OPINIÓN
Hablando en plata, 2023 no se presenta desafiante sino complicado y riesgoso, no sólo para nuestro país, sino para el mundo entero.
Hay palabras que la corrección política, el abuso de los eufemismos y el no animarse a llamar a las cosas por su nombre, han puesto de moda. Una de las más frecuentes (y de las que peor impresión me causa) es “desafiante”, que se ha vuelto de uso muy habitual en mi profesión. Salvando las distancias, me produce un rechazo parecido al uso de la palabra “protección” para llamar a los “privilegios” industriales.
“Escenario desafiante” luce atractivo, debo reconocerlo. Pero en realidad, tras escuchar al colega que ocasionalmente lo refiere (o a la institución, ya que éstas asumen lo políticamente correcto como un must), la conclusión suele ser que el tal escenario presenta problemas y riesgos de diversa entidad.
Bueno, hablando en plata, 2023 no se presenta desafiante sino complicado y riesgoso, no sólo para nuestro país, sino para el mundo entero. Aún si no se dieran nuevos sucesos inesperados como una pandemia después de un siglo y una guerra en Europa tras siete décadas. Con ellos alcanza y sobra, máxime cuando en ambos casos el final no está cerrado ni mucho menos.
Mundo. Se seguirá asistiendo a la pulseada entre la inflación y la política monetaria, en la que los bancos centrales de las economías avanzadas empezaron tarde y con timidez y ahora deben actuar con mayor vigor, aún a riesgo de afectar la actividad y el empleo más de lo deseado. El FMI, en sus informes trimestrales, corrige hacia arriba la inflación y hacia abajo el crecimiento, siempre con un sesgo en sus proyecciones hacia un escenario todavía más negativo.
Brasil
La elección de Lula da Silva no afectó las proyecciones macro económicas y desde entonces se han dado señales opuestas: buenas en lo monetario, ratificándose al presidente del BCB y malas en lo fiscal, poniéndose en duda la continuidad de la regla fiscal. Salvo “goles en contra” como éste, Brasil no debería tener sorpresas, pero deberá trabajarse en reformas pendientes y en asegurar el devenir fiscal. Seguirá barato (para nosotros) y creciendo poco.
Argentina
La gran pregunta es si llegará a las elecciones de octubre sin que el escenario empeore todavía más. Es decir, si se mantendrá en pie el castillo de naipes que se ha ido construyendo con malas políticas y medidas, muchas de ellas tomadas para compensar los efectos de otras. Las expectativas del REM que releva el BCRA asumen que se mantendrá en pie, sin deterioros adicionales. Sin embargo, todos sabemos que las crisis nunca se proyectan en escenarios de Excel, pero que de vez en cuando ellas se concretan. Al igual que ocurrió en 2015, a cierta altura del año que viene y ante la expectativa de que llegue un gobierno más sensato, el crédito podrá reaparecer en la medida en que ya no será el actual el que deba repagarlo.En definitiva, en un mundo que no dará lugar a un escenario favorable, nuestros vecinos no nos impulsarán, ni por precios ni por cantidades.
¿Y nosotros?
El PIB continuará creciendo al ritmo en que marginalmente lo ha hecho a lo largo de este año, algo por encima del 2% anual, más allá de las contribuciones positivas y negativas ligadas a las obras directas e indirectas de UPM y a la suspensión prevista en las actividades de la refinería de petróleo. Varios indicadores denotan un final de año por debajo de los números calculados sobre la base de promedios anuales. Tales son los casos, notoriamente, del empleo y las exportaciones, que se han enfriado y en los últimos meses del año muestran valores inferiores a los de un año antes.
En cuanto al mercado de trabajo, en 2023 la masa salarial crecerá más por el lado del salario que por el del empleo y por primera vez en el período de gobierno crecerá más que el PIB. Los aumentos reales en salarios y jubilaciones terminarán superando a la inflación en el año que viene, pero cuánto, dependerá de la desaceleración en el crecimiento de los precios.
La inflación en 2023 debería ser menor a la de este año, en la medida en que precios relevantes de exportación y el del petróleo estarán por debajo de los de un año antes y de ese modo “saldrán de la cuenta” meses de 2022 con registros elevados por esa causa. De todos modos, la indexación y la recuperación salarial prevista pueden volver a operar como un “paracaídas” en la desaceleración inflacionaria. Por otro lado, en 2023 no habrá el desplome absurdo que hubo en nuestro país en el tipo de cambio, que fue decisivo para contener el aumento de los precios.
En materia cambiaria, el dólar ya no bajará en términos nominales y posiblemente subirá sólo un poco en términos reales, manteniendo muy alto nuestro “atraso cambiario” auto infligido en el año que termina, cuando nos movimos a contramano del mundo.
Finalmente, el capítulo fiscal, sin dudas aquél en el cual se ha registrado la mejor performance hasta ahora, mediante la reducción en términos del PIB de todos los componentes del gasto, lo que debería ser reconocido por todas las calificadoras de riesgo. Entramos en la segunda mitad del período de gobierno, que es cuando hay habitualmente un deterioro fiscal y hay varias luces amarillas en el horizonte: aumento de la inversión pública, recuperación real de salarios y jubilaciones, aumento de la tasa de interés, deterioro “fiscal” en las principales empresas públicas, reducciones de impuestos. Pero la regla fiscal inaugurada y hasta ahora cumplida por el gobierno, y el compromiso con ella por parte del presidente y su ministra de Finanzas, debería dar lugar al optimismo, en cuanto a que esta vez no tendríamos el tradicional “carnaval electoral”.