Latinoamérica y los Estados Unidos: desde la doctrina Monroe a Xi Jinping

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Foto: Getty Images

OPINIÓN

¿Vuelve Estados Unidos a mirar con interés a Latinoamérica, aunque sea de reojo?

La diplomacia estadounidense, tanto en su ámbito económico como político, está trabajando duro, como pocas veces en las últimas 3 décadas, ante los diferentes retos que afronta en todo el mundo. Con su pensamiento ocupado en cómo gestionar las relaciones con la nueva China, bajo el liderazgo del asertivo Xi Jinping, y su acción dedicada actualmente a controlar el órdago lanzado por la Rusia de Vladimir Putin contra Ucrania y Europa, pudiera parecer que Latinoamérica está destinada a continuar siendo una región no prioritaria para la política exterior estadounidense, como ha sido el caso desde el final de la Guerra Fría.

Pero tras el final del periodo de relativa calma en la esfera geopolítica que vivió el mundo tras la caída del muro de Berlín, y una de cuyas consecuencias fue un menor interés en los asuntos latinoamericanos, Washington quizá esté empezando a intentar recuperar su influencia y reforzar las relaciones con sus vecinos continentales. Algunas señales en los últimos tiempos podrían indicar esta nueva dirección.

El lento y planificado trabajo chino en Latinoamérica

En un mundo en creciente tensión y fragmentación, el valor estratégico de los Estados iberoamericanos, desde México hasta Argentina, podría cotizar al alza por aspectos como su papel de socios comerciales confiables o por su apoyo diplomático y político en una esfera internacional que vive turbulencias. China entendió la importancia que puede tener la región hace ya más 2 décadas, y ha ido creando, desarrollando y reforzando una serie de relaciones con los principales países del subcontinente basadas en el comercio y en la inversión en sectores estratégicos, como los recursos naturales o las infraestructuras claves como puertos o generación y distribución eléctrica. Una tarea que le ha convertido en el principal socio de Sudamérica, aunque a nivel regional Estados Unidos mantenga el liderazgo gracias a sus posiciones en México, Centroamérica y el Caribe.

Las inversiones de China en la región han crecido de forma muy importante en los últimos años y alcanzaron los 629.000 millones de dólares, representando el 18% de las inversiones recibidas por la región. Su programa estrella, la Iniciativa del Cinturón y la Ruta de la Seda, continúa aumentando su influencia en Latinoamérica y sumó en febrero de 2022 un nuevo socio regional. La firma del presidente Alberto Fernández, tras las promesas chinas de 24.000 millones de dólares en inversiones y créditos, convirtió a Argentina en el vigésimo país de la región en unirse al proyecto de Xi.

Este proceso ha ido acompañado de un aumento de las visitas de Estado de los mandatarios iberoamericanos a Beijing, un despliegue de la agencia de noticias estatal Xinhua por todo el hemisferio, un mayor alcance del canal en español de CGNT y el abandono del reconocimiento a Taiwán por parte de países como Panamá en 2017, Nicaragua en 2021 y un aumento de las posibilidades de que Paraguay deje de hacerlo, para reconocer a China.

Competencia por Latinoamérica: visitas, acuerdos y finanzas

La nueva realidad geopolítica y, sin duda, el temor a una mayor infiltración china en la economía y en la política de la región están generando un cambio en los radares del Departamento de Estado en Washington. La fuerte apuesta del gobierno estadounidense por colocar al recién dimitido Mauricio Claver-Carone como presidente del Banco Interamericano de Desarrollo, rompiendo la regla no escrita de dejar la presidencia de la institución a un latinoamericano, no fue un empeño cualquiera de Donald Trump.

Con gran probabilidad, se buscaba aumentar el control de este importante banco multilateral de la región por parte de Washington en un momento en el que surgen otros actores como el Nuevo Banco de Desarrollo de los Brics (Brasil, Rusia, la India, China y Sudáfrica), presidido por el brasileño Marcos Troyjo, pero con sede en Shanghái, y otros bancos estatales chinos, como el Banco de Exportaciones e Importaciones de China (EIBC) y el Banco Industrial y Comercial de China aprueban créditos a grandes proyecto.

La reactivación de la Cumbre de las Américas, con la celebración de su IX edición en Los Ángeles, fue otro movimiento que denota el interés de Estados Unidos por recuperar espacio en Iberoamérica. Joseph R. Biden hizo personalmente de anfitrión de los mandatarios latinoamericanos, al menos de los que acudieron. Esto fue un cambio importante respecto a la ausencia de Trump en la edición anterior en Lima, y que mostró una mayor sensibilidad del actual gobierno por sus vecinos del sur.

Volver a acercarse no será una tarea fácil. El enorme capital político de Estados Unidos en Latinoamérica ha ido sufriendo un gran desgaste con el paso del tiempo.

El resultado quizá no fue todo satisfactorio conforme a lo que se esperaba. Algo comprensible en la medida que, como primera potencia democrática, Estados Unidos está en la obligación de integrar en la agenda temas como los derechos humanos y la democracia, a diferencia de una China que, exceptuando la aceptación de su visión sobre el asunto de Taiwán, apenas suele imponer condiciones a sus socios.

En cualquier caso, parece que el acercamiento de Washington a la región está avanzando: Costa Rica, Estados Unidos, Panamá y República Dominicana firmaron en julio de 2022 el memorando de creación de la Alianza para el Desarrollo de la Democracia, con el objetivo de impulsar un modelo de innovación cooperativa entre países democráticos afines para mejorar la vida de sus ciudadanos. Sin duda, es una forma de desarrollar lazos comerciales con los vecinos del sur en un mundo en el que la globalización da pasos hacia una regionalización. Ya en su campaña hacia el Despacho Oval, Biden mostró su intención de avanzar en esta línea con un plan para apoyar la economía y las instituciones de Centroamérica.

La búsqueda de fórmulas para aflojar las sanciones a Venezuela, cuyo petróleo es más estratégico que nunca tras las sanciones a Rusia, podría ser otro signo de este cambio. También la reciente visita del Secretario de Estado estadounidense, Antony Blinken, a Colombia para entrevistarse con el presidente Gustavo Petro, encuentro en el que Estados Unidos mostró una visión más receptiva a las posiciones en materia de las relaciones con Venezuela o la lucha contra las drogas. Esto también podría interpretarse como un mayor interés de Washington por ganarse el corazón y la mente de los veintidós países iberoamericanos y de sus 700 millones de ciudadanos.
Limitantes de la acción exterior estadounidense

Volver a acercarse no será una tarea fácil. El enorme capital político de Estados Unidos en Latinoamérica ha ido sufriendo un gran desgaste con el paso del tiempo y, en especial, desde el mandato de Trump, según las encuestas que la firma de análisis sociológicos Gallup realiza periódicamente. Esto es algo que no es de extrañar por las declaraciones del anterior inquilino de la Casa Blanca sobre la región y la migración.

En su edición de 2018, el liderazgo de Estados Unidos obtuvo la misma valoración que el de China en la región. Parece que el discreto trabajo de Xinhua, CGTN y las no tan discretas misiones y visitas oficiales anunciando inversiones, créditos y compras, han logrado crear en el pensamiento colectivo de los líderes latinoamericanos una imagen de China como socio responsable y fiable, al menos para sus intereses políticos.

Pero esto es solo la imagen de una parte: la referida al país como potencia.
El sueño de los migrantes económicos latinoamericanos, pero también de sus élites, sigue siendo el “estadounidense”: un país de libertad y oportunidades, que se plasma tanto en la migración al norte de los más necesitados como en los apartamentos de lujo en Miami a los que aspira gran parte la ciudadanía del resto del continente. Un sueño que, con bastante probabilidad, pocos asocian con China, y que sigue siendo el gran activo de Estados Unidos.

El control estatal de los medios de comunicación, de los grandes bancos exteriores y de crédito y, de forma indirecta, de las empresas privadas, permitió a China avanzar de forma consistente y rápida cuando fue preciso.

El gobierno de Estados Unidos dispone del ejército más poderoso del mundo, sin embargo, cuenta con menos recursos y también con menos control sobre los mismos para dedicar a otras herramientas de acción exterior en ámbitos como las finanzas, la información y la ayuda que la democracia liberal más poderosa del mundo ha delegado tradicionalmente en el sector privado.

El Banco de Exportaciones e Importaciones de Estados Unidos o la Agencia de Estados Unidos para el Desarrollo Internacional no solo cuentan con menos recursos que sus contrapartes chinas, sino que sus procesos internos son más complejos, propios de una democracia, y precisan de mayores exigencias en transparencia y cumplimiento de normativas, tanto internamente como con sus socios. Lo mismo ocurre con otras instituciones como, por ejemplo, la histórica Voz de América, el servicio de información exterior público de Estados Unidos, cuyo alcance languidece frente a los servicios de China, Rusia o incluso los europeos, como la BBC, cuyos contenidos en español de bbcmundo.com son compartidos por cientos de periódicos digitales de toda Latinoamérica, o el canal estatal France24, que ha llegado a abrir estudios de televisión en Bogotá y llega a millones de hogares por cable o televisión por internet.

Y aunque la estadounidense CNN sea probablemente, por medio de CNN Internacional, CNN en español y sus marcas locales en Brasil o Chile, una de las fuentes informativas más prestigiosas y reconocidas en la región, su objetivo final como empresa periodística privada es obtener beneficios y ser veraces, lo que incluye en muchos casos difundir las contradicciones internas de Estados Unidos en el resto del continente.

La Doctrina Monroe, “América para los americanos”, estaba acumulando polvo desde que Estados Unidos se convirtió en la única potencia del mundo. Pero en estos momentos en los que China ha dejado claro que aspira a ponerse al mismo nivel de Estados Unidos, la idea de James Monroe vuelve a sonar en los despachos estadounidenses.

(*) Director de comunicación Latam IE University / IE Business school (Artículo publicado originalmente en Revista Foreign Affairs)

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