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Las derechas, Trump y el gasto público: las amenazas que jaquean a la Unión Europa

Europa ha perdido el tren con Estados Unidos y China en materia tecnológica, y adolece de una política industrial común.

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Juan Carlos Martínez Lázaro, economista de IE Business School

Sacudida por los recientes resultados en la elección parlamentaria, jaqueada por la guerra en Ucrania y amenazada por un eventual triunfo de Trump en Estados Unidos, Europa está en problemas. La coyuntura toma a Europa “a medio vestir”, afirma el economista español Juan Carlos Martínez Lázaro. El viejo Continente tiene el desafío de cumplir con una agenda estratégica imprescindible para proyectar su crecimiento económico futuro, pero la debilidad económica y la encrucijada política lo ponen en duda. “Los recursos no dan para todo”, sostiene Martínez Lázaro, docente en IE Business School de Madrid. Sin embargo, “hay cuestiones que no están en riesgo”, afirma. En esa lista ubica la integridad del bloque y la descarbonización de la economía. A continuación, un resumen de la entrevista.

—¿Qué genera en materia económica los nuevos equilibrios políticos, luego de los resultados de la elección del Parlamento Europeo?

— Podría generarme cierta intranquilidad, no tanto desde el punto de vista de la evolución macroeconómica en el corto plazo, pero sí de algunos cambios estructurales o cambios políticos sí que pudieran tener consecuencias económicas en el medio plazo y largo plazo. Será el reparto final de la institucionalidad europea el que nos mostrará qué puede pasar.

—¿Cuáles son esos desafíos?

— El peso que ganen los partidos ultras y sobre todo lo que ocurra en Francia en las elecciones parlamentarias puede condicionar ciertas políticas europeas. Si la ultraderecha gana en Francia, y gana bien, eso podría tener consecuencias. Hablo de políticas migratorias, políticas medioambientales, seguramente también se podría ver afectada la forma en que Europa se vincula con la guerra de Ucrania y también las relaciones con China. Sería todo un cóctel de fuerte impacto.

—¿Qué va a pasar con las demás instituciones europeas?

—Creo que las familias políticas europeas, liberales, conservadores y socialistas, tienen ya más o menos articulado el reparto institucional; Von der Leyen va a seguir por un segundo periodo, es muy probable que los socialistas se lleven la presidencia del Consejo Europeo con Antonio Costa y liberales se van a llevar quizá la cartera más codiciada que es la de asuntos exteriores, donde ubicarán a la estonia Kaja Kallas. Entre las tres familias se han repartido los cargos más importantes; después, cada país tiene un comisario y en esta ocasión, tendremos varios de extrema derecha. Europa tiene que lidiar con esta peculiar representación.

—¿Ese peso político inclinará la balanza a la hora de las decisiones?

—Tenemos un importante número de países donde la ultraderecha está en el gobierno o sustenta gobiernos, quizá el caso más claro es Italia con Meloni. También es verdad que la ultraderecha italiana cuando llegó al poder varió su actitud con respecto a la UE, abrazando un pragmatismo europeo. Pero siempre está ese riesgo. Y no es solo Italia. Tenemos el caso de Países Bajos, países nórdicos como Suecia o Finlandia, o países del este, Hungría, Chequia, Eslovaquia, Croacia. Países donde las derechas ya estaban presentes a nivel nacional, pero ahora han logrado una importante representación el Parlamento Europeo. Además, van a reclamar y a conseguir algunas carteras en la en la comisión europea y tendremos comisarios y ministros de esas formaciones. Eso traerá una incidencia importante en las políticas del bloque.

—¿Hay riesgo de consolidar posturas antieuropeas?

—En general, las extremas derechas no son totalmente anti-europeas, pero tampoco están a favor de profundizar más en el proyecto europeo, en políticas comunes, en todo lo que implique cesión de soberanía. Estarían a favor de mantener cierta inercia en el bloque, y en temas específicos hacer valer su peso, como puede ser las políticas migratorias o la agenda medioambiental. Creo que en este momento, cuestionar el proyecto europeo en su conjunto sería un suicidio. Vuelvo al ejemplo de Italia; Meloni criticó duramente cuando era candidata, pero luego nombró un ministro de Asuntos Exteriores muy pro-europeo y bajó sus niveles de crítica. Meloni lo sabe, “tonterías, las justas”. Los temas centrales para la extrema derecha están en las políticas migratorias y los cuestionamientos a la Agenda 2030, como el proceso de descarbonización de la economía, aprovechando algunos puntos débiles.

—¿Cómo cuáles?

—Hay cuestiones que no se están explicando de forma conveniente. Todo el tema del sector del automóvil, de que se van a prohibir los coches con motores de combustión, no se ha gestionado adecuadamente. Hay un flanco importante.

—¿Eso puede enlentecer las inversiones en materia de descarbonización?

—No, no lo creo. Estoy convencido de que Europa tiene muy claro, si ya lo tenía por conciencia verde que había que avanzar hacia la transición energética, ahora con el tema Rusia ese proceso es aún más sólido. Rusia ha terminado de convencer a todos los líderes europeos de la importancia de desvincularnos de los combustibles fósiles y de proveedores que a veces no son fiables. Europa sabe que si quiere avanzar económicamente tiene que asegurarse la independencia energética y para ello, la transición energética es clave.

—Europa superó con menos contratiempos el pasado invierno que lo ocurrido en el anterior, inmediatamente después del inicio de la invasión rusa a Ucrania…

—En realidad, el momento complicado fue el verano del 2022, unos meses después de la de la invasión. Dado el riesgo de quedarse sin gas en invierno, los países adelantaron sus compras y eso terminó provocando el caos. Luego, en el primer invierno, 2022-23, los precios fueron muy elevados para el gas y electricidad, aunque no hubo desabastecimiento gracias a las medidas de ahorro que se implementaron y a que tuvimos la suerte de tener un verano muy cálido. Este segundo invierno lo hemos pasado mucho mejor. Los precios están un poco más elevados que lo que había antes de la pandemia porque nos estamos abasteciendo más de GLN, que es más caro que el gas que llegaba por gasoducto desde Rusia.
Incluso se empieza a hablar en Bruselas de que a mediano plazo podríamos prescindir totalmente del gas ruso, que en algún momento fue el 45% del total del consumo y hoy no es más del 15%. Ya hemos prescindido del petróleo, del carbón y de los combustibles rusos. Quizás, dentro de dos inviernos ya podríamos prescindir totalmente de ese abastecimiento.

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Juan Carlos Martínez Lázaro
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—La pandemia, la guerra en Ucrania, el conflicto en Medio Oriente y la polarización Estados Unidos-China, ¿toman a Europa en mal momento?

—Creo que nos agarran “a medio vestir”, porque tenemos el muy complicado conflicto de Ucrania, con un riesgo brutal que se llama Donald Trump. Si en noviembre vuelve a la Casa Blanca Europa se va a ver terriblemente afectada en varias en varios frentes: el primero, el pacto transatlántico, por el que en su momento ya mostró su desprecio a Europa. En segundo lugar, la postura de Trump hacia Rusia. Si gana en noviembre, veo un futuro muy negro para para Ucrania. Tercero, seguramente las tensiones comerciales con China recrudecerán y eso haría que Europa también tuviera que reposicionarse, en un momento donde ya estamos teniendo problemas. Los aranceles que Europa ha anunciado que va a poner a la importación de vehículos eléctricos chinos han tenido una respuesta de China de promoverse aranceles a las importaciones europeas de cerdo, lo que tendría fuerte impacto en varios países, entre ellos España.

—La autonomía energética y la necesidad de una política industrial común, ¿son objetivos alcanzables en ese contexto enrarecido..

—Esos son objetivos muy importantes. El tema energético creo que es el que mejor está encarrilado, como hablamos antes. Pero en cuenta a la política industrial hay mucho que hacer. En el sector del automóvil no se han hecho bien las cosas, una industria absolutamente clave para para Europa y que se ha debilitado. Hay otros sectores también muy desafiados. Pero además, está el desarrollo tecnológico…

—…una carrera que Europa parece perder con Estados Unidos y los países asiáticos.

—Es verdad. Europa ha perdido el tren con Estados Unidos y con China. O se profundiza el esfuerzo en proyectos transnacionales tecnológicos y en la creación de grandes grupos tecnológicos transnacionales europeos, o tenemos totalmente perdida la batalla.

—Para impulsar esos sectores estratégicos se necesitan recursos, y Europa está comprometida en el gasto público…

— Es un frente complicado. La pandemia tensionó las cuentas públicas y forzó un mayor endeudamiento. Y después vino la guerra. Ahora es momento de poner coto al desajuste fiscal. Este año vuelven a entrar las reglas fiscales en Europa, los países tendrán que cumplir nuevamente con los objetivos de déficit y garantizar la reducción sostenible de la deuda. En ese escenario, seguramente muchos países deban enfrentar severas restricciones presupuestarias. Hay presiones sobre el gasto con una población envejecida que demanda más seguridad social y más salud, pero también aumentaron los gastos de defensa por la guerra en Ucrania. Y encima queremos articular esas políticas públicas que nos permitan mejorar la competitividad y la innovación. Nos vamos a encontrar con un escenario en el que habrá que priorizar, no hay recursos suficientes para todo.

 —El alivio de los precios de la energía permitió bajar la inflación; eso posibilitó que en los últimos días se diera la primera baja de tasas de interés del BCE. ¿Cómo sigue?

—Las bajas de tipos van a seguir, la duda es cuándo. Creo que esta rebaja ha sido como un voto de confianza, un guiño. La verdad es que la inflación todavía se mantiene algo elevada en la UE, está en 2,6% a mayo y el BCE tiene el objetivo de ubicarla en el 2% y parece que va a costar hacerlo. Veremos si tenemos otras bajas en corto plazo. Hay que esperar para ver cómo evoluciona la inflación, qué pasa con el crecimiento económico, cuando la Eurozona creció el año pasado apenas 0,4% y las estimaciones para este año apuntan a un 0,8%.
El primer trimestre no ha sido malo comparado con lo que fue el cuarto trimestre del año pasado. Si se recupera algo el crecimiento económico, empieza a haber algo de más dinamismo y los precios empiezan a controlarse, pues tal vez podríamos ver nuevas bajas en la segunda parte del año.

 —Hay escaso optimismo en materia de crecimiento económico para este año…

—Eso es así en el conjunto de la UE. Pero es muy heterogéneo en su interior. Alemania o las economías centroeuropeas están con un crecimiento muy bajo, pero en cambio los que están teniendo un desempeño más importante son los países del sur. España el año pasado creció un 2,5% y las previsiones para este año son similares.

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