elecciones estados unidos evocan una amplia gama de reacciones y emociones en América Latina y el Caribe, poniendo de relieve la variabilidad de la influencia económica y política de Estados Unidos en las distintas naciones. Esta influencia está estrechamente ligada a factores como la dependencia económica, la proximidad geográfica y los flujos migratorios. En 2023, por ejemplo, las exportaciones e importaciones de México a EE.UU. representaron el 80% y el 42% respectivamente, mientras que Brasil sólo el 11% y el 16%. En consecuencia, si bien las elecciones estadounidenses pueden alterar directamente las relaciones comerciales y los flujos de inversión en México y América Central, su impacto es significativamente menos pronunciado en las economías sudamericanas que mantienen lazos comerciales más difusos con Estados Unidos.
Los candidatos en disputa, Donald Trump y Kamala Harris, presentan posturas divergentes en cuestiones clave como la migración, el proteccionismo comercial y la política energética y climática. Además, el resultado de estas elecciones influirá en la formación de alianzas y afinidades ideológicas dentro de la región, afectando a las interacciones entre líderes más allá de la diplomacia formal. Este fenómeno no es nuevo; figuras como Javier Milei en Argentina han expresado abiertamente su afinidad con Trump, haciéndose eco de la postura del ex presidente brasileño Jair Bolsonaro durante la administración anterior. Esta dinámica podría tener repercusiones significativas en la agenda internacional, especialmente en los foros regionales y mundiales, como la próxima COP, que Brasil presidirá.
Comercio e inversión: Retos y perspectivas
El impacto de las elecciones en las relaciones comerciales y los flujos de inversión dependerá en gran medida de las políticas proteccionistas y los incentivos internos propuestos por cada candidato. Kamala Harris encarna una continuidad de las políticas de la Administración saliente, mientras que las propuestas de Trump indican un giro hacia un nuevo proteccionismo, una posible reversión de la agenda climática y cambios en las políticas de incentivos a la industria renovable.
A pesar de sus diferencias, ambos partidos parecen converger en ciertas estrategias relacionadas con el sector energético. Los republicanos, históricamente escépticos ante el gasto climático, empiezan a reconocer que las inversiones en energías limpias, impulsadas por la Ley de Reducción de la Inflación (IRA), se concentran principalmente en distritos republicanos. Mientras tanto, los demócratas se esfuerzan por acelerar la transición energética, aunque en su búsqueda de apoyos en estados clave como Pensilvania, han destacado el rol de la producción de combustibles fósiles, conscientes del impacto que la subida de los precios del petróleo puede tener en su base de votantes.
Sin embargo, la viabilidad de hacer avanzar estas propuestas en un Congreso dividido plantea importantes dudas sobre la capacidad de aplicar cambios significativos. Esta situación pone de relieve las limitaciones del gobierno federal, la importancia de los gobiernos estatales y la necesidad de negociar en un panorama político fragmentado.
En sectores críticos como la energía y la minería, la postura de Harris es notablemente más favorable a los acuerdos climáticos globales, reconociendo el papel de América Latina como proveedor de materiales esenciales para la transición energética. Por el contrario, Trump se muestra menos proclive a las políticas renovables y demuestra un fuerte apoyo a las industrias extractivas, lo que puede influir en el perfil de Estados Unidos como productor y exportador en el sector del petróleo y el gas.
Ambos candidatos han expresado opiniones opuestas sobre la Ley “IRA”, y Harris la ha defendido frente a la presión republicana en favor de su derogación. No obstante, la naturaleza de la legislación sugiere que, independientemente del resultado de las elecciones, el instrumento podría persistir, reforzando el impulso a favor de las energías limpias en Estados Unidos.
El vuelo a la calidad de la inversión, impulsada por las elevadas tasas de interés en los últimos años y los atractivos incentivos para el sector de las renovables en Estados Unidos, ha repercutido en las inversiones en energías renovables en América Latina. En las condiciones actuales, Estados Unidos posee una clara ventaja competitiva para el desarrollo de nuevos vectores energéticos como el hidrógeno y otras tecnologías renovables. En ausencia de tales incentivos, las inversiones podrían reorientarse hacia otros mercados regionales con un potencial equivalente, como Chile, México, Brasil o Uruguay.
Además, teniendo en cuenta la actual tendencia al nearshoring[1], las políticas comerciales proteccionistas podrían influir directamente en la tendencia actual de deslocalización de la producción a la región. Sin embargo, los acuerdos comerciales existentes entre Estados Unidos y sus socios regionales sirven como mecanismo que mitiga este riesgo, independientemente de quién ostente el poder ejecutivo en Estados Unidos.
La influencia de EE.UU. y China en el contexto regional
Un factor crítico es la atención históricamente limitada que Estados Unidos ha prestado a América Latina, lo que ha permitido la expansión de la influencia china en la región, especialmente en el sector energético. La creciente presencia china en Brasil, como principal destino de sus exportaciones, ejemplifica esta tendencia. Los cambios en las políticas comerciales estadounidenses podrían crear aún más oportunidades que China podría aprovechar, intensificando su presencia y sus inversiones en todo el continente.
En conclusión, las elecciones estadounidenses tienen implicaciones significativas no sólo para la política interna sino también para la dinámica regional en América Latina y el Caribe. La forma en que se apliquen las políticas y se adapten a las realidades del comercio y la inversión será crucial para el futuro de las relaciones entre Estados Unidos y los países de la región. Sin embargo, esta influencia se ve diluida por la importancia de las relaciones comerciales bilaterales con cada nación individual.
- Alfonso Blanco, columnista invitado, es Director del Programa de Transiciones Energéticas y Clima de Diálogo Interamericano.
[1] Se utiliza el término “nearshoring” para referirse a la reubicación que hace una empresa de sus procesos comerciales o productivos a países que se encuentran más cercanos a su principal mercado y que les generan menores costos y riesgos.