KPMG (*)
La última vez que escribimos sobre la actividad industrial fue en julio de 2021, con el auspicioso título “La industria manufacturera se suma al empuje de la oferta”. Casi dos años más tarde, lamentablemente el título de la presente columna podría ser de signo opuesto. Tras la reciente publicación del Índice de Volumen Físico (IVF) correspondiente a diciembre, una primera lectura muestra que al agregar el promedio anual de 2022 la industria creció un 3,6% frente al año anterior. Sin embargo, hubo un quiebre en el segundo semestre. Si bien en el mes puntual de diciembre la producción industrial aumentó 1,1% interanual, al extraer el efecto de la refinería de Ancap para expresar la variación de la actividad industrial privada, hay una caída de 0,5%. Se trata del tercer mes consecutivo con caída interanual. Si se agrupan los datos en frecuencia trimestral, el cuarto trimestre de 2022 tuvo una caída del 3,4% frente al mismo período del año anterior.
El gráfico 1 es útil para para entender la situación en la que se encuentra la industria a nivel general (sin considerar la refinería). La línea azul muestra la evolución del IVF en términos anuales. Podemos distinguir cuatro fases. La primera va hasta marzo de 2020 y muestra un declive moderado pero sostenido en la producción industrial. En la segunda fase hay un descenso abrupto por efecto COVID, tras lo cual continuó la tendencia a la baja. A comienzos de 2021 comienza una muy fuerte reactivación al punto que en junio de 2021 el producto industrial ya había recuperado toda la caída acaecida durante la pandemia, y el crecimiento se prolonga hasta setiembre de 2022 cuando la producción alcanza un máximo histórico situándose un 10% por encima de los niveles prepandemia. A partir de entonces —cuarta fase— el crecimiento se detiene y comienza a registrarse una caída. En el eje opuesto del mismo gráfico se exhibe la variación interanual en trimestres móviles, donde se verifica una desaceleración continua en la tasa de crecimiento hasta converger a la consabida disminución del 3,4% en el cuarto trimestre de 2022.
¿Qué fue lo que ocurrió? Parte de la explicación se encuentra en la rama de la industria frigorífica, un sector muy importante que representa el 10% de la producción industrial nacional. La formidable fase expansiva de la industria que tuvo lugar hasta mediados de 2022 fue liderada por este rubro, que en los 12 meses a mayo de 2022 alcanzó un récord de casi 2,8 millones de cabezas faenadas de bovinos.
Vale la pena detenernos en el análisis de este sector. En primer lugar, es importante entender que el alza de 2021-22 no es mayormente atribuible a una recuperación post pandemia de la demanda externa, sino a la Peste Porcina Africana (PPA) que en 2019 provocó una dramática reducción en el stock de cerdos que constituyen la base del consumo de carne en China. Si bien en 2020 hubo una recuperación parcial del stock, nuevos brotes de PPA en 2021 continuaron limitando la producción doméstica de carne porcina, lo cual explica el incremento que hubo en la demanda china de la carne vacuna que es un bien sustituto. En 2022 el stock continúo recomponiéndose, hasta superar actualmente los niveles previos a la PPA (cabe señalar que el ciclo productivo del cerdo es corto y acelerado, al combinar breve período de gestación y elevado número de crías). En este contexto, es previsible una baja en la demanda china de carne vacuna. Por otra parte, la grave sequía que está asolando al país afecta las pasturas y por consiguiente reduce el peso del ganado. En este contexto, los productores retienen su stock con la esperanza de que en el futuro próximo vuelva la lluvia y les permita vender luego al animal con más kilos por un mayor ingreso. La combinación de estos factores explica que la faena se haya reducido a los niveles de 2019 y actualmente ronde los 2,3 millones de cabezas anuales (gráfico 2). Tanto la sequía (que dejará la secuela de una menor preñez) como la situación de China (principal cliente que concentra el 70% de las exportaciones de carne uruguaya) hacen pensar que la caída de la faena no será transitoria. Tal vez podría aumentar si se agudiza la sequía durante el otoño forzando a los productores a liquidar las existencias de ganado flaco, aunque claramente no sería un escenario socialmente beneficioso (también podría aumentar por la suspensión de exportaciones de Brasil a China tras un caso de “vaca loca”, aunque bien podría ser transitorio).
En cuanto a los restantes sectores, hay uno que sin duda contribuirá al crecimiento global de la industria: la celulosa, por la inauguración de la planta de UPM2 que estará operativa a partir del segundo semestre de 2023. Entre UPM1 y Montes del Plata, este sector representa cerca del 9% del producto industrial nacional, con lo cual, la incorporación de UPM2 lo transformaría en el principal rubro de la industria manufacturera. Sin duda esto será beneficioso para la economía, aunque el roble de la celulosa en Uruguay no debe hacer perder de vista los restantes árboles que integran el bosque. En el gráfico 3 se exhibe la variación trimestral interanual de la producción de la celulosa, frigorífica y refinería versus el resto de los sectores industriales. Se observa que sin considerar las plantas frigoríficas y de celulosa (ambas con sendas caídas en 2022) el resto de la industria tuvo un comportamiento similar, con marcada desaceleración y posterior caída. De hecho, entre los veintidós sectores industriales que conforman el índice elaborado por el INE, hubo caída en catorce durante el segundo semestre de 2022 frente al mismo período del año anterior. Es decir, dos de cada tres sectores de la industria atravesaron una contracción productiva. Por tanto, todo indica que hay otros factores que están provocando una afectación a la actividad industrial más allá de los factores exógenos inherentes a la producción cárnica. Al ser buena parte de la industria orientada a la exportación o competidora de productos importados, cabe considerar la posibilidad de que la caída del tipo de cambio real sea un factor explicativo que esté dañando la competitividad de las empresas.
Finalmente, veamos el desempeño que tuvo el empleo en el sector industrial. En el gráfico 4 se exhibe la evolución del Índice de Personal Ocupado (IPO) en medias móviles anualizadas. Previsiblemente, el comportamiento es similar al del IVF en el gráfico 1. Si bien por el momento no hay una caída del empleo, éste se encuentra estancado. Más interesante aún es constatar que, tras la salida del COVID, el empleo en la industria quedó por debajo de los niveles prepandemia, a diferencia del IVF que como ya vimos está un 10% por encima. La conclusión es evidente: la industria uruguaya continúa atravesando un proceso de adecuación en el uso de los recursos, que no tiene como resultado un aumento en el volumen de empleo, sino un aumento en el producto por trabajador ocupado. Vale decir, una mejora en la productividad.
(*) Ec. Marcelo Sibille, gerente senior del área de asesoramiento económico y financiero de KPMG en Uruguay.