Julio César Lestido destaca al futuro ministro de Economía Gabriel Oddone como “un referente” al que le tiene mucha confianza. Dice que en la reunión que tuvo con Juan Castillo, encontró “diálogo y respeto”. Asegura no tener prejuicios por un ministro comunista y que “desde las dos partes” —empresas y sindicatos— hay que dejar preconceptos y trabajar juntos. De cara a la próxima ronda de consejos de salarios y tomando en cuenta “una economía que crecerá algo menos” que en 2024, “hay que ser muy cautos”, sostiene. Reclama cambios en la negociación colectiva que permitan sobrevivir a las empresas de menor porte. “Uruguay debe trabajar más por las micro y pequeñas empresas”; subraya. Admite que en su sector están muchos de los “treinta mil pesistas”; dice que “de prepo” no se pueden subir salarios “porque ajustarán por empleo”, y que la solución es capacitar al trabajador para otras tareas, sobre todo, asumiendo que en comercio y servicios “la automatización y digitalización de tareas aumenta a pasos agigantados”. Asegura que no se trata de trabar el comercio digital, ni cero kilo al contrabando, ni otras figuras como la microimportación. “Soy liberal —advierte— la clave es bajarle el costo a las empresas”, afirma. A continuación, un resumen de la entrevista.
—Cuando la Cámara de Comercio propone, en mayo del año pasado, el Pacto por la Patria, advierten sobre la necesidad de fortalecer la Democracia. ¿Qué saldo les queda del reciente proceso electoral?
—El país sigue destacando por sus valores democráticos. Cuando nosotros plasmamos en aquel documento esa mención, mostrábamos nuestra preocupación de lo que veíamos en otros países, en América y Europa, manifestaciones poco democráticas que no creemos que sean el camino y entendemos el malestar de la gente, muchas veces. Ante eso, debemos cuidar lo que tenemos. Mantengamos el diálogo, no caigamos en agravios, busquemos entendimientos. Esa es la señala que queremos dar.
—¿Qué espera del próximo gobierno?
—Seguir trabajando en conjunto, como lo hemos hecho con los gobiernos anteriores, más allá de matices. Uruguay tiene que crecer a un ritmo más acelerado de lo que está creciendo ahora para lograr un cambio importante para desarrollarnos. Porque, además, vivimos en un mundo que nos exige cada vez cambios más rápidos. ¿Qué le pedimos al gobierno? Ecuanimidad, diálogo, que escuche a todos los uruguayos, y trabajar en conjunto. Uruguay no sale adelante por los empresarios, o por los trabajadores, sale con todos. Dejar de lado algunas miradas que puedan dividir, que miren las cosas en blanco y negro. No es bueno mirar el país desde el “nosotros y ellos”. Si enfrentamos a trabajadores con empresarios, no crecemos. No es una pulseada. Por tanto, hay que cuidar mucho el mensaje y la forma en que se trabaja, todos juntos. Y esto va para los dos lados.
—¿Qué experiencia personal ha tenido con el presiente electo?
—Tengo una buena relación con Yamadú (Orsi), lo conocí cuando era intendente, coincidimos en muchas actividades y siempre fue muy deferente y dispuesto al diálogo.
—¿Y con los ministros designados en Trabajo y Economía?
—Son las carteras con las que más interactuamos. Al que más conozco es a (Gabriel) Oddone. Un excelente profesional, un hombre que me genera total confianza. Tenemos muy buen diálogo. En el caso de Trabajo, estuvimos acompañando a los directivos de la Confederación Empresarial en la reunión con Juan Castillo. Fue una buena reunión, a todos nos preocupa lo mismo, generar más empleo, y trabajar juntos.
—¿Hay que dejar de lado el prejuicio de interactuar con un ministro comunista?
—Sí, sin dudas, hay que dejar de lado los prejuicios. Cómo demócrata, cada uno puede tener la ideología que quiera, yo lo que tengo que hacer es, con honestidad, conversar, apostar al diálogo y buscar coincidencias. Si no encuentro la forma de dialogar, el que se tiene que ir soy yo. No es por el color político del ministro.
—¿Hay mucha desconfianza entre trabajadores y empresarios?
—La hay, en muchas ocasiones. Y la clave es superar eso. Lo primero que tengo que hacer, si quiero ganarme la confianza de alguien, es sacarme mis prejuicios, dejar la actitud defensiva y atender al otro. Yo siempre voy a trabajar así, tratando de generar confianza en aquellos como los que tengo que dialogar y negociar.
—A mitad de año se inicia una nueva ronda de Negociación Colectiva. ¿Cuál es la expectativa?
—Creo que hay que ir a un paso antes, ¿qué esperamos de la economía? Porque eso va a determinar qué se puede esperar para los consejos de salarios. Lo primero, el gobierno deberá fijar las pautas atendiendo a la situación económica que proyecte, para luego empezar a trabajar. Este año, la economía, y el sector comercio y servicios creció, producto de un control de la inflación y por un aumento del salario real. También, porque se frenó la situación difícil que tuvimos con Argentina a partir del tipo de cambio. Para este año, vemos que tenemos un contexto mundial complejo, donde empiezan a surgir tendencias proteccionistas. Eso puede tener un impacto negativo para la producción uruguaya que se coloca en el exterior, también está bajando el precio de las commodities, tenemos a Brasil complicado, y Argentina, que aparentemente mejora. En la cámara prevemos para este año un crecimiento no más allá de 2,5% del PIB. Un crecimiento menor que en 2024. Y hay que ver cómo se comporta la inflación. En ese contexto, hay que ser muy cauto a la hora de establecer las pautas salariales.
—¿Les preocupa una revisión del esquema de incentivos a la inversión?
—Esperamos que se mantengan los estímulos a las inversiones. En Uruguay se invierte poco, necesitamos las mejores condiciones posibles para captar inversiones de afuera y estimular la inversión de los locales. Creo que tenemos que focalizar mucho más en las micro y pequeñas empresas. Buscar mecanismos para que esas empresas se desarrollen, son la base del país productivo. Si miran la encuesta de comercio y servicios, verán que en un año donde las ventas han crecido, a las empresas grandes les ha ido mejor que a las pequeñas. ¿Por qué? Porque hay más espalda, porque pueden afrontar mejor la coyuntura. Para las pequeñas, todo es más difícil. Hay que ayudarlas más.
—¿Qué hace falta en ese aspecto?
—Buscar mecanismos graduales para las cargas impositivas. Flexibilización y gradualismo. No puede ser que desde el momento que arranca con un emprendimiento ya lo empiecen a cargar con costos muy difíciles de asumir. Hay que dejarlas que empiecen a funcionar, y poco a poco se le van ajustando las obligaciones. El otro punto es que sean tratadas en forma diferente a la hora de los consejos de salarios. No pueden fijársele las mismas obligaciones que las empresas grandes. La posibilidad de descolgarse es fundamental.
—Está planteando cambios en la negociación colectiva…
—Sin dudas, la negociación debe tener en cuenta el tamaño de la empresa y la localización geográfica. Son cosas inteligentes que hay que hacer. No podemos tener en Artigas un informalismo de más del 40%. En realidad, estamos penalizando al más débil.
Yo no creo que defendamos el trabajo poniéndonos con negociaciones rígidas en esos temas.
—El tema de Artigas, o de Rivera, no se arregla solo con condiciones diferentes en lo salarial…
—Claro que no. Con el impacto del comercio brasileño hay que pensar en políticas de frontera que vayan más allá del tema salarial. Sé que no es fácil, pero hay que buscarle la vuelta. Los directivos de la Cámara recorrimos el país durante 2024. Escuchamos la realidad de cada uno, de cada ciudad. No los podemos medir con la misma vara en todo el país, y menos, igualando a Montevideo.
—¿Política de frontera es “cero kilo”?
—De ninguna manera. Atacar el contrabando es pensar en el organizado, el grande, que es el que daña. No tiene sentido perseguir al vecino que cruza la calle para comprar arroz. ¿Qué significa cero kilo? Es impracticable.
—¿Habilitar la microimportación puede ser una medida paliativa?
—Microimportación ya hay, ¿qué es lo nuevo que proponen? Literalmente, microimportación es lo que hacen los comercios, no solo de Rivera o Artigas, también de Tacuarembó y Treinta y Tres, yendo a buscar aquello que sus clientes habitualmente compran del otro lado de la línea. En la frontera es así. Es la única manera que tienen de competir.
Durante la pandemia, con los puentes cerrados, el comercio del Litoral vivió un momento muy particular, donde sus ventas aumentaron enormemente. Fue irreal, dado el momento que se atravesaba, pero mostró el consumo potencial, que se va al otro lado de la frontera.
—Varios subsectores del comercio y los servicios, con empleo de baja calificación y salarios básicos, son muy sensibles a los cambios tecnológicos. ¿Qué va a pasar con los miles de empleados de tiendas y supermercados a mediano plazo?
—Primero que nada, tendríamos que generar condiciones para que esos empleos se paguen mejor. Pero también debemos hablar de capacitación, que es lo que se exige hoy. Porque lamentablemente no se va a poder seguir absorbiendo gente con baja calificación. Hay varios sectores automatizables en el supermercadismo, en las tiendas, lo que tenemos que lograr es que el empleo no se pierda, se transforme. La gente esa va a perder ese puesto de trabajo, pero hay que lograr las condiciones para que se recicle. Es no lo vamos a poder frenar y es cada vez más rápido. La empresa que no lo hace, se expone a perder. Hay que trabajar con Inefop, con otras instituciones que recapaciten, fomentar más la formación dual…
—Cuando se habla de los “treinta mil pesistas”, muchos de ellos están en sectores del comercio y servicios…
—Sí, lo sabemos. No me gusta que haya gente que gane menos de lo que necesita para vivir. Tenemos que buscar los mecanismos para mejorarlo. Pero el mercado absorbe lo que puede. A prepo no se va a poder, porque lo que no ajuste por salario lo hará por empleo.
—¿Qué es lo que falló en las sucesivas leyes de empleo juvenil?
—Hay errores en el diseño y los estímulos a las empresas no han funcionado.
Debería ser más flexible, tener la posibilidad de contar con un sistema más rápido para la contratación. Insisto con la formación dual, que está dando buenos resultados en algunas empresas. Por otro lado, tenemos un gran problema con unos 25 mil jóvenes que no les interesa ni trabajar estudiar. Ahí tenemos que atacar más a fondo.
—Usted plantea flexibilizar condiciones fiscales para empresas, pero al mismo tiempo cuidar el gasto público; ¿no hay una contradicción?
—No la hay. Hablamos de mayor racionalidad y eficiencia. Hay trámites, regulaciones, autorizaciones, que no tienen sentido, Y encarecen la producción. Existen costos del Estado que son innecesarios, y aliviar a las empresas es generar empleo y crecimiento.
—¿Cómo convive el comercio establecido con las compras por encomiendas?
—Los empresarios están muy preocupados por el fuerte aumento de las compras al exterior. Las cifras son enormes. Durante 2023, la cantidad de envíos promedio mensual se mantuvo en un entorno de 46.000 mensuales. Previo a la pandemia, en 2019, teníamos 32.000 mensuales. En 2024, fueron 100 mil envíos por mes de promedio. Tecnología, vestimenta, juguetes, muchos rubros. Eso impacta en el comercio instalado.
—¿Cuál es el planteo?
—No hablamos para nada de restringir ese comercio. Soy liberal, hay que seguir abriendo. Que el consumidor compre lo mejor y más barato, lo que quiera comprar. Pero, por otro lado, no se puede mantener las cargas que tienen los comerciantes instalados. Esas condiciones de impuestos, exigencias, regulaciones, hacen imposible competir. Por ejemplo, cada juguete que un empresario importa, debe pasar por LATU para revisar que no sea peligros, etc. El mismo producto llega por comercio digital y nadie lo controla. Las jugueterías han tenido caídas fuertes en las ventas. Hay que trabajar en mejorar las condiciones de los comerciantes locales, no trabar lo que llega de afuera.