La relación virtuosa entre un banco central más autónomo y menor inflación

Compartir esta noticia
César Rodríguez – Doctor en Economía (Pittsburgh U.), profesor asociado al departamento de Economía, Portland State University

ENTREVISTA

Para el período de tiempo estudiado, Uruguay está “de mitad de tabla para abajo” entre los 17 países de la región analizados.

Un estudio que examinó el funcionamiento de los bancos centrales en 118 países en desarrollo de los cinco continentes, concluyó que el mantenimiento de menores niveles de inflación, está fuertemente asociado a una autoridad monetaria con mayores niveles de independencia. Eleconomista uruguayo César Rodríguez, docente e investigador en Portland State University, junto a su colega argentina Ana Carolina Garriga (University of Essex, Reino Unido), son autores de “Más efectivo de lo que pensamos: la independencia del banco central en países en desarrollo”. Rodríguez asegura que hallaron suficiente evidencia acerca de que una mayor autonomía banco centralista también permite consolidar una mayor reputación a nivel doméstico e internacional. Subrayó que todas las dimensiones incluidas en la medición de la independencia del banco central (objetivos, dirección, políticas e independencia financiera) contribuyen a frenar la inflación. A continuación, un resumen de la entrevista.

—¿Qué objetivos impulsaron este trabajo?

—Nuestro interés principal era comprobar si los bancos centrales independientes ayudaban a tener una inflación más baja. A pesar del consenso de políticas que sugiere que la independencia del banco central es una herramienta eficaz para controlar la inflación, la evidencia aún es limitada, particularmente para los países en desarrollo.

—¿Por qué?

—Varias razones. Una de ellas, los datos. Información muy parcial, discontinuada, que no nos dejaba ver qué pasaba en estos países. Otro aspecto es que existían algunos estudios referidos a determinados grupos de países, pero no había información lo suficientemente amplia sobre un universo de países que nos permitiera dar por buena esa afirmación.
Eso impulsó este trabajo, que contiene información de 118 países en desarrollo, para un período entre 1980 y 2014. Entendemos que esta es una de las contribuciones de nuestro trabajo: tener una amplia base de datos, donde está sistematizada la información que surge de decretos, leyes y otras normativas de los bancos centrales, que permite analizar y comparar muchos países.

—El trabajo se planteó otra motivación, además, en la búsqueda de eventuales vínculos entre autonomía banco centralista e institucionalidad democrática…

—Exacto. Veíamos que algunos países que no tenían una clara postura democrática igualmente tenían una inflación controlada en términos razonables, por tanto, nos propusimos buscar evidencia sobre una posible relación entre esas dos realidades.
Así como encontramos que sí hay una relación entre el grado de independencia del Banco Central y la inflación controlada, también vimos que esa relación existe con aquellos países que se definen como democracias. Sin embargo, aunque notoriamente en menor medida, también se da en países con una institucionalidad democrática más débil. Es decir, en las consideradas autocracias también sobrevive. Por tanto, la independencia del banco central es una buena decisión, incluso en países con menor nivel democrático.

—¿En qué definición se basan para fundamentar las bondades de un banco central autónomo?

—Tiene que ver fundamentalmente con lo que se denomina inconsistencia temporal de los compromisos; que la institución tenga los mecanismos que le pongan a salvo del poder de turno, en momentos donde la tentación por tomar medidas que ayuden a superar una crisis o directamente sean funcionales en un período electoral. Que no se pueda utilizar con discrecionalidad la política monetaria para aumentar el gasto u otras medidas de corto plazo que puedan afectar la inflación en el mediano plazo.

—¿Qué otras ventajas caracterizan a la autonomía banco centralista, según vuestro análisis?

—Uno de los aspectos más importantes tiene que ver con la reputación del banco central. Es algo que tiene mayor impacto a largo plazo, aunque no sea un objetivo en particular sino una forma de hacer política. Esa reputación tiene consecuencias varias no solo para el banco sino para el país. El tema de la inflación es uno, pero también tiene que ver con la percepción doméstica e internacional de los bancos centrales. Acceso a créditos en mejores condiciones, mayor solidez ante los ojos de instituciones como las calificadoras de crédito, mayor inversión extranjera directa.

—El cumplimiento con los compromisos, especialmente los objetivos de inflación, ¿cuán determinante resulta en esa reputación?

—Mucho. Cuando la meta es clara y cumplible, las expectativas se van a alinear con esos objetivos. Es un aspecto muy importante. Y si en un momento se tuerce esa trayectoria, se deben comunicar las razones. Por usar un ejemplo, seguramente el Banco Central de Chile, si la inflación está por encima de los objetivos trazados en determinado período, haga una declaración donde explique las razones que determinaron el incumplimiento y las medidas a tomar para tratar de retomar el rumbo previsto.

—¿El trabajo que realizaron les permitió observar alguna tendencia en materia de cambios normativos que apunten a esa mayor independencia de los bancos centrales en el período estudiado?

—Contamos 266 reformas a los bancos centrales, y un 80% de ellas ocurrieron en países en desarrollo. Casi todos después de 1990, donde se da un aluvión de modificaciones, la mayoría de esos cambios orientados a otorgar mayor independencia al banco central. De todos modos, al inicio de los años 2000 se vio en algunos países reformas en el sentido contrario, lo que volvió a ocurrir sobre 2010.

—¿Observaron en esa evolución un sesgo particular en los países latinoamericanos?

—No es homogéneo. Chile es un ejemplo claro de un banco central con una reputación sólida, empujando siempre para una posición de mayor independencia. México y Perú son otros dos países que también se han movido en esa dirección.
Tal vez la imagen más clara de una postura opuesta es Brasil, que ha estado al margen de estas tendencias. Dada la relevancia de Brasil en la región, este punto no es menor.
Sobre Brasil, podemos decir de todos modos que fue de los primeros países en adoptar un esquema de objetivos de inflación en 1999, que ha contribuido a la credibilidad y reputación de su autoridad monetaria. Y a principios de marzo de este año 2021, finalmente el congreso aprobó su independencia técnica, operativa, administrativa, y financiera. Así que esos cambios se verán reflejados en las próximas actualizaciones del índice y dejará de estar bajo en el ranking de independencia en América Latina.

—¿Cómo define el caso uruguayo?

—En un país que en términos macro ha sido estable por más de 15 años, de todos modos no ha mostrado un avance notorio en materia de autonomía banco centralista. Está “de mitad de tabla para abajo” entre los 17 países de la región que estudiamos.
En la actualidad hay varios cambios propuestos que, si se materializan, van a poner a Uruguay definitivamente en un mejor posicionamiento en la región.

—En 2008 hubo cambios en la carta orgánica del BCU; ¿de qué forma incidieron en esa posición?

—Indudablemente hay un salto cualitativo en los años posteriores a esa reforma, pero harían falta otros avances.

—¿En qué variables se basaron para concluir el grado de autonomía de los bancos centrales?

—Nos basamos en cuatro características principales: una tiene que ver con las autoridades que tienen las instituciones; otra con los objetivos, una más relativa a las políticas y la cuarta, los límites de préstamos del sector público. Cuatro niveles donde se refleja el grado de independencia. En la última, respecto del sector público, es donde Uruguay tuvo un repunte a partir de la reforma de 2008.
El nivel donde Uruguay muestra algo más de rezago es el de políticas del banco central. Nuestro país tenía objetivos basados en agregados monetarios. No necesariamente es algo malo, pero tener como objetivo la tasa de interés da mayor independencia.

—Respecto a la primera variable que menciona, ¿es relevante una eventual desvinculación de los períodos de mandato en el banco central con el calendario electoral?

—Definitivamente; ese punto es un elemento importante a la hora de evaluar qué tan independiente es el banco central. Separar a las autoridades de la institución del ciclo político habilitaría mayor libertad para buscar autoridades con perfil eminentemente técnico y basarse menos en las afinidades políticas.

—La actual conducción del BCU ha anunciado entre sus objetivos propiciar los cambios legales que doten a la institución de mayor autonomía, con más transparencia y rendición de cuentas. ¿Esos anuncios van en línea con lo que calificaría al Banco Central en una mejor posición relativa a nivel de ese universo de países considerados?

—Entiendo que los objetivos de la dirección del BCU van en ese sentido, lo que de concretarse dotará a la institución de mayor independencia, con los beneficios que antes mencionábamos a la hora de velar por la estabilidad de precios y el manejo de la política monetaria, así como su reputación.

—Los bancos centrales han ido adoptando nuevos compromisos, más allá del mandato clásico de velar por la estabilidad de precios, incorporando aspectos como empleo y crecimiento. A semejanza de lo que ocurre con la Reserva Federal y otros bancos en países desarrollados, ¿los países en desarrollo evolucionan en esa línea?

—La Fed es un claro ejemplo en cuanto al “mandato dual”, también ocurre con los bancos centrales de Australia o Nueva Zelanda. Pero es cierto que hay varios países en desarrollo en los que esta discusión está en curso. Podemos mencionar los casos de Rusia, Ucrania, Malasia, Hungría, Turquía o Filipinas. En algunos de estos casos se ha dado ese paso, en otros está planteado el proceso.
En la región, Junto con Colombia, ahora Brasil también tiene un mandato dual. En el caso de Colombia (viene de 1999) es muy claro: "…las acciones de política monetaria buscan conducir la inflación a una meta puntual y alcanzar el nivel máximo sostenible del producto y del empleo". Es decir, que el BC entiende su mandato constitucional como uno dual: tiene el foco en el control de la inflación y el otro en la actividad económica y el empleo. En el caso de Brasil, además del objetivo fundamental de la estabilidad de precios, la ley agrega: “preservar y mantener la estabilidad y eficiencia del sistema financiero, suavizar fluctuaciones en el nivel de actividad económica, y promover el pleno empleo".

¿Encontraste un error?

Reportar

Te puede interesar