El primer desafío que tiene Milei por delante, es ver la herencia que le deja el kirchnerismo en lo que hace a la distorsión de precios relativos, es decir, retraso cambiario, tarifas de los servicios públicos, precio de los combustibles, precios cuidados que generan desabastecimiento en los supermercados, entre otros.

También, ver qué le deja el kirchnerismo en el BCRA. Sabe que le dejan una deuda en Leliq y Pases Netos por $ 23 billones, pero desconoce en qué situación está el swap con China y los dólares que efectivamente están disponibles en el Banco Central.

De acuerdo a los datos del BCRA al 7 de noviembre, las reservas netas eran US$ -13.716 millones y las líquidas US$ -17.613 millones.

A esto hay que sumarle US$ 22.000 millones de deuda que tiene el BCRA con las empresas que importaron con créditos de sus casas matrices y de proveedores y el BCRA nunca les entregó los dólares para pagar la deuda. Sumado a esto, hay varios años en que las empresas no han podido girar utilidades a sus casas matrices.

Solo corregir el tema cambiario para ir a un tipo de cambio único junto con el ajuste de las tarifas de los servicios públicos, partiendo de una inflación del 180% anual, asegura una inflación superando el 250% anual en los primeros meses de 2024. Pero todos estos temas son muy difíciles de afrontar en un contexto de pobreza, indigencia, desocupación y una población que está agobiada de vivir tanta decadencia y restricciones.

Ahora bien, los temas planteados anteriormente son solo una parte del caos económico argentino. De nada servirá corregir los precios relativos, salir del cepo cambiario, resolver el problema de las Leliq y los controles de precios, sino se resuelven las cuestiones estructurales que condujeron a los mencionados problemas.

El nivel y calidad del gasto público, su contrapartida que es la voraz carga tributaria, las regulaciones, la actual legislación laboral, una economía cerrada al mundo y los planes sociales como forma de vida, son los problemas estructurales a resolver.

Incluyo los planes sociales como problema estructural porque ya van 3 generaciones que se acostumbraron a no trabajar y vivir de la dádiva del puntero político. Arreglar este problema también es un problema estructural de valores.

Milei dice que va a reducir el gasto público en un 15% del PIB. El número luce poco creíble, aunque deseable considerando que aumentó en esos puntos porcentuales desde la llegada del kirchnerismo.

En 2021, último dato que informa el Ministerio de Economía, el gasto público consolidado fue de casi el 43% del producto bruto. La nación gastó el 24,3% del PIB del total y el resto corresponde a provincias y municipios.

Como presidente, Milei va a poder bajar el gasto que corresponde a La Nación, es decir, parte del 24,3% del PIB, por lo tanto, si baja el gasto 15 puntos de los 24,3%, le van a quedar 9,3% del producto para financiar jubilaciones, defensa, justicia, educación, salud, etc. Solo en previsión social el gasto es del 8,3% del PIB. Le quedaría un punto para financiar defensa, justicia, salud, educación y administración pública. Inviable.

Podría bajar el 9% de aumento del gasto público que creció durante el kirchnerismo a nivel nacional y tratar de forzar bajas en las provincias. Pero va a llevar tiempo. Lo que sí puede lograr es ir a un resultado fiscal financiero equilibrado, suspendiendo obras públicas y, si hay que hacer una ruta, darle la concesión al sector privado, que recuperará su inversión con los peajes.

De todas formas, varias de las reformas estructurales van a requerir de leyes que sean aprobadas por el Congreso donde Milei está en minoría, tanto en diputados como en el senado.

Aun con el apoyo de todo el PRO, algo difícil de lograr, Milei contará con 76 legisladores en diputados, muy lejos de los 129 que se necesitan para conseguir el quorum.

Considerando esta situación, tendrá que disponer de un muy habilidoso político que logre apoyos en el Congreso, tanto en diputados como en senado, para poder obtener las leyes. En otros términos, tendrá que negociar con la casta que tanto detesta y, para eso, deberá conseguir a alguien de la casta que sabe cómo y con quién tiene que negociar.

Queda un último punto a considerar en lo que hace a los apoyos para avanzar en las reformas estructurales.

Milei tuvo el 56% de los votos, de los cuales 30% son propios que vienen de las PASO y de la primera vuelta y 26% del apoyo que recibió de Patricia Bullrich y algo de Schiaretti. Es decir, tiene un alto porcentaje de voto prestado, tal vez más cansado del kirchnerismo y de toda la dirigencia política tradicional, y no tanto de las ideas de Milei.

En definitiva, el electorado argentino es muy volátil en sus ideas. Muchas veces quiere que se termine con la inflación, que se bajen los impuestos, pero cuando se propone una baja del gasto público levanta la voz hablando de ajuste salvaje. Quiere los beneficios de la estabilidad, pero no quiere asumir el costo de hacer el esfuerzo para llegar a la estabilidad.

Dos grandes interrogantes quedan por delante. Por un lado, cuál será el costo político que tendrá que pagar Milei para desarmar el problema de los precios relativos y de las Leliq. El segundo es ver si consigue el apoyo político en el Congreso para avanzar con las reformas estructurales. Aunque sea con alguna de ellas.

La campaña electoral terminó, Milei ganó las elecciones. Ahora viene la parte más difícil: lograr un gobierno exitoso al menos en bajar la inflación y comenzar a avanzar en las reformas estructurales.

Lo curioso es que Milei batió récords en votos conseguidos en la segunda vuelta, pero es un presidente débil porque está en enorme minoría en el Congreso y no cuenta con legisladores.