La gran oportunidad para el ministro Gabriel Oddone

Capitalizar con éxito su oportunidad de liderar esa agenda de cambios dependerá casi que en exclusividad del respaldo y la capacidad de liderazgo del presidente Orsi.

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El nuevo ministro de Economía Gabriel Oddone ha venido dando señales acerca de los objetivos que perseguirá en su gestión, entre los que lucen algunos francamente compartibles. En esta columna trataré de listarlos y luego hacer algunas apreciaciones, tanto sobre su relevancia como sobre su viabilidad política de concreción.

Consolidar la estabilidad macroeconómica

En primer término y cada vez que puede, repite la importancia de sostener la estabilidad macroeconómica en sus dos grandes componentes: la solvencia fiscal a largo plazo y la estabilidad de precios (baja inflación), terreno en el cual el país ha avanzado en estos últimos años, pero aún falta.

En el campo fiscal está planteando continuar y mejorar lo que se conoce como la Regla Fiscal que instauró el anterior gobierno. Eso no solo debería significar alguna modificación legal en el sentido de mejorar las disposiciones actuales (tanto en lo referido a los tres pilares que constituyen la regla, como en el Consejo Fiscal Asesor y el Comité de Expertos). Nunca está de más señalar la importancia de este tipo de reglas, pues son las que deberían operar resguardando las condiciones de sostenibilidad financieras del conjunto de políticas públicas. Y no está de más hacerlo porque parece que en Uruguay siempre existen representantes políticos a los que les cuesta entender que la restricción presupuestal del Estado no tiene ideología y que es una falacia plantear que hay que gastar, aunque no se tenga, porque existen necesidades sociales que no pueden esperar.

Precisamente para que esa restricción presupuestal se mantenga en el largo plazo, el ministro ha señalado que también se requiere sostener lo esencial de la reciente reforma del Sistema de jubilaciones y pensiones (como la edad mínima de 65 años y el pilar de ahorro individual gestionado profesionalmente por las AFAP) y encarar un Presupuesto para el quinquenio 2026-2030 que tienda a un resultado primario positivo que ayude a estabilizar el nivel actual del ratio deuda a PIB.

Asimismo, ha señalado que debe darse prioridad en el gasto, sin descuidar la estabilidad fiscal, a dos aspectos que también compartimos: la reducción de la pobreza infantil y la mejora educativa. Los compartimos porque entendemos que las raíces de la desigualdad en nuestro país no están en la falta de políticas redistributivas sino en la falta de políticas que actúen sobre las causas de la desigualdad de ingresos. Focalizar y priorizar el gasto en las nuevas generaciones que tienen comprometidas sus posibilidades de progresar es el único modo de encarar este desafío. Por otra parte, el acceso a mayor capital humano de nuestros jóvenes es necesario para incrementar la productividad del trabajo y la tasa de crecimiento potencial del país. Quienes creen que cientos de miles de compatriotas tienen salarios bajos, deben entender que eso se debe a su baja productividad y no a otra cosa.

En el terreno monetario Oddone tempranamente enfatizó la importancia de haber logrado reducir la inflación, reivindicando el régimen de Metas de Inflación que instauró el gobierno anterior con el manejo de la tasa de interés. Incluso, ha manifestado que sería importante seguir reduciendo la inflación doméstica hasta niveles comparables a nivel internacional (ello implica reducir la meta actual de 4,5%). Si bien siempre ha manifestado —en una concepción común con su fuerza política— que la reducción inflacionaria se hizo a costa de una pérdida de competitividad o “atraso cambiario”, parece tener claro que el fracaso de la política monetaria anterior (los famosos “Platitos Chinos”) no justifica volver a sacrificar la meta de inflación con la intención de sostener el tipo de cambio nominal con frecuentes e ineficientes intervenciones en el mercado de cambios.

Que las dos últimas subas de TPM hayan contado con el voto positivo del representante que tenía su fuerza política en el Banco Central —a lo que se había opuesto antes de manera sistemática— ha sido una señal clara de que se pretende dar continuidad a la política monetaria actual.

Esta intención parece consolidarse con la promoción a la presidencia del BCU de un técnico con trayectoria internacional como Guillermo Tolosa, sin militancia política conocida, quien también se ha manifestado a favor de esa continuidad.

El broche de oro para la estabilidad de precios necesitaría una reforma institucional del Banco Central, la que garantizaría formalmente lo que ahora se está haciendo de hecho: continuidad y profesionalismo a la política monetaria. Esa reforma, que tanto he reclamado en esta misma columna, requiere darle autonomía a la autoridad monetaria mediante la integración de directores no partidarios, con solvencia profesional comprobada y con mandatos solapados entre sí, que le permitan a la institución poner foco en la estabilidad de precios a largo plazo y lo protejan de la injerencia potencialmente dañina de intereses de corto plazo del gobierno de turno.

La anterior administración dio este partido por perdido desde el inicio, lamentablemente. ¿Se atreverá Oddone a impulsarlo? Hasta ahora ni se ha mencionado.

Las postergadas reformas microeconómicas

En segundo término, el nuevo ministro ha hecho hincapié en la necesidad de encarar reformas que le permitan al país aumentar significativamente su tasa de crecimiento potencial (hoy estimada en torno a 2,5% para los insumos de la regla fiscal). Esta posibilidad no parece ser una mera declaración de intención, sino una convicción fundada en que es posible remover diversos obstáculos a nivel microeconómico que hacen a elevados costos internos que enfrenta el país a la hora de producir y competir a nivel internacional. Algo similar se aprecia en la intención de desindexar las pautas salariales en los Consejos de Salarios.

Este enfoque está conceptualmente bien orientado y, si se encara con decisión, aportará significativamente a las tan necesarias mejoras de productividad y competitividad que requiere el sector transable para fortalecer su rentabilidad esperada. Este es el único camino para incrementar el ratio de Inversión a PIB y, con él, aspirar seriamente a un incremento significativo del crecimiento del producto potencial.

Aunque hasta ahora casi que no hemos visto cuáles son las medidas concretas que se van a proponer como para evaluarlas.

En adición, el cambio de foco hacia lo microeconómico para ser más competitivos, ayudará a mitigar los reclamos de grupos de interés sobre el tipo de cambio, liberando a la política monetaria para que se siga concentrando en la estabilidad de precios. Dicho en términos estratégicos, reforzar la política monetaria de baja la inflación y poner el ojo en reformas micro para atender la competitividad es un “ganar-ganar” para la calidad de las políticas públicas.

Dónde están los desafíos

Si bien compartimos y promovemos estas iniciativas, creo que existen fundadas razones para pensar que el ministro Oddone deberá enfrentar grandes escollos políticos y puede sucumbir en el intento.

En primer término, porque los sectores políticos que integran el nuevo gobierno han estado históricamente lejos del diagnóstico y propuestas que está haciendo. Como síntoma de esa falta de sintonía, tenemos los cuestionamientos recurrentes que ha recibido, ya sea durante la campaña electoral como a posteriori, provenientes de personas y sectores que ostentan posiciones de importancia en su fuerza política, como en cargos del actual gobierno (ministros) y legisladores.

Si a eso le agregamos la ausencia de peso político-electoral de Oddone, el respaldo posible a su gestión dependerá exclusivamente del presidente de la República y su entorno, cuya capacidad de liderazgo es aún una gran interrogante.

El segundo gran escollo está en el poder de lobby de grupos de interés constituidos dentro de los sectores no transables objeto de sus reformas. Contrariamente a lo que se suele pensar, estos grupos de interés no solo están compuestos por sectores empresariales poderosos sino, también, por los sindicatos vinculados que han sabido aprovechar a su favor ese poder de lobby, ejercido con gobiernos de todos los pelos políticos.

¿Podrá Oddone modificar estos equilibrios perversos?

El tercer escollo viene dado por la coyuntura internacional que le toca enfrentar, caracterizada por el sacudón que está dando la administración Trump en EE.UU. y su secuela a nivel mundial. Este sacudón que —se sabía— vendría por el lado del proteccionismo, se ha expandido rápida y peligrosamente a otros aspectos geopolíticos de difícil pronóstico. Este ambiente internacional enrarecido no parece aportar al desarrollo de la estrategia de inserción al mundo para crecer más, dado que todos los esfuerzos en estabilidad macro y reformas micro requieren, para ser efectivos, un mundo proclive al comercio. Si este se cierra, será difícil atraer capitales en un volumen suficiente como para mover la aguja del crecimiento potencial. Parece de Perogrullo, pero es bueno recordarlo, que el pequeño mercado interno no tiene capacidad como para mover la aguja en materia de inversiones y crecimiento económico.

En este último terreno tampoco aporta la visión que ha manifestado el propio ministro (y el nuevo gobierno), reacio a esfuerzos que mejoren las escasas preferencias comerciales extra-región que tiene el país, lo que nos condenaría a seguir atados a un Mercosur cerrado, ineficiente y notoriamente falto de dinamismo.

Esta pata de su estrategia es débil y luce notoriamente desarticulada con el resto, porque incrementar el crecimiento potencial privilegiando al Mercosur no parece suficiente para lograrlo, por más estabilidad macro y reformas micro que se impulsen.

En resumen, y más allá de esta última dificultad en la estrategia que entiendo puede restar de manera relevante, la estrategia y propuestas que está promoviendo Oddone son compartibles y necesarias para encarar con éxito los desafíos que tenemos.

Sin duda que el haber logrado acceder a la titularidad del Ministerio de Economía justifica el título de esta columna. Sin embargo, capitalizar con éxito su oportunidad de liderar esa agenda de cambios dependerá casi que en exclusividad del respaldo y la capacidad de liderazgo del presidente Orsi.

Esa capacidad y ese respaldo estarán tempranamente a prueba este año con la discusión presupuestal, el necesario apriete que se vislumbra de la política monetaria y las pautas que se promuevan en los Consejos de Salarios.

El tiempo dirá.

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