La importancia de la educación terciaria y universitaria sobre la movilidad intergeneracional

Pese a que en los últimos años se ha observado un crecimiento en la tasa de matriculación en la educación superior en Uruguay, persisten retos importantes que obstaculizan el acceso.

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Estudiantes fuera de la UTEC
Estudiantes fuera de la UTEC
Foto: Archivo El País

América Latina y el Caribe (LAC) es una de las regiones del mundo con mayores niveles de desigualdad. Tal como se analiza en el Reporte de Economía y Desarrollo de CAF 2022 (en adelante RED), la evidencia muestra que esta desigualdad no solo es alta, sino que es excesiva para el nivel de desarrollo de la región. Estos niveles de desigualdad afectan las bases del crecimiento económico inclusivo, la estabilidad política y hasta los niveles de criminalidad.

Es un hecho también que sociedades más desiguales exhiben menor movilidad intergeneracional, y que a su vez esta perpetúa la desigualdad. Esto denota la existencia de fuertes mecanismos que inhabilitan o dificultad la movilidad entre diferentes niveles socioeconómicos. En el RED se analizan tres de estos mecanismos; (i) la formación del capital humano, (ii) las oportunidades en los mercados laborales y (iii) la acumulación de activos. Precisamente, la educación, que es un determinante clave en la formación del capital humano, opera como uno de los mecanismos centrales en la persistencia del estatus socioeconómico en la región, y es el motivo de esta columna.

Si bien LAC ha sido exitosa en lograr una cobertura en educación primaria casi universal, los avances en materia de expansión en educación secundaria y terciaria han sido menos auspiciosos. En efecto, mientras que un 81% de las personas de la cohorte nacida en la primera década del siglo XX no finalizaba la educación primaria, este porcentaje se había reducido al 5% al finalizar el siglo. Por el contrario, como analiza el RED, el porcentaje de personas nacidas en la década de 1980 que lograron terminar la educación secundaria solo alcanza el 50% en el promedio regional. En el caso de la educación universitaria, el crecimiento de la cobertura ha sido moderado, de manera que el porcentaje de población con este nivel educativo es todavía muy bajo en la mayoría de los países de la región.

El magro avance en la finalización de los niveles más altos de educación ha limitado también las posibilidades de que los hijos superen los niveles educativos de sus padres. Para el promedio de la región, mientras que la proporción de hijos que logran terminar la primaria cuando sus padres no lo lograron supera el 60%, quienes terminan la secundaria cuando sus padres no la completaron solo roza el 40%. Por su parte, la proporción de hijos que logra finalizar estudios universitarios cuando sus padres no los completaron es aún más baja y en las cohortes más recientes se sitúa en torno al 12%. Además, los avances en movilidad en educación universitaria han cambiado muy poco. Algunos de los países que han mostrado cierto dinamismo son Bolivia, Colombia y Costa Rica; en cambio en Uruguay los avances en han sido lentos.

Además, entre las cohortes más jóvenes de la región, la finalización de la educación universitaria parece estar restringida cada vez más para los grupos de mayor nivel socio económico. En efecto, si bien la probabilidad de completar la educación universitaria ha ido aumentando, aunque en forma lenta, la tendencia es marcadamente superior para los hijos de padres que también completaron este nivel educativo.

Como señala el RED, esta evidencia sugiere que tanto la educación secundaria como especialmente la universitaria podrían actuar en la región como una barrera para aumentar los niveles de movilidad ascendente, tanto para los grupos de contextos familiares más desaventajados, como para los grupos de niveles socioeconómicos intermedios, creando un importante cuello de botella para reducir la aún alta persistencia intergeneracional educativa entre padres e hijos.

Uruguay se ha destacado a nivel regional por sus mayores niveles de equidad, no obstante, no es ajeno a esta realidad. Pese al avance en la cobertura de los niveles educativos en niños pequeños, el porcentaje de población que finaliza la educación secundaria y universitaria continúa siendo bajo, no solo al comparar con países de mayor desarrollo relativo, sino también con otros de la región (ver cuadro). Como resultado, más de la mitad de la población solo alcanza primaria como nivel educativo completo.
Si bien en el caso de Uruguay, es claro que las fuentes de desigualdad y baja movilidad educativa se manifiestan de manera muy clara en el nivel secundario; nos interesa aquí poner un breve foco en la educación superior. No solo por los beneficios a nivel individual que genera en términos de mejores oportunidades de inserción laboral, ingresos y calidad de vida, sino también por las externalidades positivas que genera para toda la sociedad en términos de conocimiento, progreso científico y tecnológico, capacidad de innovación y productividad.

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Pese a que en los últimos años se ha observado un crecimiento en la tasa de matriculación en la educación superior, persisten retos importantes que obstaculizan el acceso. Sin pretender ser exhaustivos, además de los costos (directos y de oportunidad), o la falta de preparación académica adecuada, un obstáculo que también opera es el costo extra (en traslado, en mudanza de localidad) que enfrentan jóvenes residentes en áreas donde no hay ofertas de educación superior o ésta es muy limitada. Una forma de reducir esta heterogeneidad de costos (y desigualdad de oportunidades) es acercar la oferta de educación superior a los territorios. Ejemplos de este tipo de política en Uruguay son la descentralización de la UdelaR en el interior del país en los centros regionales del Litoral Norte, Noreste y Este, y la creación de la UTEC.

La descentralización territorial puede tener varios efectos positivos. En primer lugar, para Uruguay existe evidencia robusta de que el proceso de descentralización a través de los centros universitarios regionales contribuyó a incrementar el acceso a jóvenes que son la primera generación universitaria en sus hogares. Cabe notar que de acuerdo a datos de UdelaR, actualmente la mitad de la población estudiantil de esa institución es primera generación universitaria; es decir proviene de hogares cuyos padres no tuvieron acceso a estudios terciarios ni universitarios. También incrementó significativamente la matriculación de estudiantes residentes en localidades cercanas a donde se instalaron las nuevas ofertas, contribuyendo a reducir las desigualdades espaciales[1].

En segundo lugar, la propia existencia de oferta de nivel superior más accesible puede constituirse en un incentivo para la permanencia y culminación del ciclo secundario. Finalmente, la propia oferta de educación superior en el territorio genera impactos locales, en términos de generación de valor agregado, encadenamientos, demanda de servicios y generación de redes que pueden a su vez generar un incentivo adicional a realizar estudios terciarios.

Sin embargo, la expansión de la oferta de educación superior puede generar problemas asociados a la calidad y pertinencia de las ofertas. Por ejemplo, en la región latinoamericana parece haber un desfase entre las carreras más demandadas por los jóvenes y las carreras que demanda el mundo laboral, de modo que en ciertos campos hay una sobreoferta de graduados universitarios, y en otros (como las carreras STEM) un déficit de personas calificadas. Constituye entonces un desafío construir un ecosistema de educación superior que permita responder con mayor pertinencia a la diversidad de necesidades de la población y que a la vez de respuesta a las necesidades de los territorios, generando una mejor vinculación con el sector productivo.

En esa línea, CAF – banco de desarrollo de América Latina y el Caribe viene apoyando la mejora del acceso, calidad y pertinencia en la educación superior a través de varias iniciativas de financiamiento y cooperación técnica. Ejemplos de esto son el apoyo al programa de infraestructura universitaria y la creación o fortalecimiento de centros tecnológicos en áreas estratégicas en Argentina, así como el impulso a vocaciones TIC desde la educación secundaria también en dicho país. Otros ejemplos son la ampliación del acceso y la calidad de la educación universitaria (Panamá), la creación de institutos tecnológicos terciarios o de alta especialización (Panamá y Uruguay), y actualmente en proceso de evaluación, el apoyo a la nueva sede de la UdelaR en Paysandú (Uruguay).

Avanzar en mejorar las condiciones de acceso a una educación superior de calidad y pertinente es crucial para avanzar en la igualdad de oportunidades educativas y laborales de los jóvenes de la región latinoamericana y promover el crecimiento y desarrollo de sus países.

- Cecilia Llambí  - Ejecutiva Principal, Dirección de Proyectos de Desarrollo Social; Nicole Perelmuter – Economista Senior, Dirección de Estudios Macroeconómicos, CAF- Banco de Desarrollo de América Latina y el Caribe.

[1] Katzkpowicz, Querejeta y Rosá, 2021

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