Previsiblemente, la Reserva Federal de Estados Unidosinició el ciclo de relajamiento monetariodespués de haber estado en "modo ajuste" durante casi tres años. Comenzó con un recorte de 50 puntos básicos en la tasa hasta 4,75-5,0%, desde 5,25%-5,5%.
¿Llegó tarde la Fed? ¿Cuánto más podría bajar la tasa de interés? ¿Hasta cuándo? ¿Qué consecuencias tendría para nuestros países?
Respecto a la evaluación de si la Reserva Federal llegó tarde al ciclo de relajamiento monetario, hay percepciones mixtas.
Por un lado, las tasas de mercado venían anticipando recortes hace mucho tiempo. La curva de rendimiento ha estado largamente invertida, con las tasas largas por debajo de las cortas. Y desde el último aumento de la Fed (julio-2023), la caída y el menor nivel de la tasa de interés a un año venía descontando que el siguiente movimiento sería a la baja, incluso antes de lo concretado por la Fed.
Por otro lado, están las estimaciones de la regla de política monetaria (“a la Taylor”) que la propia Reserva Federal actualiza periódicamente. Desde fines de 2023, con la baja de la inflación y el reanclaje de las expectativas inflacionarias a la meta de 2%, esa “guía” empezó a sugerir bajas en la tasa de interés referencial.
Sin embargo, la Fed no tenía mucho apuro porque el PIB ha seguido creciendo en torno a su potencial y la economía no se había alejado mucho del pleno empleo. Todo eso se reflejó, además, en altas valorizaciones de precios de activos y récords en índices bursátiles. Así, el mercado ha reconocido el éxito de la Reserva Federal en lograr la desinflación, sin grandes sacrificios de actividad económica, ni del mercado laboral, gracias a la elevada credibilidad en la meta inflacionaria y la gestión monetaria.
Para especular cuánto y hasta cuándo podría bajar la tasa de interés la Reserva Federal en este ciclo, hay que recurrir básicamente a tres elementos: las estimaciones de la tasa neutral de interés, la propia regla de política monetaria (“a la Taylor”) y los insumos para alimentar dicha regla.
Tras la pandemia, emergió mayor incertidumbre sobre la tasa neutral de interés para Estados Unidos, aquella que es coherente con el PIB en su nivel potencial/tendencial y la inflación en torno a la meta de 2%. Actualmente la Fed la estima casi en 3%, algo por encima del cálculo en la década pasada (2,5%). Parece una reestimación plausible, aunque con muchas dudas, de signo opuesto, por las incertidumbres sobre temas tales como la productividad, el crecimiento potencial, el aumento en la expectativa de vida y los niveles de deuda pública y déficit fiscal.
Con todo, al alimentar la regla de política monetaria con sus proyecciones de crecimiento en inflación para los próximos 24 meses, ambas cercanas a 2%, la Fed estima que llegaría al nivel neutral de 3% hacia 2026. Sugiere que volvería a recortar la tasa en noviembre y diciembre de este año, aunque en solo 25 puntos básicos cada vez, para luego bajarla un punto porcentual a lo largo de 2025 y otro medio punto en 2026. Es una secuencia menos agresiva que la implícita en los precios actuales de mercado, que convergen a 2,5%.
Por último, las consecuencias de este ciclo de relajamiento monetario serían positivas para nuestros países, aunque probablemente menos de lo que se ha especulado.
Es cierto que tenemos el efecto favorable al confirmarse que la inflación fue muy transitoria y la desinflación se logró sin una recesión mundial. Eso descartó la necesidad de alzas adicionales de la tasa de interés y contrastó con el ajuste de los ’80.
También es verdad que el relajamiento monetario representa condiciones financieras más expansivas, cierto abaratamiento del costo de financiamiento en dólares y algunos impactos positivos en otras variables relevantes. Suele decirse que los ciclos económicos no mueren de viejos, sino que los mata la Reserva Federal. Este inicio oportuno del relajamiento monetario parece desechar ese riesgo y mantener el crecimiento mundial algo por debajo del promedio histórico. También limita cierto fortalecimiento global del dólar y apuntala los precios de los commodities.
Pero todo está lejos de representar el impulso de las bajas de tasas de la primera década de este siglo que apoyaron el superciclo de commodities y puede parecerse más a la mediocridad de la segunda mitad de la década pasada.
Por un lado, podríamos estar en un ciclo de menores tasas globales asociado al escaso crecimiento económico mundial y los problemas de una “demanda endeudada”. Claramente, salvo Estados Unidos, no se ven perspectivas muy positivas para el resto. En China, en particular, parecen agotadas las políticas de demanda y su crecimiento potencial han venido cayendo, sin reacción de las autoridades hacia reformas pro oferta.
Por otro lado, internalizado a plenitud el relajamiento monetario, ese desbalance global hacia la economía norteamericana puede terminar siendo negativo para nuestros países si a la larga refortalece globalmente el dólar y centrifuga capitales hacia sus activos. A su vez, también podría ser efímero el impacto positivo por las consecuencias económicas del resultado electoral del 5 de noviembre en Estados Unidos. Estamos entre “Guatemala” con Kamala y “Guatepeor” con Trump, se dice.
En fin, este “modo relajo” de la Fed estaba dentro del previsible respiro que la economía mundial nos daría al final de la primera mitad de estos “locos años veinte”. Pero no parece suficiente para neutralizar los riesgos de “ahogo” que nos traería su segunda mitad. Ni menos para compensar los propios problemas internos que tenemos.