hallado, dichas esperanzas se verán en breve convertidas en la más hermosa de las realidades".

Cien años después, la grandeza parece como mínimo postergada. Mientras el precio internacional del crudo permanece en el récord histórico de las últimas dos décadas, la producción de este insumo disminuirá este año en la Argentina alrededor de un 4%. Al igual que los números, los analistas del sector son terminantes: es la primera vez en la historia del país que la explotación cae durante ocho años consecutivos y, según las proyecciones, la Argentina volverá a ser, en dos o tres años, importador neto de crudo.

Esta condición se había logrado revertir en 1992, cuando la Argentina se convirtió, por primera vez en su historia, en exportador neto. Sólo dos veces había alcanzado el autoabastecimiento: durante parte del gobierno de Arturo Frondizi y en 1988.

Así, la situación energética nacional pide a gritos nueva exploración. "Los yacimientos fáciles ya están descubiertos, falta explorar en zonas más riesgosas", opina Carlos Donoso de la Noue, presidente de la Comisión de Energía del Centro Argentino de Ingenieros y ex gerente de Coordinación de Operaciones de YPF. Daniel Montamat, que fue secretario de Energía y presidente de YPF, coincide en la escasez de proyectos nuevos: "El precio actual les da a las petroleras rentabilidad en lo que ya tienen descubierto. Pero no hay pozos nuevos", afirmó.

¿Qué significará para la Argentina volver a ser, casi como siempre en su historia, importador neto de petróleo? Básicamente, tendrá que pagar una energía más cara. Como el crudo se adquiere a valor internacional, sin amortiguadores de precios como las actuales retenciones a las exportaciones, una extensa gama de productos podría quedar sujeta a los vaivenes de la situación internacional: plásticos, combustibles, agroquímicos, fertilizantes, lubricantes, pinturas, entre muchos otros.

La sentencia, en voz alta o intentando no despertar enojos, es unívoca en todo el sector: las reservas no van más allá de los ocho años y no se está haciendo lo necesario para reponerlas. Un ejecutivo que ha trabajado muchos años en esta industria empleó el sentido común para explayarse: "Con el barril a más de 60 dólares, todos deberían estar desesperados por hacer pozos en la Argentina. Hay dos opciones: o las petroleras saben que no hay más crudo acá y por eso no invierten, o lo que están haciendo es invertir en otro lado".

Hay en realidad algo de ambas cosas. Ante la madurez de los yacimientos, sólo se explotan las áreas en las que se tiene la absoluta certeza de que hay fluido. El riesgo empresario, los cuantiosos desembolsos propios de esta industria, quedarán para otros tiempos.

Puede explicarse mejor en cifras. Según datos de la Secretaría de Energía y el Instituto Argentino del Petróleo y del Gas, durante 1995 se perforaron 164 pozos de exploración de hidrocarburos (petróleo o gas). El año pasado, apenas 29.

OTRAS OPCIONES. Las petroleras hablan poco del tema, pero les transmiten sus inquietudes a sus accionistas. Días atrás, en Madrid, durante una videoconferencia con analistas de todo el mundo, el español Luis Mañas, director financiero de Repsol YPF, expresó esta preocupación mientras presentaba, gracias a los precios internacionales, los mejores resultados semestrales en la historia de la ex firma estatal. "Se deben seguir esperando tasas similares de descenso en la producción en la Argentina, alertó. La caída en este país fue del 6 por ciento".

El ejecutivo agregó que esperaba que el año próximo la compañía produjera entre un 4 y un 5% menos en nuestro suelo. Repsol YPF es el referente petrolero argentino por excelencia: tiene el 40% del mercado del país, del que obtiene casi el 60% de sus ganancias.

Ningún empresario lo dirá abiertamente, pero no hay uno solo de ellos que no reconozca en privado que, en las actuales condiciones, es difícil apostar por la Argentina. Preocupan la carga tributaria y la poca visión de largo plazo. "Si la cuestión jurídica fuera distinta, sería otra cosa, explicó el director de una productora europea. Por ejemplo, si uno explora y obtiene automáticamente la concesión de la cuenca que descubre. No, en cambio, si uno no sabe si le van a meter a Enarsa como socio o le van a poner retenciones".

La mayor parte de las petroleras prefiere destinar las inversiones hacia lugares que están lejos de aquí, como África, Trinidad y Tobago, o incluso Cuba. La Nación le preguntó al máximo ejecutivo de una productora de crudo por qué esa firma estaba explorando más en otros países. "Los accionistas son los que lo deciden", contestó. La respuesta es obvia y todo el sector sabe por qué.

¿Qué es, entonces, lo que todo el sector sabe o al menos define como evidente? El eterno reclamo es: la Argentina tiene petróleo, pero no el suficiente como para arriesgar una gran inversión en un contexto de incertidumbre jurídica y política, mientras el Estado se queda con casi la mitad de la renta. Arriesgarse en Irak, un océano de petróleo, quizá tenga sentido en la mente del hombre de negocios. Decididamente no en la Argentina. "¿Para qué voy a venir acá, si en África el Estado me saca menos?", se preguntó otro de los ejecutivos consultados.

Vale, entonces, una aclaración. En una industria como ésta, acostumbrada a perforar en países inestables, no es tan relevante la ideología del gobierno imperante como las reglas, los impuestos y los contratos. Un director de una petrolera que tiene inversiones tanto en Venezuela como en la Argentina sorprendió a La Nación con un diagnóstico: "No se equivoque, Hugo Chávez es muy racional para negociar. El sabe cómo funciona este sector. Invertir allá, al menos en petróleo, no es nada complicado".

Chávez es un buen ejemplo de que no siempre la ideología y los hechos se parecen. Aunque aprovecha cada momento que puede para fustigar a los Estados Unidos, la poderosa estatal Petróleos de Venezuela (Pdvsa) tiene en ese país ocho refinerías y 13.000 estaciones de servicio, casi el triple de las bocas de expendio que existen en la Argentina. ¿Dónde puede estar ubicada entonces Citgo, la principal filial de Pdvsa en el mundo, sino en Tulsa, Oklahoma?

La incógnita es, entonces, cómo atraer la misma atención en la Argentina, donde las empresas juzgan al Estado como un voraz monstruo fiscal. Para entenderlo en números: si el barril está en el mercado de Texas a 60 dólares, en la Argentina, por la inferior calidad de sus cuencas, se ubica en 54 dólares en promedio. Con las retenciones a las exportaciones, el precio queda en 37,24 dólares. Y si se suman las regalías a las provincias, se concluye en que la petrolera tiene en su poder un barril de 32 dólares, por el que deberá pagar también ingresos brutos.

Donoso de la Noue cree que el Estado debe dar incentivos para la exploración de riesgo. Pero si de incentivos se trata, el panorama no es sencillo en una Argentina signada permanentemente por la política y sus apariencias. No es una novedad advertir que la relación entre los petroleros y el Gobierno no es buena. Ellos valoran al actual secretario de Energía, Daniel Cameron, lo consideran un técnico capacitado para ejercer el cargo, pero saben que cualquier decisión del ingeniero santacruceño se encuentra, enseguida, con trabas en el núcleo presidencial.

SILENCIO OFICIAL. La Nación intentó, sin éxito, consultar a funcionarios del Ministerio de Planificación sobre la estrategia oficial para aumentar la exploración en el país. Es sabido que una de las medidas por aplicarse será ofrecer desgravaciones impositivas para aquellas empresas que acepten asociarse con Enarsa. Sin embargo, la firma estatal creada por Kirchner es vista por los petroleros como una amenaza para la propia rentabilidad.

Los empresarios admiten que los grandes descubrimientos de hidrocarburos fueron hechos por YPF, cuando estaba en manos del Estado. La condición de empresa pública explica, de acuerdo con este razonamiento, varios de los recientes descubrimientos en el mar de Brasil. El capital privado, en cambio, es más cuidadoso.

El Gobierno espera que Enarsa supla esta ausencia privada. Proyecta, por caso, explorar en el Mar Argentino. Aunque nadie se animó, hasta ahora, a empezar los trabajos.

Así planteadas las cosas, ¿qué escenario podría conformar a estos hombres de negocios que el Gobierno juzga, muchas veces, como insaciables? Ellos dicen que una medida sería la reducción de impuestos para lo que se obtenga de la nueva exploración. Pero la explicación oficial para las retenciones, el tributo más irritante en el universo energético, tiene dos aristas que alejan o dificultan su extinción: por un lado, el país, ya desprovisto de una compañía estatal que se beneficie con esas ganancias como lo fue YPF, necesita participar de la renta extraordinaria que otorga este contexto internacional poco frecuente. Y un camino posible son las retenciones, que van bajando o subiendo según el precio del crudo.

La otra razón oficial es el mercado interno de nafta y gasoil. Como se trata de un commodity, que se compra y se vende con un valor internacional, las petroleras podrían vender los productos en el país a esos precios, lo que sería mucho más sencillo que exportarlos. La retención actúa, pues, como un atenuante y un disuasivo para abastecer el mercado dentro del país a valores inferiores, de acuerdo con la realidad salarial argentina.

Los analistas entienden la lógica de las retenciones, pero advierten que, dado el carácter distorsivo del impuesto, bien podría ser reemplazado por mecanismos diferentes. Montamat propone un tributo a la renta extraordinaria que se cobre sobre los ingresos netos, no sobre la ganancia bruta, como la retención. "Así, el Estado se apropiaría de esa ganancia sin distorsionar el precio", afirmó.

El otro aspecto reclamado por la industria es netamente jurídico. La rentabilidad obtenida durante los noventa, mientras grandes compañías arribaban al país atraídas por las ventajas de un mercado recién desregulado, distrajo al sector de un clamor que hoy sí esgrime: una nueva ley de hidrocarburos que otorgue certidumbre a los negocios. La que rige hoy fue diseñada durante el gobierno de Onganía y es obsoleta por dos razones. Primero, porque ya no existen compañías estatales como YPF y Gas del Estado. Segundo, porque la reforma constitucional de 1994 dispuso que el suelo no pertenece ya al Estado nacional, sino a las provincias.

Las consecuencias de la falta de una política energética

La caída de la producción petrolera que se viene operando desde 1998 —a la cual debe agregarse el pronóstico negativo que realizan para los próximos años las empresas privadas que operan en nuestro medio— nos muestra que la Argentina se encuentra atravesando el mayor período de caída de la producción de toda su historia petrolera.

A esta situación negativa se suma el hecho de que en los últimos años no se han realizado descubrimientos de yacimientos con los que sustentar el consumo energético (el 88% de la energía primaria consumida está constituido por petróleo y gas natural).

Los últimos datos disponibles en materia de reservas indican que las de petróleo alcanzan a 370 millones de m3 (relación reservas-producción de 9,1 años), lo que implica una caída con respecto al año anterior de 13%; en cuanto a las de gas, ascienden a 540.000 millones de m3 y son un 12% inferiores a las del año pasado y (muy importante) un 20% más bajas que las de 1983.

La situación en materia de gas natural es dramática: en este caso las reservas, que alcanzaban para 30 años de consumo a fines de los ochenta y nos mostraban como un país gasífero, hoy sólo alcanzan para diez años y nos muestran como un país que no puede hacer frente a un desarrollo de su sistema energético basado casi exclusivamente en el gas natural, y que además asumió compromisos de exportación en firme de largo plazo por sobre las posibilidades reales del país de abastecerlos. En síntesis, el crecimiento del consumo no se sostiene con nuestras reservas y, por lo tanto, otra nueva fuente de abastecimiento de gas natural u otro nuevo recurso energético —seguramente más caro— irrumpirá en nuestra ecuación energética.

La caída de las reservas de hidrocarburos es el principal problema estructural del sector energético argentino y constituye uno de los resultados más negativos de la privatización de YPF, que fue realizada sin la cobertura de una estrategia energética nacional.

La mentalidad extractiva de los nuevos dueños ganó terreno por sobre la mentalidad de extracción sustentable. La producción de petróleo y gas aumentó en forma extraordinaria, pero las reservas en cambio cayeron.

Está claro que YPF, desde 1923 hasta 1992, en que se privatizó, tuvo una mejor performance exploratoria que todo el conjunto de las empresas privadas juntas que la sucedieron de 1993 en adelante; a ella se deben prácticamente la totalidad de los descubrimientos de yacimientos. En las décadas del 1970 y 1980, YPF realizaba 110 pozos exploratorios por año en áreas inexploradas; gracias a ello los descubrimientos fueron de gran magnitud y permitieron que la Argentina tomara un liderazgo en materia de utilización del gas natural en la región. Hoy esa cifra se ubica en torno a los 40 pozos exploratorios por año, la mayoría de los cuales en áreas maduras con poco riesgo pero también con pocas probabilidades de ampliar en forma significativa el horizonte de reservas hoy conocido. Los resultados están a la vista: ningún descubrimiento importante en los últimos años.

CONDICIONES. Para tener una política exploratoria exitosa son necesarias varias condiciones de base que hoy no se dan en la Argentina: 1) es necesario tener una geología favorable; 2) una legislación de base confiable que dé seguridad jurídica al inversor (ley de hidrocarburos); 3) un contrato tipo de exploración moderno y competitivo frente a otros contratos con que puedan contar otros países; 4) la decisión política del país de promover una política exploratoria; 5) adecuada y sistematizada información técnica sobre la áreas a licitar, y 6) contar con mecanismos de promoción de la política por parte de los funcionarios gubernamentales.

De todos los factores enumerados, la Argentina hoy sólo cuenta con el primero: una geología favorable. No cumple ni cuenta con los otros requisitos que son condición sine qua non. En este contexto no es difícil pronosticar que el statu quo de la inacción y de la caída se mantendrá.

Nota: Por el ingeniero Jorge Lapeña, presidente del Instituto Argentino de Energía Gral. Mosconi. Fue secretario de Energía durante el gobierno de Raúl Alfonsín.

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