La implacable realidad del ciclo económico

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Foto: Pixabay

OPINIÓN

Después de haberse beneficiado durante casi un año, los mercados financieros deben prever los efectos de la retirada progresiva de los planes de estímulo destinados incialmente a afrontar la crisis.

Durante casi un año, los mercados financieros han disfrutado de una recuperación basada en estímulos gracias a las medidas adoptadas por los Gobiernos y los bancos centrales para responder a la crisis y reactivar la economía mundial. Ahora que la recuperación del crecimiento ha dejado de ser la cuestión principal para las autoridades, ya que los planes de emergencia han reencauzado a la economía mundial en una senda más prometedora, la realidad del ciclo económico está tomando el relevo de estas medidas excepcionales.

Los bancos centrales ya están menos presentes. Su labor se centra en la estabilidad de los precios y del sistema financiero, más que en el crecimiento económico. En paralelo, muchos anuncios o medidas de apoyo también están perdiendo relevancia para los Gobiernos, ya que el crecimiento económico es cada vez más autónomo. Sin embargo, esto no deja de plantear varios interrogantes en un contexto que se ha tornado tremendamente particular.

¿Qué pasará cuando los estímulos desaparezcan? ¿Cómo reaccionarán los mercados financieros en un entorno más «normal»? ¿Existe el riesgo de que caigan? ¿Se verán alcanzados por la gravedad o volverán a la trayectoria que suelen seguir a largo plazo?

Como ya hemos señalado muchas veces en los últimos meses, Estados Unidos vuelve a ser un modelo en cuanto al desarrollo y la salida de esta crisis. Al estimar que el repunte de la inflación es transitorio, pero reconociendo que podría ser más persistente de lo inicialmente previsto, la Reserva Federal (Fed) ha modificado su discurso. En los próximos meses, debería ralentizar el ritmo de sus compras periódicas de activos financieros para apoyar a la economía estadounidense —posiblemente ya en otoño— si los datos económicos siguen bien orientados.

Este cambio de marcha del banco central estadounidense debería ser muy gradual, y la perspectiva de que la Fed actúe de forma más convencional es visiblemente tranquilizadora a juzgar por la reacción de los mercados financieros y del buen comportamiento de los activos denominados «de riesgo». Sin embargo, esta situación podría hacer aflorar algunos problemas.

En primer lugar, la atención parece centrarse cada vez más en la situación del mercado laboral. La mayor dependencia de estos datos tiende a ser una fuente de volatilidad para los mercados financieros, ya que dichos datos son en sí mismos volátiles y están sujetos a revisiones y ajustes estacionales. El riesgo es que la Fed se vea obligada a subir sus tipos de interés en un contexto en el que el mercado laboral presenta una solidez especialmente significativa. Ahora bien, el sistema financiero no puede permitirse ese aumento del coste del crédito hoy en día, a la luz del más que elevado endeudamiento de la economía mundial.

Hacia un crecimiento menos potente

Además, ¿qué ocurrirá cuando el banco central estadounidense y otros, que también lo están considerando, reduzcan sus medidas de apoyo excepcionales a las que los mercados financieros se han terminado por acostumbrar? No cabe duda de que un cambio así acabaría traduciéndose en un crecimiento económico mundial menos sólido.

El ciclo económico también se ve afectado por las políticas aplicadas por los Gobiernos. Aunque no cabe prever que estos retiren las medidas adoptadas en los últimos 18 meses antes de fin de año, también llegará el momento de eliminarlas gradualmente. En Estados Unidos, las ambiciones presupuestarias del Gobierno de Biden deberán, con toda probabilidad, revisarse a la baja, en un contexto de arduas negociaciones ante la frágil mayoría de la que «se beneficia» el Partido Demócrata. Por ello, existe el riesgo de que el impulso presupuestario de este año sea menor de lo previsto inicialmente y de que la expansión se convierta en una contracción presupuestaria el próximo año.

Pero también en Europa, donde los distintos planes de emergencia han permitido preservar numerosos puestos de trabajo, prevenir una crisis de solvencia y evitar la quiebra de empresas. En cambio, una retirada de estos salvavidas podría ir acompañada de un aumento de las quiebras empresariales con el paso del tiempo. Una vez más, es probable que la realidad del ciclo económico nos alcance, lo que aboga por una marcada selectividad en los mercados de crédito.

Con todo, la actividad económica no debería experimentar cambios de rumbo bruscos. En los próximos trimestres, las economías estadounidense y europea deberían crecer a unas tasas anuales de dos dígitos, gracias concretamente al consumo de los hogares, el comercio mundial y la recuperación del turismo. No obstante, se prevé una ralentización a partir de entonces. Por su parte, la economía china, que había empezado a repuntar antes que las demás, evoluciona ya a un ritmo más lento. Sin la intervención de Pekín, su crecimiento debería estar por debajo de su potencial de aquí a finales de año; una situación que tendrá consecuencias para Europa, especialmente sensible a la economía del gigante asiático.

Por el momento, las autoridades parecen haber gestionado bien el cambio. Además, predecir el punto álgido de un ciclo económico es siempre un ejercicio complejo. Sin embargo, en periodos anteriores, fue la retirada de la liquidez inyectada por los bancos centrales lo que marcó el inicio del cambio de tendencia. El entorno actual es favorable a los títulos cuyo crecimiento de los beneficios depende menos del ciclo económico. Estos son los tipos de valores que están en nuestras carteras y que constituyen la columna vertebral de nuestras inversiones en la actualidad.

(*) Kevin Thozet, miembro del Comité de Inversión de Carmignac.

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