ENTREVISTA
Las organizaciones empresariales vinculadas con la economía del conocimiento en la región piden ser parte de las políticas públicas. Se necesita más infraestructura y mejor formación para los jóvenes
Lo mejor que se puede hacer por el empresariado emprendedor “es dejarlo hacer”, afirma Jacobo Cohen, vicepresidente de MercadoLibre y presidente de la Asociación Latinoamericana de Internet (ALAI), donde participan por Uruguay la Cámara Uruguaya de Tecnologías de la información (CUTI) y la Cámara de la Economía Digital del Uruguay (CEDU). Cohen sostiene que los reguladores tienen que escuchar a todos los actores y “perderle el miedo” a la economía digital. Afirma que hay que crear “más talento” en la región, estimulando la formación y el emprendedurismo.ALAI dio a conocer días atrás un manifiesto donde se demanda de los Estados, desde una posición de corresponsabilidad, por mayor desarrollo de infraestructuras y educación, en línea con la economía del conocimiento. Queremos ser parte de las políticas públicas que construyan un mejor futuro, subrayó Cohen. A continuación, un resumen de la entrevista.
—¿Cuál es el objetivo de un manifiesto como el que dio a conocer ALAI la pasada semana?
—La Asociación Latinoamericana de Internet se fundó con ese objetivo de impulsar Internet y todo lo que hace a la economía digital en la región. Pero esto ya no es solo economía digital, es economía del conocimiento, que es un mundo mucho más amplio. Cuando se habla de economía digital, la gente solo piensa en comercio electrónico. Cuando hablamos de economía del conocimiento, es un mundo que abarca desde nanotecnología, biotecnología, satélites. Obviamente comercio electrónico, obviamente fintech, plataformas, metaverso, pero también el mundo audiovisual, los servicios. Es un mundo gigantesco, donde todo es parte de lo mismo. Y eso lleva también a pensar en la educación, crear capacidades y oportunidades para el talento.
Así fue que surgió justamente este manifiesto. Qué proponer para dejar de hablar y hacer. Yo estoy en Mercado Libre desde hace 23 años y es bastante frustrante hablar siempre de lo mismo. Llegó el momento de hacer.
La clave es estar todos sentados en la misma mesa. Esto no es una tarea solo del regulador, ni solo del sector privado, la academia o los usuarios.
—Hay una insistente referencia al concepto de un desarrollo digital inclusivo. ¿Qué significa?
—Lo inclusivo es la economía del conocimiento en sí. Nací y viví buena parte de mi vida en Tucumán. Conozco la realidad del que vive alejado de los grandes centros y no tiene el mismo acceso a las cosas que se ven, que se discuten y a las oportunidades que pueden ofrecer Montevideo, Buenos Aires, Bogotá, o Ciudad de México; de alguna manera Internet vino a poner a todo el mundo en pie de igualdad, lo que acortó la brecha geográfica en primer lugar. Después se fue acortando la brecha económica, le dio a todo el mundo la posibilidad de acceder y ofrecer sus cosas a todo el mundo.
Por otro lado, la brecha social. La tecnología antes era más elitista, muy de nicho. Hoy, es una gran oportunidad, con buen empleo, que permite un ascenso social; eso ha llevado a que muchos jóvenes lo vean como una vía de salida. Es impresionante y tiene un efecto contagio enorme.
Por otro lado está la inclusión de género. En un mundo, el de desarrollo del software, donde hay todavía mucho para trabajar en cuanto a incorporar más mujeres, pero que ha demostrado que las posibilidades están. Ahí se paga la capacidad de programar, no se paga el género.
Es necesario seguir trabajando en todos esos rubros, fomentando la inclusión a todo nivel.
—La inclusión financiera aún es deficitaria en la región…
—Así es, con economías muy informales que dificultan el acceso a servicios financieros. Y las fintech aparecen como un motor de inclusión. Eso implica formalización de la economía, implica pago de impuestos, más trabajo. El derrame que tiene es fenomenal en todos los estamentos de la sociedad, el Estado y el sector privado, obviamente.
—En esa línea, desde ALAI demandan a los Estados por infraestructura y conectividad…
—Sí, y también educación. Educación e infraestructura son clave. Es imposible querer ser un hub de tecnología y no estar hiperconectados, no tener la mejor banda ancha del mundo. Y no se puede desarrollar el comercio electrónico, un rubro donde hay dos fricciones fuertes que son los pagos y la logística, si no hay infraestructura en los países. En pagos, con las fintech, se ha avanzado mucho, pero en materia de logística no tanto. Nuestros países tienen dificultades en esa materia. Es necesario para los Estados invertir en infraestructura y logística.
—¿Cuáles son los planteos en materia de educación?
—Demandamos el desarrollo de las habilidades que permitan a nuestros países estar a la vanguardia de la economía del conocimiento. No basta con que se den incentivos fiscales o que ese concepto esté en una proclama. Lo que se debe hacer es acompañar con políticas educativas, y no solo universitarias, sino desde la escuela primaria. No se les enseña a los niños a ser emprendedores en el colegio. Esos temas no son parte de la currícula en primaria ni enseñanza media. Difícil salir adelante como país en esta nueva configuración mundial, si no ponemos a la economía del conocimiento como un pilar productivo. Es necesario discutir esas cosas y buscar la forma de promover esas oportunidades.
Estas son las cosas que en algunos de nuestros países, lamentablemente, donde el Estado se refunda cada cuatro o cinco años, no están en el centro del interés político. Dejo afuera a Uruguay, que ha dado continuidad a muchas políticas más allá de quien gobierne. Pero en nuestra región es muy común que tengamos esos problemas. Deberíamos mirar hacia adelante, y resolver hacia dónde ir, con la economía del conocimiento como uno de los pilares. Los privados podemos ayudar, pero el Estado tiene mucho para hacer en esa materia.
—¿De qué manera pueden “ser parte” de las políticas públicas, como plantean en el manifiesto?
—Nosotros queremos y tenemos que ser parte de la política pública en lo que se refieran a Internet y a la economía del conocimiento; son políticas que requieren de una aproximación multisectorial, porque muchas veces lo que vemos es que el regulador define cosas en función de lo que cree que necesita la sociedad o la economía y no necesariamente está atado a la realidad.
—¿Por ejemplo?
—Protección de datos personales. Las normas de datos personales son cada vez más estrictas. Ahora, parece haber una disociación entre lo que la sociedad quiere, o lo que la sociedad hace con los datos personales y lo que el regulador dice que la sociedad quiere o hace. Hoy en día la gente se saca fotos, postea en redes sociales, cuenta qué hace, dónde está, con quién… Yo no sé si la gente tiene tanta privacidad como el regulador cree que quiere la gente. Puede resultar algo exagerada la imagen, pero apunto a que no siempre el regulador debe suponer que ser muy estricto es mejor.
Veamos el caso de la Comunidad Europea, donde las normas en materia de información y datos personales son súper estricta. Por otro lado, ¿cuántas startups salieron de Europa que se hayan convertido en mega empresas? Cero. Cuando se sobre regula o se regula sin escuchar a todas las partes involucradas, se cometen equivocaciones.
—¿Y cuál es el camino para incidir desde el sector privado?
—No estamos pensando en el lobby o en el cabildeo, pero decimos, desde nuestro sector, hagamos de esto un proceso realmente productivo donde cada uno pueda expresar los intereses que representa. Los usuarios y el sector privado, donde no hay una única manera de ver las cosas. Desde ALAI estamos haciendo un trabajo de hormiga, hablando con reguladores permanentemente. Hay una parte de transmisión de conceptos, pero también tratar de entender los incentivos y las regulaciones y qué es lo que buscan. Porque muchas veces los incentivos que están buscando no se va a solucionar con la regulación que están proponiendo. En ALAI, al tener una visión regional, sabemos lo que funciona en un lugar y lo que no funciona en otro. Trabajar junto a los Estados para que se pueda generar más emprendimiento, más inversiones y más trabajo.
—¿Cuesta que los gobiernos entiendan el valor de la economía del conocimiento?
—Cada vez menos. Hubo un tiempo muy largo, donde no se regulaba nada, entonces era muy difícil, había que hacer malabarismos para avanzar en el mundo digital con leyes pensadas para un mundo analógico.
Fue un desafío, hubo que establecer regulación, mejor o peor, pero se hizo. Hoy estamos en una segunda oleada regulatoria, donde los reguladores están cambiando la forma de ver las cosas.
El principal desafío es que el regulador le pierda el miedo al mundo digital. Por ejemplo, veamos las fintech, un sector donde el regulador siempre fue binario. Se es un banco si se hacen determinadas actividades privativas de ese rubro, de lo contrario no es un banco, entonces, no corresponde regularlo. Claro que, cuando se observa que trabajan con dinero de usuarios entienden que tienen que ver con eso, y allí los bancos centrales o la superintendencia financiera, participan y fijan regulaciones que terminan tratándolas ¡cómo un banco! No debe ser así, tiene que tener una regulación distinta. En eso hay que trabajar. Claro que ahí también pesan otras cuestiones vinculadas con la coyuntura o el perfil de países que han pasado por duras crisis bancarias y por ende son más conservadores. Pero deben perder el miedo a este mundo y en eso trabajamos.
—¿Qué nivel de armonización en los estándares de la economía digital e Internet hay en la región?
—Ese es un punto muy relevante. A veces resulta gracioso cuando se escucha desde los gobiernos que plantean su intención de que las pymes exporten, porque eso genera divisas y también empleo. Bárbaro. Pero las pymes no exportan por la cantidad de trabas que tienen, ni qué hablar en el Mercosur. Quien exporta un producto tiene problemas aduaneros, tiene problemas de impuestos, de moneda, de estándares de comercio… hay mucho para hacer.
Volvamos al mundo fintech; allí no hay ninguna armonización. Cada Estado regula como se le antoja y eso es un problema enorme. Si un uruguayo viene a Argentina no puede usar MercadoPago versión Argentina con su registro en Mercado pago uruguayo, porque las normas son distintas. Cuando cualquier firma de nuestros países se regionaliza tiene que adaptarse a cada lugar, aprender de cero las normas en cada país. Eso es un gran problema
Sin embargo, hay algunas cuestiones que están funcionando un poco mejor…
—¿En qué casos?
—En defensa del consumidor. Desde ALAI, estamos proponiendo un método de resolución de disputas que sea online, apuntando a estandarizarlo a la región, simplificando el trámite para consumidores y empresas Se está trabajando bien en eso por parte de los países.
—¿Qué más se necesita en la economía de la innovación para su desarrollo?
—Voy a resumirlo en pocas palabras: que a los privados los dejen trabajar. Es muy difícil ser emprendedor, hay muchas trabas burocráticas, administrativas, aduaneras, de todo tipo. Y los Estados a veces se jactan de decir. “en este país se puede crear una sociedad en un día, ahora van a llover empresas”. ¡No!, eso no soluciona.
Hay que trabajar mucho en formar personas con capacidad de emprender. Facilitar las oportunidades, que sientan que lo pueden hacer y que entiendan que pueden fracasar, porque el que emprende, se va a pegar muchas veces contra el suelo. El problema es que, en nuestros países, al que fracasa se lo señala, se lo mira diferente. Se cuestiona al que deja la seguridad de determinado empleo y se lanza a emprender. Y si fracasa, no puede acceder a un crédito porque está fundido. Y es un muerto civil, después de haberse fundido con un sistema tributario leonino que hace pagar impuestos a cuenta de lo que el Estado pensó que podía ganar.
Por tanto, no se trata de abrir una empresa en un día, si después no la ayudamos a sobrevivir. Es por eso que, ante la pregunta de qué hacer por los emprendedores, por las startups, por las empresas que innovan, es no meterse en el medio, no inmiscuirse. Eso lo primero. Después, ayudarlos a crecer. Es como el tutor que se le pone a las plantas para ayudarlas a crecer, pero no las atan ni encorsetan.
El Estado tiene que generar condiciones donde sea fácil emprender, donde sea fácil levantarse cuando a uno le va mal y donde saquen problemas del medio.
—Esas trabas, ¿amplían la brecha entre la región y el mundo desarrollado?
—La región pasa por un buen momento en cuanto a casos de éxito. Cada país, prácticamente, tiene su unicornio. Es una muy buena señal en países donde los más jóvenes tienen poca identificación con los empresarios. Tal vez eso tenga que ver con el empresario tradicional, a veces prebendario. Necesitamos de más jóvenes que quieran parecerse a los fundadores de D-Local, a Marcos Galperin (fundador de Mercado Libre), Martín Migoya (Globant), David Vélez (Nubank), a Pierpaolo Barbieri (Ualá). Cuando estos empresarios empiecen a ser cada vez más “modelo” para las generaciones más jóvenes, va a ser un impulso para la comunidad emprendedora que no hay política pública que lo pueda igualar.
—¿Cómo observa la coyuntura?
—Warren Buffet dice siempre que cuando se va la marea alta, se ve quién está nadando desnudo. Hubo un momento, en plena pandemia donde el mercado era pura euforia y había mucho dinero. Los venture capital invertían de una manera que ya habíamos vivido a principios de los años 2000. Después explotó la burbuja de internet. Hoy, con esta crisis a nivel mundial, se empieza a ver una manera más selectiva de poner el dinero por parte de los venture capital. Donde los negocios que sean sanos, rentables, bien orientados y que realmente agreguen valor, son los que se van a mantener.
El inversor está mucho más selectivo, luego de la fiebre donde había muchísimo capital y las valuaciones de las startups eran a veces demasiado altas. Durante los últimos años tenías empresas que hablaban de dinero en función de una época dulce que suponían que iba a durar mucho tiempo. Sin embargo, yo creo que este invierno va a durar mucho tiempo y hay que estar preparado.
—En este contexto, obtener capital es difícil…
—Está un poquito más difícil, pero el capital está, porque los venture capital siguen estando ahí. Son más selectivos y miran con lupa todo lo que tienen delante. Sigue habiendo unos emprendimientos increíbles en la región; estoy muy en contacto con el mundo emprendedor y todos los días escucho cosas o se me presentan propuestas que son espectaculares. En esos casos, el capital aparece.