La industria manufacturera, entre la pandemia y la competitividad

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Foto: El País
Leonardo Maine

TEMA DE ANÁLISIS

El sector se recupera del golpe de la pandemia a pesar de que la competitividad continúa impactando negativamente.

La producción industrial —excluyendo la refinería de Ancap— se recuperó en octubre y creció un 5,1% frente al mismo mes del año anterior. Se trató del primer crecimiento interanual desde diciembre de 2019 y el de mayor magnitud desde agosto de ese mismo año. Las industrias manufactureras sufrieron el fuerte impacto de la pandemia en los meses de abril y mayo, cuando la actividad industrial cayó un 22%. A partir de allí, la recuperación fue gradual y se profundizó en setiembre y octubre. En noviembre, las ventas de energía eléctrica industrial anticiparían que el sector continuó recuperándose.

La recuperación de las industrias ha sido heterogénea entre las diferentes ramas de actividad y ha estado liderada por la producción de alimentos y bebidas, que representa más de un tercio de la actividad. En setiembre y octubre, el nivel de actividad en las industrias cárnicas y de frutas y verduras creció un 8%, mientras que en la industria láctea el crecimiento interanual fue del 12%. La elaboración de bebidas, que había caído un 40% en los meses de la pandemia, se ubicó en niveles similares a los de 2019 durante setiembre y octubre. Por su incidencia, se destaca también la recuperación de las industrias metálicas y el desempeño de la industria química, que sufrió en menor intensidad los efectos de la pandemia.

Las ramas más afectadas por la pandemia que todavía no se han recuperado, son principalmente las asociadas a la vestimenta y el cuero, que continúan ubicándose un 20% por debajo del nivel de 2019, así como la fabricación de instrumentos médicos y vehículos y las actividades de impresión, edición y encuadernación.

El desempeño reciente de la actividad industrial es consistente con la mejora en las expectativas económicas del sector. Según el relevamiento de la Cámara de Industrias del Uruguay, los encuestados que consideraban que las expectativas de la economía serían peores en los próximos seis meses cayeron desde un máximo de 72% en abril a 38% en setiembre, nivel similar al observado previo a las elecciones.

Sin embargo, el impacto de la pandemia llegó cuando el sector arrastraba más de cinco años de estancamiento. Entre 2014 y 2019, el volumen físico de la producción manufacturera —excluyendo la refinería de Ancap— cayó un 10% en tendencia-ciclo. Si bien en términos de valor agregado bruto las industrias manufactureras redujeron su peso en el total de la economía, pasando de representar el 15,1% en 2005 al 12,3% en 2016, el sector continúa siendo uno de los principales demandantes de empleo en el país.

En 2019, una de cada diez personas ocupadas en la economía (168.000) se desempeñaba en las diferentes industrias manufactureras del país.

En particular, se trata de un sector clave para el empleo de trabajadores con baja calificación. El 68% de los trabajadores empleados en la industria no finalizó la enseñanza secundaria, mientras que en el total de la población ocupada la cifra es del 58%. A su vez, se trata de un sector de la economía con niveles de formalidad relativamente altos. Mientras que el 85,6% de los asalariados privados aportaba a alguna caja de jubilaciones en 2019, entre los asalariados privados de la industria manufacturera la cifra alcanzaba el 89,4%.

Por otra parte, los salarios de los asalariados privados en la industria se encuentran notoriamente por encima del promedio del resto de los asalariados privados. En 2019, el sueldo o jornal líquido promedio en la industria alcanzaba los $29.300, un 15% por encima del promedio de los asalariados privados.

El deterioro del nivel de actividad del sector y la incorporación de tecnología en los diferentes procesos industriales ha impactado en mayor profundidad al empleo, ya que entre 2014 y 2019 se perdieron unos 23 mil puestos de trabajo en las industrias manufactureras. En 2019, el 8% de las personas que se encontraban desocupadas, unas 13 mil, eran trabajadores previamente empleados por el sector. Entre ellos, el 74% no contaba con estudios secundarios finalizados, el 17% había finalizado la secundaria y solamente el 9% contaba con estudios técnicos o terciarios finalizados.

El estancamiento de la industria se debe en parte al menor dinamismo de la economía desde el fin del boom de los commodities en 2014. El crecimiento acumulado del PIB entre 2016 y 2019 fue de 2,5%, mientras que el PIB industrial cayó un 0,8% en dicho período. A pesar de ello, existen algunos factores, cada vez más estructurales, que explican el deterioro de la competitividad del sector y consecuentemente de su estancamiento.

El peso de la burocracia y de la regulación en los costos del sector continúa siendo alto. El costo en dólares de exportar un contenedor es dos veces superior al promedio de los países de Latinoamérica y casi 8 veces al de los países de la OCDE. A su vez, si bien el costo de importación es similar al promedio de los países de Latinoamérica, es también 8 veces superior respecto de los países de la OCDE. Es necesario profundizar la incorporación de tecnología para agilizar estos procesos y reducir su costo.

Los bienes energéticos son insumo clave en la producción, y su costo es elevado en comparación con la región. El precio de los combustibles se encuentra entre un 20% y un 55% por encima del precio en la región. La energía industrial es más barata en Uruguay que en Chile, pero es un 20% más cara que en Brasil y cuesta más del doble que en Argentina y Paraguay.

Es necesario que las tarifas reflejen fielmente su costo de producción y para ello es clave eliminar los subsidios cruzados que generan un sobrecosto en la producción industrial y en la gran mayoría de las actividades productivas del país. Para ello se deberá eliminar el subsidio al supergás, un beneficio que goza toda la población independientemente de su nivel de ingreso, y se deberá focalizar este beneficio en los hogares de menores ingresos, vía rentas generales. En la misma línea, el subsidio al boleto urbano —que se financia a través de un sobrecosto en el precio del gasoil— deberá enfocarse (y por qué no profundizarse) exclusivamente en la población que realmente lo necesita. A su vez, el cambio en la matriz energética ha disminuido considerablemente el costo de generación y ello debe ser reflejado en el precio final que pagan los consumidores.

Por último, la incorporación de tecnología ha reducido la intensidad de la mano de obra en los procesos productivos de la industria, que cada vez demanda relativamente más trabajadores calificados. Será clave mejorar el desempeño del sistema educativo y profundizar la capacitación de los trabajadores existentes para dotar de recursos humanos calificados al sector.

El debate sobre el desarrollo de la industria en el largo plazo debe enfocarse en la resolución de estos problemas y no tanto en otros en los cuales el margen de acción es menor, típicamente la paridad cambiaria.

(*) Nicolás Cichevski. Gerente del Área de Consultoría Económica de Grant Thornton Uruguay y Paraguay.

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