Es por muchos sabido y por el resto intuido, que la moneda es uno de los instrumentos más importantes creado por el hombre y para, en general, toda la humanidad. No podemos imaginar un mundo sin moneda. Si no existiese y el trueque fuera la forma de realizar transacciones, la pérdida de eficiencia de la economía en las transacciones comerciales, financieras y de cualquier otra naturaleza sería infinita y las haría imposible en la mayoría de los casos.
Pero la moneda, a pesar de ser —ahora agrego— el instrumento más importante para el funcionamiento de las transacciones en una economía, también tiene asociado en muchas circunstancias, problemas para el bienestar general. Su exceso en cantidad, en cualquier país, por encima de lo deseado por la población para sus transacciones y otros motivos, provocaría lo que es conocido como el peor impuesto que se debería soportar: la inflación.
Es que con inflación en un país, aún siendo baja, mes a mes se reduce la capacidad de compra de sus habitantes, la que solo se renueva, por lo general, cierto tiempo después, aunque si se mantiene el aumento de precios, la situación se repite.
La inflación o la deflación, cuando los precios de bienes y servicios bajan generalizadamente, son fenómenos que aparecen en todas las economías, porque en ellas funciona el dinero; no aparecerían si las economías funcionaran a partir del trueque de pagos de un bien, producto o servicio, con los de otro bien, producto o servicio. Es por eso que se entiende que la inflación o la deflación son fenómenos monetarios. Aunque en muchos casos también puede ocurrir que transitoriamente, por diversos motivos, cambios puntualmente en algunos precios, como ocurriera con el del petróleo por la guerra de Rusia y Ucrania o debido a la recuperación de la economía mundial tras la pandemia, o aún debidos a la sequía, impulsen al alza al índice de precios al consumo. La normalización de esos precios por ajustes en su demanda o en su oferta, les hace retroceder e inciden luego deflacionariamente sobre el índice de precios al consumo. Esos movimientos alcistas o bajistas de precios que inciden sobre el índice de precios al consumo no se deben a fenómenos monetarios, como cuando la inflación es provocada por el aumento generalizado de precios en la economía.
La inflación hoy. En los doce meses hasta junio, la inflación ha sido 5,98%, debido a la caída del nivel general de precios en dicho mes y a la tendencia declinante de los aumentos de precios de los meses anteriores, desde que ocurrieran primero la recuperación mundial tras la pandemia y luego la guerra y la sequía ya mencionadas. El registro de junio ubica a la inflación en el actual rango que tiene como meta el gobierno: 3 a 6%.
En los últimos 867 meses, desde enero de 1951 hasta el pasado mes de junio, es decir desde hace ya más de 73 años, solamente en 72 meses se había tenido una inflación menor al 6%. Desde enero de 1996, habiendo transcurridos 336 meses, en 57 de ellos la inflación ha sido menor a 6%, siendo en un corto lapso de 2017 la última vez que eso ocurriera. En conclusión, se puede señalar que el resultado de los doce meses transcurridos hasta junio de este año refleja una situación relativamente mucho mejor desde el punto de vista inflacionario, que la de prácticamente todos los últimos 73 años.
En buena medida, la razón de la caída de la inflación es la contracción monetaria a la que se asiste desde hace ya dos años y que ha coincidido en buena parte de ese lapso con la recuperación de la economía y de la demanda por dinero. Desde agosto de 2021, con la inflación en alza en el mundo y en el plano local, por aumentos de precios derivados de la recuperación económica mundial tras la pandemia, la política monetaria del Banco Central se ha vuelto significativamente restrictiva, lo que llevó a que los saldos monetarios nominales se mantuvieran sin cambios en dos años y cayendo en términos reales, debido a la inflación de ese lapso. La desaceleración del ritmo de aumento del nivel general de precios en nuestro país, que comenzó tras el pico de los doce meses hasta setiembre de 2022 que empujaban los precios anormalmente altos de productos como el petróleo y los agrícolas y pecuarios así como otros por el estilo, y luego adicionalmente por alimenticios afectados por la sequía, se ha dado en parte por la mencionada contracción monetaria. Pero también se debió a la normalización de los precios señalados en niveles significativamente menores. El precio del petróleo es hoy 40% menor que entonces y otras declinaciones por el estilo o menores pero igualmente significativas, han ocurrido en otros productos que son relevantes en su participación en el índice de precios al consumo.
Segundo semestre. El comportamiento de los precios de los meses de la segunda mitad del año seguirá reflejando una evolución que llevará el registro de la inflación de todo este año a un entorno de 5,25% pues continuará siendo, la inflación de cada uno de los meses que restan de este 2023, menor a la de los meses similares del año pasado. La política monetaria restrictiva hasta el presente y la continuidad de aumentos mensuales de precios menores a los de similares meses del año pasado son las causas de la estimación del aumento de precios de este año.
Con la continuidad de la inflación en baja y teniendo presente que desde la propia conducción económica se ha indicado que indicadores adelantados del segundo trimestre de este año mostrarían que la economía no ha crecido o se ha mantenido estancada en ese lapso, la moderación de la instancia restrictiva que muestra la política monetaria actual no debería dilatarse. Si ello ocurre, se debería reflejar en una baja de la tasa de referencia de la autoridad bancocentralista que hoy es alta en términos reales, lo que mejoraría los determinantes de la demanda agregada —consumo, inversión, exportaciones— y la producción local y, asimismo, haría recuperar valor real al tipo de cambio.