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Los mercados laborales han sido la grata sorpresa de las economías de la región, según el economista jefe del Banco Santander

"Tuvimos que revisar pronósticos, asumir una mayor resiliencia de las economías latinoamericanas y proyectar un escenario de aterrizaje suave en la región", explicó Juan Cerruti.

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Juan Cerruti - Santander
Juan Cerruti, economista jefe del Banco Santander
JAVIER VAZQUEZ

Los países de América Latina presentan, en la mayoría de los casos, tasas de desempleo muy bajas, un comportamiento que no coincide totalmente con el ciclo económico. Ese concepto formó parte de la presentación de los economistas de siete países de América Latina en los que está presente el Banco Santander, en un foro desarrollado por dicho banco, la semana pasada en Madrid, en el que estuvo presente en Madrid. El argentino Juan Cerruti, economista jefe del Baco Santander, repasó los argumentos que describen el comportamiento de los mercados laborales y afirmó que “seguirán comprimidos”, donde pesan cuestiones demográficas y el descalce entre oferta y demanda, entre otras. Cerruti proyectó para el corto plazo “un aterrizaje suave” de las economías latinoamericanas, y elogió la labor de los bancos centrales en el control de la inflación, con una reacción “muy por encima de lo ocurrido en Estados Unidos o Europa”. Y a la salida de políticas monetarias restrictivas, sostuvo que el crédito bancario se abaratará y crecerá, recién para el segundo o tercer trimestre de 2024. A continuación, un resumen de la entrevista.

—El análisis efectuado por Banco Santander advierte de una inesperada firmeza en los mercados laborales, más allá de las condiciones económicas en la región. ¿A qué obedece ese comportamiento?

—Diría que hay una combinación de cuestiones, diferentes también por países, más allá de aspectos generales. Es necesario hacer un mea culpa, porque creo que los economistas entendemos poco aún los mercados laborales tal cual han quedado conformados después de la pandemia. Hay cambios muy fuertes de comportamiento; basta observar el fenómeno tan discutido en Estados Unidos, que dieron en llamar la gran renuncia, tratando de identificar dónde estaban los millones de puestos de trabajo perdidos. Además, no podemos soslayar tampoco la cuestión demográfica, porque a todos los países les está llegando la etapa del retiro de los baby boomers, en términos demográficos la generación más grande en la mayoría de los países; eso va a estrechar la cantidad en cuanto a mano de obra, durante muchos años. Y va a ser un elemento más en la línea de comprimir la oferta de trabajo, lo que mantiene las tasas de paro muy bajas. Después hay casos puntuales de algunas políticas restrictivas que se aplicaron en diversos países desde el punto de vista migratorio, y creo que hacia adelante va ver que reverlas porque lo que van a necesitar los mercados laborales es una oferta de trabajo mayor.
Además, hay un descalce entre lo que las empresas están demandando y lo que el mercado ofrece y eso es muy importante, porque detrás está el desafío en términos de reaprendizaje de la oferta de trabajo.

—Y la irrupción de la tecnología…

—Claramente. Analizando la irrupción de la Inteligencia Artificial, con los equipos del banco analizamos qué había pasado en el pasado, cuando tuvimos cambios tan disruptivos como los actuales. Estudiamos la Revolución Industrial y en particular la llegada del telar mecánico. Y es curioso, porque hubo dos efectos: en los tres años inmediatamente posteriores, buena parte de los trabajos vinculados a la tarea que resultaría sustituida por el telar mecánico, se perdieron. Ahora, en los diez años posteriores
El mensaje que deja este tipo de procesos es que, básicamente, no es una cuestión del fin de los tiempos, sino de re-aprendizaje de la mano de obra. En definitiva, son saltos de productividad, pero también en la cantidad de trabajo. Lo que hay es un periodo de readaptación de la mano de obra al nuevo trabajo que se está demandando.

—Ahora, a corto plazo, ¿qué va a pasar con los mercados laborales?

—Nuestro escenario base es que efectivamente los mercados de trabajo van a seguir muy comprimidos, ya que a la oferta de trabajo le va a llevar un tiempo a readaptarse y volver a incrementarse, por lo tanto eso va a mantener la tasa de paro relativamente inelástica.
Es decir, 2024 va a ser probablemente un año de desaceleración en la mayoría de las economías, porque el efecto pleno de las subidas de las tasas de interés lo vamos a ver en el próximo año. Y si bien vamos a ver subas en las tasas de empleo en buena parte de los países, no van a ser subas importantes.
Lo que vamos a ver es que el mercado laboral, como es habitual, acompaña el ciclo, sube un poco, pero no vamos a ver nada muy disruptivo.

—¿Han analizado específicamente el empleo en el sector financiero?

—No lo analizamos como sector, pero la realidad es que no escapa a lo que está pasando en otras industrias, una reconversión que probablemente va a ir a más en los próximos años. En ese contexto es que desde Santander el objetivo es convertirnos en la mejor plataforma abierta de servicios financieros. Esta definición es importante, porque trasciende el formato de banco como lo conocemos. Vamos a salir a competir con las big tech, de hecho ya lo estamos haciendo.

—El trabajador bancario va a ser otro…

—Sí, necesariamente va a ser otro, pero eso está pasando en diversas industrias y así ha ocurrido en cada disrupción productiva. En su momento nos va a llegar la necesidad de reconvertirnos y adaptarnos, tarde o temprano.

—Con un mercado laboral comprimido, ¿cuál será el efecto sobre los salarios?

—Uno de las de los grandes debates que en este momento tenemos los economistas a nivel global es que, cuando se dan estos saltos disruptivos, lo que hay también es un cambio en la productividad, al alza. Existe una relación que los economistas han establecido es que los salarios crecen con la productividad.
El desafío es que seamos rápidos y versátiles para hacer ese reaprendizaje, que va a requerir en muchas industrias poder dar este salto a tiempo.

—Usted hizo referencia en su presentación a un “aterrizaje suave” de las economías latinoamericanas. ¿Qué condiciones tienen que darse para que ese aterrizaje no sea brusco?

—De momento, la economía está dentro de las bandas de lo que es un aterrizaje suave. Es cierto que, hace un año, la mayoría de los economistas pensábamos que no íbamos a lograr un aterrizaje suave, porque las estadísticas estaban en contra. Cuando veíamos la cantidad de veces que efectivamente los bancos centrales habían logrado desacelerar desde niveles tan altos de la economía y hacerlo sin generar una recesión, era muy pocas. Sin embargo, creo que lo que pasó es que soslayamos los cambios estructurales que tiene la economía, como los del mercado de trabajo que hablábamos antes. Esos cambios han hecho a las economías más resilientes y están dando espacio para este aterrizaje suave.

—Pero, ¿cuáles son los riesgos para poder cumplir con ese supuesto?

—Es claro que hay riesgos. El hecho de que estemos en nuestro escenario base significa que es el de más probabilidad, pero no significa una ocurrencia segura. La situación geopolítica es un claro riesgo; también, las incertidumbres que tenemos con respecto al impacto de la política monetaria y cómo va a reaccionar la inflación. De momento vamos bien, pero creo que no tenemos que subestimar la dificultad que existe para calibrar la política monetaria. Los bancos centrales están siendo precavidos, han dejado de subir los tipos y se mantienen en cierto rango, esperando ver qué pasa. Hay que destacar que en esta etapa de endurecimiento de tipos, vimos que muchos de los mejores bancos centrales del mundo están en Latinoamérica. El Banco Central de Brasil, el Banco Central de México, el de Chile, el de Uruguay, han estado por delante de sus pares del norte. Empezaron antes el periodo de subida de tipos y ahora, con buenos resultados sobre la inflación, están recortando tipos también en forma anticipada.

—Y además de los riesgos exógenos, América Latina tiene sus propios problemas…

—Si, además de lo ya hablado, la región sigue teniendo enormes desafíos en términos de desigualdad, de pobreza, en términos de inserción de buena parte de las clases más vulnerables, pero también en términos de bancarización, de acceso al sistema financiero, de infraestructura. Pero también tiene oportunidades.
El mundo está demandando lo que la región tiene; energía y alimentos, particularmente. Y tiene que aprovechar al máximo estas oportunidades para ganar mercado, instalándose como un proveedor confiable. Es una gran oportunidad.

—Dada la dinámica de tasas de interés a la que hacía referencia antes, ¿qué va a pasar con el crédito?

—Ante la suba de tipos dispuesta en la última etapa por los bancos centrales, no podemos esperar que el crédito vuele. El crédito en cualquier país está haciendo en general lo que los bancos centrales esperaban que hicieran, que es desacelerarse. El punto acá es que esa desaceleración se hiciera de una manera compasada, a un ritmo predecible y que el ciclo económico vaya haciendo su trabajo para tranquilizar los precios. La buena noticia es que los bancos centrales están llegando al pico en los países del norte y en Latinoamérica ya están reduciendo las tasas, por lo tanto lo que lo que podemos esperar es que el crédito hacia adelante empieza a rebotar en la región, creciendo en volumen, acompañando las tasas hacia abajo. Creo eso lo vamos a ver a partir del segundo o tercer trimestre de 2024. Cuando ya el valle de este ciclo de desaceleración haya quedado más atrás.

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Economista Juan Cerruti

—¿Cómo observa el panorama específicamente en Uruguay?

—El 2023 ha sido un año que en términos de nivel de actividad, probablemente a principios de año esperábamos que fuera un poco mejor, pero el efecto de la sequía, algunas cuestiones puntuales vinculadas a la finalización de obras de la planta de celulosa, cierta volatilidad en los países de alrededor, obviamente el caso de Argentina, creo que todo eso ha hecho que en los primeros dos trimestres del año, ha estado por debajo. Es claro que la situación internacional ha sido muy compleja a nivel geopolítico, con los bancos centrales teniendo que subir los tipos varias veces más de lo esperado para controlar una inflación que ha sido más resiliente, pero yo creo que mirando hacia adelante, probablemente buena parte de lo más complejo para Uruguay ya quedó atrás.
La sequía ha tenido un impacto muy fuerte, pero es difícil pensar que eso se pueda repetir hacia adelante en el cortísimo plazo; por otro lado, empezamos a ver que los bancos centrales ya empiezan lentamente a recortar tipos y que eso puede hacer un poco más laxo el escenario a nivel global, por tanto, si empezamos a ver ya el último trimestre de 2023 y el año 2024, las perspectivas para Uruguay son moderadamente positivas. Nuestras metas están próximas al consenso, esperamos un crecimiento por debajo del 1% en el PIB para este año y en torno al 3% en 2024.
Por otra parte, hay un riesgo, sin dudas, en el frente fiscal…

—¿De qué magnitud?

—Quizás la propia recuperación post sequía pueda aliviar la situación fiscal sin necesidad de un ajuste. Los ingresos de un mejor nivel de actividad van a ayudar, pero es importante que Uruguay trabaje en alejarse del 4% de rojo fiscal que hoy presenta. Para eso también es clave que el Banco Central, en un contexto de volatilidad y donde todavía los factores exógenos complican, siga haciendo las cosas bien como hasta ahora y logre consolidar la inflación dentro de la meta. No debemos olvidar que todavía pueden aparecer algunos shocks externos que afecten la situación fiscal, tanto por el lado de los ingresos como por el lado del gasto. Además, tengo presente que es un año electoral, lo que siempre es desafiante en cuanto a lo fiscal.

—¿Un año electoral lleva a revisar escenarios en Santander?

—Como servicio de estudios de Banco Santander, siempre estamos monitoreando todas las economías desde un punto de vista económico y también desde lo político. Pero lo monitoreamos como un dato más de la realidad. La apuesta de Santander en la región trasciende los ciclos políticos. No podemos desarrollar un negocio que implica invertir muchos miles de millones de dólares a través de los años con una mirada de corto plazo.

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