Como un déjà vu de los noventa, vuelve a escena la idea del “atraso cambiario” como gran erosionante de la rentabilidad del aparato productivo nacional que integra la cadena exportadora.
La clara tendencia de fortalecimiento del peso uruguayo verificado en un periodo prolongado de tiempo, sumado a la inflación domestica persistente, revela un deterioro relevante y generalizado del tipo de cambio real. Relevante por la cuantía y generalizado porque se verifica con todos los mercados relevados por el Banco Central del Uruguay. Recordemos que el tipo de cambio real, no es una medida de precisión absoluta sobre la competitividad exportadora. Aun así, soy de los que sigue creyendo que es un insumo significativo, no como dato puntual, para comprender cuán caro o barato estamos en comparación con otros mercados internacionales. Recordemos que el tipo de cambio real efectivo (TCR) compara una canasta de precios al consumo domésticos con una canasta de precios al consumo de otro país o países, expresadas en moneda local a través de los tipo de cambio bilaterales entre las monedas. De modo que, una apreciación del TCR, implica un mayor aumento de los precios en dólares de Uruguay versus los precios en dólares transados en el mercado comparado. No es menor esta definición por lo que expondré en párrafos siguientes.
Decía que se verifica un deterioro relevante y generalizado. Las estimaciones a abril 2023 del BCU muestran un encarecimiento relativo en los últimos doce meses con todos los mercados relevados con excepción de México. En los últimos 3 años el encarecimiento se verifica con todos los mercados, agudizado en los mercados extra regionales en particular con China y EE.UU.
Entender a la competitividad nacional únicamente por la evolución combinada del tipo de cambio e inflación doméstica puede referir a un análisis acotado. La competitividad estructural, de largo plazo, es bastante más que esas dos variables: el nivel de productividad de los factores, la infraestructura, los costos fiscales asociados, el costo de los servicios públicos, entre otros. Pero en un horizonte temporal de corto plazo, son incuestionables los efectos nocivos sobre los proyectos productivos del llamado atraso cambiario.
En un esfuerzo por comprender un poco más la rentabilidad exportadora el Banco Central publica el llamado Indicador del Excedente Bruto Unitario (IEBU). La estructura productiva y de comercio exterior que abarcaba este estudio refería a la relevada en 2005. Recientemente se ha actualizado al 2016, incorporando por ejemplo las ramas exportadoras desde las zonas francas, en particular lo referente a la pasta de celulosa y al concentrado de bebidas. La evolución del IEBU sugiere una performance divergente del sector exportador versus los problemas de competitividad que sugeriría el tipo de cambio real efectivo. Mientras que la evolución de este último indicaría, como se señala en párrafos anteriores, un encarecimiento relativo relevante tal que la rentabilidad exportadora se encuentra en jaque (mate), el IEBU sugiere que dicha rentabilidad no se encuentra afectada dentro de rangos promedio razonables. La evolución del IEBU estaría indicando que si los costos de producción en dólares han aumentado, los precios de exportación medidos en esa moneda lo han hecho al menos en la misma proporción.
Como todo indicador basado en una cesta que intenta ser representativa, el IEBU presenta también sus debilidades. Está acotado a las ramas de actividad que lo integran. Además, los indicadores son en general, y esta no es la excepción, una síntesis de realidades variadas, que pueden ser incluso hasta distantes, por aquello que en el promedio los petisos nos ahogamos. Si a ello le sumamos que queda restringido sólo al comercio y producción de bienes, olvidando la relevancia de las exportaciones de servicios tradicionales y no tradicionales, puede llevar a conclusiones que distan del comportamiento real del sector exportador. ¿Qué nos dice el IEBU sobre la rentabilidad del sector turismo o el atractivo de nuestra plaza para la próxima temporada? ¿y para una empresa tecnológica que exporta en dólares y tendrá sus insumos básicamente de mano de obra evolucionando en pesos ajustados? ¿y para una pyme que es un eslabón de la cadena productiva? Por último, el IEBU presenta debilidades en cuanto al análisis del comportamiento futuro o como insumo de planificación de los diversos proyectos productivos. Aun suponiendo que su evolución es representativa, la producción uruguaya es tomadora de precios. Depende de la fluctuación de mercados internacionales y también se podría asumir que las materias primas que integran los procesos productivos nacionales corren la misma suerte. Sin embargo, entre 30% y 40% de los costos productivos serán domésticos, rígidos a la baja. De acentuarse la inflación medida en dólares de éstos últimos, sin posibilidad real de trasladar a precio, será estrangulante.
Como hemos visto, en la materia no hay verdades absolutas, y todo modelo es, en esencia, una simplificación de la realidad. A la hora de la gestión, es demasiado audaz sostener que el dólar no es variable relevante en la cadena productiva exportadora. Sugiero en cualquier tablero de control, acompañar la evolución de la cotización de dólar, pues su luz está en amarillo (con pecas).
- Marcos Soto es Decano de UCU Business, Universidad Católica.