Las cosas mejorarán. En serio.

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Foto: Pixabay

OPINIÓN

Es una crisis totalmente diferente a la de 2008.

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Los próximos meses serán un infierno en términos de política, epidemiología y economía. Pero en algún momento del 2021 las cosas empezarán a mejorar. Y hay buenas razones para creer que una vez que comiencen las buenas noticias, nuestra situación mejorará mucho más rápido y continuará así mucho más tiempo de lo que mucha gente espera.

Ahora bien, una cosa que tal vez no mejore es la escena política. Uno de nuestros dos principales partidos políticos ya no acepta la legitimidad de las elecciones que pierde, lo que no augura nada bueno para el destino de la República.

Sin embargo, en otros frentes hay motivos evidentes de optimismo. La ciencia ha venido a nuestro rescate, y de qué manera, con el milagroso y rápido desarrollo de vacunas contra el coronavirus. Es cierto que Estados Unidos lo está haciendo todo mal en el despliegue inicial, lo que no debería sorprender a nadie. Pero tal vez solo sea un problema temporal, en especial porque en menos de tres semanas tendremos un presidente al que de verdad le interesa hacer su trabajo.

Y una vez que hayamos logrado la vacunación generalizada, la economía se recuperará. La pregunta es, ¿qué tan grande será el rebote?

Nuestra crisis económica más reciente estuvo seguida por una lenta recuperación. El empleo no volvió a los niveles de 2007 sino hasta 2014; el ingreso real promedio de los hogares no recuperó el terreno perdido sino hasta 2016. Y muchos observadores entienden que se puede repetir esa historia.

Sin embargo, la crisis de 2020 fue muy diferente a la de 2008, en formas que hacen que nuestras perspectivas se vean mucho mejor esta vez.

La última crisis económica implicó un momento de Wile E. Coyote: de repente, el sector privado miró hacia abajo, se dio cuenta de que no había nada que sustentara los extravagantes precios de la vivienda y los altísimos niveles de endeudamiento familiar y se desplomó. El resultado fue un largo periodo de gasto deprimido. La única manera de haber evitado varios años de alto desempleo habría sido un estímulo fiscal sostenido y a gran escala, y el Partido Republicano evitó que sucediera.

En cambio, esta crisis de 2020 fue provocada por un viento en contra que surgió de la nada, en forma de un coronavirus. El sector privado no parece haber estado particularmente sobrecargado antes de la pandemia. Y aunque no debemos minimizar las dificultades que enfrentan millones de familias, en promedio, los estadounidenses han estado ahorrando como locos y saldrán de la pandemia con balances más fuertes que antes.

Así que estoy en el bando que espera un rápido crecimiento una vez que la gente se sienta segura de salir y gastar dinero. Sin duda, Mitch McConnell y compañía harán lo que siempre hacen cuando un demócrata ocupa la Casa Blanca y tratarán de sabotear la recuperación. Pero esta vez la economía no necesitará tanto apoyo como durante los años de Barack Obama.

Y sospecho, aunque con menos confianza, que el auge continuará por mucho tiempo. ¿Por qué? Porque como muchas otras personas, me estoy poniendo optimista sobre el futuro de la tecnología.

Los años que siguieron a la crisis de 2008 no solo estuvieron marcados por un lento crecimiento del empleo. También coincidieron con un periodo de decepción tecnológica. Como dijo el empresario Peter Thiel, fue una época en la que queríamos coches voladores, pero en cambio obtuvimos 140 caracteres (una muestra de lo trivial que es esto, es que aumentar el límite a 280 caracteres parecía ser la gran cosa). Es decir, estábamos haciendo algunas cosas llamativas para hacer circular la información, pero sin avanzar mucho en el mundo material, que sigue siendo donde vivimos principalmente.

Sin embargo, en fechas recientes he oído mucho alboroto por las nuevas tecnologías físicas, lo que me recuerda al alboroto de la tecnología de la información a principios de los años noventa, que presagiaba el aumento de la productividad de 1995 a 2005. La biotecnología al fin parece estar prosperando, de ahí esas vacunas milagrosas. Ha habido un progreso increíble en las energías renovables; soy lo suficientemente viejo como para recordar cuando la energía solar se consideraba una fantasía hippie y ahora es más barata que los combustibles fósiles. Hay cabida para más escepticismo sobre las posibilidades a corto plazo de cosas como los vehículos autónomos y la carne cultivada en laboratorios, pero el hecho de que incluso estemos hablando de tales innovaciones es una buena señal a futuro.

Esta nueva ola de innovación no tiene mucho que ver con la política, aunque el progreso en las energías renovables puede atribuirse en parte a la promoción de la energía verde durante el gobierno de Obama. Sin embargo, el gobierno de Joe Biden, a diferencia de su predecesor, no está en contra de la ciencia ni intentará con desesperación mantener el pasado de la quema de carbón. Eso nos ayudará a aprovechar el progreso.

Tengo menos confianza en mi tecnooptimismo que en mis expectativas de una rápida recuperación del empleo una vez que estemos vacunados. Pero en general, hay una gran posibilidad de que Biden presida una economía que sorprenda a muchas personas de manera positiva.

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