TEMA DE ANÁLISIS
El avance hacia la nueva normalidad muestra debilidad de la demanda y llevaría más tiempo.
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En las últimas semanas observamos leves retrocesos en la evaluación que hacen las familias sobre las condiciones económicas de corto plazo y en las expectativas de recuperación. En efecto, distintos indicadores habían mostrado una mejora bastante clara en mayo y principios de junio. Sin embargo, el Índice de Condiciones Económicas de Corto Plazo (ICE-CP) cayó en la primera quincena de julio a 29,7 puntos, un registro algo menor a las dos mediciones de mayo y a las dos de junio (gráfico 1).
La caída de julio se verificó fundamentalmente a partir de un retroceso en la evaluación que hacen las personas sobre las condiciones económicas de corto plazo del país, con cierta estabilidad de las condiciones personales de corto plazo. Esta parte del indicador, sin embargo, ya había caído durante junio. La caída del ICE-CP puede explicarse tanto por los retrocesos sanitarios de las últimas semanas como a partir del hecho que, como veremos, hay un aumento en la proporción de trabajadores que perdieron su empleo y se esperan efectos negativos de la pandemia a plazos mayores a los que se preveían un par de meses atrás.
Así, hemos verificado, por un lado, un aumento apreciable de la proporción de encuestados que perdieron su empleo y, por el contrario, una disminución del temor a perder el empleo entre quienes lo mantienen. Respecto a quienes dicen haber perdido su empleo, mientras esta proporción se ubicaba en torno de 6% en abril y mayo, subió a partir de allí para ubicarse en torno de 10% en la segunda parte de junio y principios de julio.
Esto refleja la situación de trabajadores que no han sido reintegrados luego de su pasaje por el seguro de paro sumado a eventuales recientes envíos al seguro, que pueden ser percibidos como pérdida potencial de su empleo por los trabajadores. Sin embargo, al mismo tiempo, se observó una caída en el temor de perder el empleo, entre quienes lo mantienen. Este resultado está asociado al hecho que estos trabajadores se sentirían más confiados en mantener sus trabajos, luego de pasados cuatro meses desde el inicio de la pandemia.
Adicionalmente, algunos de los indicadores relacionados con el mercado laboral fueron los que mostraron la máxima incertidumbre (mayor dispersión de respuestas) en marzo-abril, para mejorar posteriormente. Estos resultados sostienen algunos efectos sobre la demanda de bienes que veremos al final de la nota.
Respecto al plazo esperado para la vuelta a la normalidad, en lugar de disminuir conforme pasa el tiempo, ha aumentado en las últimas semanas y superó los 11 meses en promedio.
Este indicador, que refleja el plazo esperado de afectación de los ingresos personales, se ubicaba había llegado a un mínimo de 9 meses en la segunda quincena de mayo. Sin embargo, en la medición de la primera quincena de julio se ubicó en 11,6 meses (gráfico 2), el mayor registro desde que lo medimos (principios de abril). Este resultado se explicó a partir de un aumento en la proporción de encuestados que esperan impactos en sus ingresos por más de un año, que pasaron de algo más de 30% en mayo a 45% en la última medición. Además, no hay una disminución de plazos entre los encuestados que esperan afectación en horizontes menores a un año, por lo que no hay un efecto positivo que compense el aumento en las expectativas de vuelta a la normalidad señalada anteriormente. Este resultado es significativo, puesto que implica que una proporción sustancial de aquellos que perdieron su trabajo o vieron fuertemente disminuidas sus horas trabajadas, que esperan recuperar dichos ingresos recién en el segundo semestre de 2021.
Los resultados anteriores llevan a que los bienes no durables (alimentos, bebidas y productos de limpieza), sigan siendo los que tienen mayor propensión al consumo por parte de las familias, al tiempo que es notoria la debilidad de la demanda para otros bienes. En efecto, algo más del 60% de los consumidores tiene previsto gastar igual o más en bienes no durables en los próximos 3 meses (en relación al mismo período del año pasado). El resto de los bienes tiene propensiones al consumo sustancialmente más bajas. Por ejemplo, en el caso de los bienes durables es de 25%, pero en servicios, como turismo y restaurantes, está en torno del 20% (esto implica que el 80% de los encuestados tiene previsto gastar menos, este invierno, respecto al invierno pasado). En una situación intermedia se encuentra la propensión a invertir en refacciones en el hogar, con registros en torno de 45% (gráfico 3). La imposibilidad de hacer turismo y la mayor permanencia en los hogares, sumado a una mejora en el grado de seguridad en mantener el empleo, entre otros, alientan este resultado. En lo que refiere a canales, la pandemia también afecta negativamente a los que implican presencialidad: las compras en shoppings y paseos de compra mantienen propensiones bajas, en torno de 20%, al tiempo que las ventas online muestran registros más altos, en torno de 45%.
No hemos notado cambios apreciables de estas propensiones en las últimas semanas, lo que denota reticencia a gastar, a pesar del mini shock positivo que implicó la vuelta a clases, la apertura de shoppings y el reinicio de otras actividades.
A partir de lo anterior, podría decirse que el avance hacia la normalidad será más lento y accidentado que lo que esperaban las familias algunos meses atrás. No solo eso, sino que lo anterior es el resultado de trayectorias divergentes de expectativas entre quienes mantienen su empleo y quienes lo perdieron. Para quienes lo mantienen, podría decirse que se consolida la percepción de que “lo peor ya pasó”, al tiempo que quienes lo han perdido (o trabajan menos horas), tienen expectativas de recuperación cada vez más largas, es decir, “lo peor está por venir”.
Esta divergencia tiene y tendrá efectos sobre la demanda como, por ejemplo, prioridad o preferencia por el consumo de no durables (segundo grupo), cierta recuperación en la demanda de durables (a partir de una mejora en el efecto ingreso y recuperación de la preferencia relativa por estos bienes, primer grupo) e impactos moderados o incluso algo positivos en indicadores de inversión relacionados con el sector inmobiliario (primer grupo).
Finalmente, parecería que para salir de esta situación, caracterizada por una notoria debilidad de la demanda se requiere un shock tan fuerte como el inicial, con signo opuesto, como lo sería el descubrimiento de una vacuna efectiva y confiable. Pero aún en este escenario favorable, que tonificaría la demanda de ciertos bienes desde algunos segmentos de consumidores, llevará tiempo para recuperar los empleos perdidos (si se recuperan) y para que los sectores más golpeados vuelvan a niveles de actividad que puedan compararse con los que tenían antes de la pandemia.
(*) Alejandro Cavallo, Director Consultoría Económica