Durante 2022-2023, los países del Cono Sur de América Latina experimentaron la peor sequía en décadas, derivando entre otras cosas, en altísimos costos en materia de producción y exportaciones. Chile se ha visto expuesto a grandes incendios, afectando no solo la vida humana y la infraestructura, sino también el ecosistema. Venezuela está enfrentando sequías este año, luego de haber sufrido inundaciones en 2022.
En Perú, las lluvias provocaron inundaciones y un ciclón de verano en 2023. Bolivia se vio afectada por sequías el año pasado e inundaciones a principio de este año. Ecuador ha enfrentado durante 2023 y lo que va de 2024 fuertes sequías e inundaciones. A inicios de 2024 Panamá enfrentó una sequía sin precedentes que afectó severamente la actividad del canal y por ende la actividad económica del país.
El sur de Brasil sufre fuertes inundaciones que ya han costado la vida de decenas de personas. Estos son solo algunos ejemplos de los fenómenos hidrometereológicos que han afectado a la región en tan solo un par de años.
Su ubicación geográfica, más cercana a los trópicos y con mayores temperaturas promedio, hacen de América Latina y el Caribe una de las regiones del mundo más expuestas al cambio climático. En un estudio reciente, CAF documenta que, en los últimos 43 años, se han registrado al menos 2.225 desastres de origen climático en la región, lo que equivale a un promedio de 52 eventos por año[1]. Las inundaciones y las tormentas son los eventos más frecuentes (49,5% y 30,6% de todos los eventos respectivamente), seguidas por los deslizamientos de tierra (7,0%%) y las sequías (6,9%).
Los efectos de un clima cambiante están generando un aumento de la frecuencia de la mayoría de estos fenómenos. Tal como muestra el último Reporte de Economía y Desarrollo de CAF (2023)[2], la cantidad de eventos extremos en la región aumentó un 90% entre 2000 y 2021 con respecto a las dos décadas previas.
La mayor ocurrencia de estos eventos está generando impactos cuantiosos sobre la vida, la infraestructura y la producción de nuestros países. El mencionado estudio de CAF señala que, en promedio en las últimas cuatro décadas, los daños y pérdidas anuales en la región fueron de al menos un 0,2% del PIB.
Asimismo, alrededor del 1% de la población de la región, en promedio, es afectada por desastres climáticos cada año y se calcula que la cifra agregada de muertes y desaparecidos es cercana a las 100.000 personas. A esto se suman los efectos permanentes que la pérdida de vidas humanas, la destrucción del ecosistema, así como de infraestructura y la pérdida de producción puedan tener sobre el crecimiento en los países de la región.
La incidencia de estos fenómenos difiere al interior de la región y por tipo de evento. Las zonas cercanas al Ecuador tienden a estar más expuestas que las zonas templadas. Las tormentas tropicales y huracanes, más comunes en el Caribe y Centroamérica, tienen un alto poder destructivo. Como consecuencia, los países del Caribe han experimentado una carga desproporcionada de desastres y pérdidas. Las sequías tienen mayor incidencia en el sur del continente y en el Corredor Seco Centroamericano, y si bien no suelen causar daños sobre la infraestructura física, generan pérdidas significativas sobre la producción agrícola y la generación de energía hidroeléctrica, afectando la actividad económica en general y la seguridad alimentaria de la población más vulnerable en el corto plazo. Además, las sequías tienden a tener un impacto geográfico más amplio por evento, abarcando casi cinco veces el área afectada por un evento climático promedio en la región.
En particular, en el Cono Sur las sequías representan el 55,3% de la población afectada por eventos de origen climáticos, mientras que los incendios forestales contribuyen con un 12,4% adicional. La tasa de mortalidad en esta subregión es más baja que en otras, lo que podría ser producto tanto del tipo de fenómeno que mayormente impacta a esta región, así como de su mayor grado de desarrollo relativo y resiliencia.
La dispar distribución geográfica de estos eventos a nivel de la región pone en evidencia la importancia de una preparación y respuestas adaptadas a cada contexto. El estudio de CAF analiza los efectos macroeconómicos de invertir en infraestructura resiliente. Con este objetivo, simula la ocurrencia de eventos climáticos en cuatro de los países de la región con más alta exposición: un huracán en Honduras, República Dominicana y Barbados y una sequía en Paraguay.
De dicho ejercicio se desprenden conclusiones que, si bien parecen obvias, representan importantes desafíos para las agendas de desarrollo de los países de la región. La primera de ellas es que invertir en infraestructura resiliente es clave para mitigar el impacto de los eventos climáticos extremos sobre el Producto Interno Bruto (PIB) y mejorar la trayectoria de la deuda pública a mediano y largo plazo.
La segunda es que, si bien dichas inversiones pueden incrementar la deuda pública en el corto plazo, permiten evitar un salto de mayor magnitud en la deuda pública una vez ocurrido el evento.
En tercer lugar, se concluye que establecer un fondo de contingencia junto con una inversión resiliente, tiene beneficios marginales en el ritmo de recuperación del crecimiento del PIB, pero mejora la dinámica de la deuda a mediano plazo, en comparación con solo realizar la inversión resiliente. El ejercicio también pone en evidencia el rol fundamental del financiamiento concesional, destacando la importancia de la banca multilateral y la cooperación global en la mitigación al cambio climático.
El estudio pone en evidencia que en un contexto de creciente recurrencia e intensidad de desastres de origen climático y dada la relevancia de sus impactos, se ha profundizado la necesidad de avanzar hacia un enfoque integral que no solo haga frente a los desastres, sino que también destaque el papel de un enfoque integrado con la agenda de adaptación climática.
Instituciones como CAF tienen un rol clave para apoyar a los gobiernos de la región a acelerar su agenda de reducción de riesgos climáticos, así como a fomentar la adaptación a los impactos que no pueden ser evitados. Bajo el mandato de consolidarse como Banco Verde de la región, CAF pone a disposición de sus países miembros recursos financieros innovadores, de cooperación técnica y de conocimiento para avanzar con estos objetivos.
- Nicole Perelmuter es Economista Senior en CAF Banco de Desarrollo.
[1] Arreaza, A., Barril, D., Condor, R., Díaz, G., Perelmuter, N., Schliesser, R., Toledo, M. & Guevara, O. (2023). Desastres climáticos en América Latina y el Caribe: el rol de las inversiones en infraestructura resiliente y las políticas de adaptación. Distrito Capital: CAF- banco de desarrollo de América Latina y el Caribe. Retrieved from https://scioteca.caf.com/handle/123456789/2156