“No importa el color del gato, sino que cace ratones” es una de las tantas traducciones de una frase pronunciada por Deng Xiaoping en 1978 al iniciar un conjunto de reformas estructurales que convirtieron a China en la potencia mundial que es hoy. Traigo a colación la frase ya que la situación económica en Uruguay, en varios frentes, implica que el próximo gobierno casi que no tendrá más remedio que ponerse a cazar a algunos ratones en concreto, de una vez por todas.
Primero, el contexto. Como varios analistas han señalado, estamos en problemas fiscales. La adopción de la nueva regla fiscal no logró contener el incremento del gasto, y cerramos 2024 con un déficit fiscal de 4,4%, de los mayores de los últimos años. No parece haberse logrado bajar el gasto público y las luces en este sentido son amarillas, en términos especialmente de restricciones para el nuevo gobierno, sea del signo que sea.
Segundo, los consensos. Desde distintas tiendas partidarias parece haber consenso sobre la necesidad de mejorar la inversión en áreas específicas, teniendo por ejemplo el objetivo de reducir la pobreza infantil, mejorar los problemas de seguridad, atender demandas insuficientes en vivienda, invertir en capacitación e innovación, entre otros.
Tercero, el nudo gordiano. Tenemos poco margen fiscal para aumentar el gasto discrecionalmente y necesidades de inversión importantes que no pueden ser descuidadas. En este marco, esta nota quiere remarcar la urgencia de que el gobierno próximo está prácticamente obligado a salir a cazar ratones en varias áreas de la política económica.
Un ratón obvio e inicial es la reorientación y reorganización del gasto público existente: va a ser necesario reorganizar prioridades y no va a ser posible seguir postergando alguna reforma del estado que mejore la eficiencia y eficacia del gasto y lo reordene de acuerdo a las prioridades definidas.
Un segundo ratón es la necesidad de encarar reformas y profundizar en políticas que mejoren la productividad de la economía, por ejemplo profundizando en la calificación y recalificación de la fuerza de trabajo. Esto es clave para alcanzar mayores tasas de crecimiento económico de largo plazo, generando espacios para mejorar la inversión en áreas prioritarias y, en última instancia, mejorando el bienestar de la sociedad toda.
Un tercer ratón está dado por bajar el costo del mercado, por así decirlo, en la sociedad. Esto se desdobla en dos. Por un lado, la necesidad de profundizar en reformas y políticas de defensa y especialmente promoción de la competencia, reduciendo costos internos en varios subsectores de la economía. Por otro, mejorando la política comercial abriendo mercados hoy capturados por distintos lobbies que también encarecen costos a lo largo de la economía.
Un cuarto ratón asociado al resultado fiscal está dado por la necesidad de completar la reforma de la seguridad social. Queda en el debe el problema de las cajas paralelas y la necesidad de discutir el sistema de aportes, entre otros elementos.
Un quinto ratón, asociado a la mejora de la productividad en el largo plazo, es la concreción de una reforma del sistema educativo, que sea efectiva en mejorar los índices de completitud y egreso de los estudiantes de educación media.
Hasta ahora no he dicho nada nuevo; esencialmente, Uruguay necesita profundizar en reformas estructurales que, a diferencia de las procesadas en décadas pasadas, en muchos casos son de corte micro o meso económico y necesitan bisturí fino y mucho capital político para ser realizadas exitosamente. También dejé pasar ratones como los de la inserción internacional del país y la captación de inversión extranjera directa, y la resolución de los problemas de nuestra inserción regional, por ejemplo.
Para cada ratón hay escritos ríos de tinta, por especialistas mejor calificados que yo, en indicar las direcciones y potenciales medidas a tomar en cada caso. El objetivo central de esta nota, más allá de repasar algunas de las reformas que han quedado en el tintero, es el de generar y promover la sensación de urgencia en la toma de medidas, en dos sentidos.
En primer lugar, resaltar un problema de timing que enfrentará el próximo gobierno. No es posible tomar medidas de reducción del déficit fiscal en el año uno y esperar a la mejora para atacar la pobreza infantil en el año cinco. La gracia de “prioritarias” en las inversiones es que deben ser implementadas desde el vamos, por lo que probablemente veamos un empeoramiento de las cuentas públicas en el muy corto plazo, atadas a estas inversiones.
De aquí lo central de cazar, desde el año uno, el ratón de la reorganización de las cuentas públicas y el gasto público, de forma de minimizar los shocks negativos sobre el déficit. Existen alternativas adicionales de financiación (topeadas) que involucran incrementos impositivos (por ejemplo, patrimoniales), incremento del endeudamiento (por ejemplo, con multilaterales), o focos en políticas de reducción de costos internos, a según la tienda o sub-tienda política que se considere. En mi opinión, si bien estas opciones son válidas y pueden contener incremento del déficit, no es posible financiar toda la inversión necesaria sin comprometer la estabilidad macro solamente con estos paquetes de medidas. De ahí el segundo objetivo de la nota, el de resaltar la urgencia dada por el resultado fiscal, el cual obliga al gobierno próximo, independientemente de su color político, a tomar el camino decisivo de cazar alguno de estos ratones, ya que de eso depende la sostenibilidad macroeconómica y el futuro del país.