Los mitos que rodean las relaciones entre la Unión Europea y América Latina

En Europa hay pulsiones proteccionistas, sí; pero los estándares ambientales exigidos al Mercosur no son una ocurrencia peregrina de los gobiernos europeos, y su aplicación tampoco es patrimonio exclusivo de la UE, advierte Carlos Malamud.

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Carlos Malamud
Carlos Malamud, investigador principal para America Latina del Real Instituto Elcano
Darwin Borrelli/Archivo El Pais

“América Latina no es un desastre”, afirma Carlos Malamud, investigador principal del Real instituto Elcano, el más destacado think tank español en materia de estudios internacionales y estratégicos. La afirmación responde a los fundamentos expuestos por esa institución en un reciente trabajo, donde argumentaron contra una serie de creencias que ubican a Latinoamérica —para el Viejo Continente— como una región débil desde el punto de vista político y fracasada en lo económico, donde China ha ganado el lugar que abandonaron Europa y Estados Unidos. Para Malamud, hubo “expectativas exageradas” respecto ala reciente cumbre UE-CELAC, aunque considera que se dieron resultados “modestos, pero positivos”. Entiende que es un buen momento para profundizar las relaciones entre ambos bloques, aunque propone “otras dimensiones” donde relacionarse con la UE “los países latinoamericanos que tengan interés”. Confía en que el acuerdo Mercosur-UE avance, pero de no ocurrir, pronosticó que se pueden dar pasos bilaterales, como ocurrió tiempo atrás con los países andinos. A continuación, un resumen de la entrevista.

—¿De qué forma usted valora la reciente cumbre de la Unión Europea con CELAC?

—Previamente había dicho que no había que generarse demasiadas expectativas sobre el resultado final de esta cumbre y que lo más positivo habría sido que de allí salieran los mecanismos necesarios que posibilitarían la profundización de la relación bilateral, y eso fue lo que finamente ocurrió.

Finalmente se saldó con una buena discusión, con una declaración final, limitada en sus alcances, pero donde algunos temas pudieron incluirse, como por ejemplo la declaración que contiene la mención a Ucrania, aunque no pudo mencionarse a Rusia por oposición Nicaragua, Venezuela y Cuba. Finalmente, Nicaragua no acompañó la declaración.

—¿Se habían generado algunas expectativas desmedidas?

—En buena medida sí, eso ocurrió. Había demasiadas expectativas. Por ejemplo, que se pudiera cerrar para esta cumbre, el acuerdo Unión Europea-Mercosur, o inclusive la renovación del acuerdo con México. En el caso de México, va por buen camino. Pero queda pendiente el tema de Mercosur. De todos modos, hubo algunas señales, en las palabras de la Presidenta de la Comisión, Ursula von de Leyden y del presidente Lula, que hacen pensar que las negociaciones sigan adelante, ante el mandato de la Presidencia Semestral del Consejo de la Unión Europea por parte de España, más allá de las grandes dificultades que existen, pero hay margen para avanzar.

Tanto desde algunas instancias en la comunidad europea como desde algunos gobiernos de América Latina se lanzaron las campanas al vuelo de que había sido una cumbre sumamente exitosa, pero en líneas generales, los éxitos son más bien moderados; positivos, pero moderados.

—¿Cómo procesa internamente Europa el debate en busca de un acuerdo?, hay muchas resistencias…

—Hay que considerar la complejidad de la estructura de la Unión Europea, un club de 27 Estados miembros, donde en la mayor parte de los temas hace falta un consenso absoluto para poder avanzar. En segundo lugar, que en algunas materias como comercio e inversión, las competencias de los Estados están cedidas a la Comisión Europea, lo cual da un cierto margen de maniobra y hace que, por ejemplo, sea el Parlamento Europeo el que tiene que aprobar un compromiso. Para avanzar con el Mercosur se necesita un acuerdo mixto, donde por un lado, hay competencias que tiene transferidas la comisión y otros asuntos que son de competencia soberana de parlamentos nacionales y en algunos casos, regionales. Esto dificulta la aprobación de un potencial acuerdo, aunque con un mecanismo ensayado en algún otro momento, donde los temas comerciales y de inversiones pueden avanzar en el Parlamento Europeo, hasta tanto los Parlamentos Nacionales ratifiquen las otras partes del acuerdo, habría una alternativa para ir avanzando.

Paralelamente, es notorio que hay impulsos proteccionistas en algunos países de la Unión, el caso más evidente es Francia, aunque también están en esa línea otras naciones como Austria o Irlanda. Y eso también juega.

—Estas posturas aparecen detrás de los reclamos ambientales que se hacen hacia el Mercosur…

—Es que hay que tener presente, respecto a las condiciones ambientales que se intentan incluir en los tratados, que no se trata de una ocurrencia peregrina de los gobiernos sino que, básicamente, es un mandato que surge de la sociedad. La sociedad europea está bastante comprometida respecto al cambio climático y exige a los gobiernos que tomen medidas en este sentido. Además, la inclusión de cláusulas que contienen medidas ambientales en los tratados no es un patrimonio exclusivo de los gobiernos europeos, lo hemos visto en la llamada Ley de Reducción de la Inflación de Estados Unidos, donde también se incluyen cláusulas similares, que resultan sumamente complicadas para la industria y las compañías europeas.

Pero al mismo tiempo, hay que poner sobre la mesa la existencia también de pulsiones proteccionistas en el Mercosur, especialmente Brasil y Argentina con las compras públicas. En el caso de Brasil, las diluyen detrás del rechazo a las exigencias ambientales, pero en realidad detrás de ello habita un deseo de proteger a las empresas locales frente a la competencia con la Unión Europea.

Carlos Malamud
Carlos Malamud.
Darwin Borrelli/Archivo El Pais

—¿Desde Europa se sigue viendo a Latinoamérica como un conjunto de países política y económicamente débiles, con democracias que no son del todo firmes y donde no resulta una buena opción que sus empresas inviertan?

—Básicamente, son mitos que están presentes en el imaginario europeo. Editamos un reciente trabajo en el Real Instituto Elcano junto a Ernesto Talvi y José Juan Ruiz acerca de esos mitos. Los investigadores del instituto establecieron contactos y entrevistas con protagonistas del mundo de los think tanks, de la academia, del sector corporativo y de los gobiernos nacionales, y de allí se puede concluir que la narrativa más extendida en Europa ubica a América Latina como una región que ha desaprovechado reiteradamente las oportunidades de desarrollarse, que es débil institucionalmente, donde la Unión Europea y Estados Unidos están abandonando sus espacios, los que ocupa China convirtiéndose en el actor hegemónico. Y todo esto, influye negativamente en las empresas. Lamentablemente esos mitos no solo están instalados en Europa, sino también en América Latina y en otras partes del mundo, y no es solo Europa que tiene que combatirlo; para empezar, los propios latinoamericanos.

 —¿En que fundamentan la postura contraria a esas creencias?

—Básicamente, en que políticamente, América Latina no es un desastre. Hoy, en desarrollo democrático, y respeto por los derechos humanos, América Latina ocupa el primer puesto entre las regiones emergentes. Por otra parte, los progresos en la gestión macroeconómica de los últimos 20 años han sido muy importantes y un grupo considerable de países de América Latina ha logrado muy buenos resultados macroeconómicos. Relativizamos también esa percepción de que EE.UU. y Europa están en retirada de América Latina. Hay abundantes argumentos para ello. Por otro lado, es verdad que estas visiones negativas a veces lastran un poco las decisiones de las empresas, pero no debe tomarse como una realidad. Las empresas europeas que están allí y en particular las españolas, no se retiraron y reinvierten buena parte de sus ganancias en la región.

—¿Por qué Europa considera que es un buen momento para acercarse a América Latina?, ¿son las materias primas, el momento político global, el posicionamiento de China en la región?

—El creciente interés de Europa por América Latina no tiene que ver, exclusivamente con la presencia china, tampoco solo con abastecerse de productos estratégicos como el litio o el cobre, ni solamente responde a cuestiones geopolíticas. En realidad, es la suma de todas estas cuestiones; reducirlas a un solo factor, me parece que es no entender realmente el interés de Europa.

—Pero, estrictamente, ¿por qué Europa siente que es la oportunidad de vincularse todavía más a América Latina?

—La guerra de Ucrania digamos, ha sido un sacudón fuerte. Europa está muy unida, sí, pero necesita reconfigurar sus viejas alianzas y reformular otras. Lo que se dio en llamar “el sur global” está más aislado que nunca y, en ese contexto, América Latina emerge como una región de las más apropiadas para afirmar los lazos que nos unen, teniendo presente precisamente consideraciones políticas y geopolíticas. América Latina es, de todo el mundo emergente, la región que apuesta por alcanzar los estándares de desarrollo económico de los países más avanzados desde posiciones democráticas y eso hay que tenerlo presente. No es solo por China, ni por una cuestión geopolítica en particular, no por las materias primas, es una combinación de todos los factores…

—Precisamente, a partir de las referencias al litio, cobre y otras materias primas, se ha revalidado el concepto de “interés extractvista” de Europa en la región…

—Remarcar una intención extractivista de Europa, cuando la potencia que compra mayor volumen de minerales y que tiene una presencia en el sector importante, que es China, ni siquiera se menciona. ¿Por qué, ante cada anuncio de China de invertir en materias primas, no hay tanto ruido? Creo que esas críticas son un poco interesadas y no se ajustan a la realidad. Puede haber quienes tengan intención de que no se avance la relación con Europa, eso es algo que hay que tener presente.

Carlos Malamud
Carlos Malamud
Darwin Borrelli/Archivo El Pais

—¿Cómo observa la estrategia Global Gateway que apunta al sector digital, a la energía, al transporte entre otros, con anuncios muy voluminosos en materia de inversiones?

—Es relevante, sin dudas, pero también digamos que el Global Gateway por sí solo no es suficiente; además, hay que tener en cuenta que no es una estrategia pensada solo para América Latina, sino para el conjunto del mundo emergente y que hay una cantidad importante de esos miles de millones de euros que se van a destinar a África o a Asia. En el caso de América Latina, los acuerdos bilaterales que se firmaron estos días, incluido Uruguay, están orientados precisamente al sector energético y a las energías renovables. Son una buena oportunidad de activar la cooperación y el trabajo conjunto.

—En el reciente trabajo del Instituto Real Elcano que usted mencionó, plantean la posibilidad de instaurar un consejo de comercio y tecnología entre ambos bloques. ¿Cuál es el objetivo de esa iniciativa?

—El objetivo es trascender el marco de la CELAC, teniendo presente las grandes limitaciones de una organización de este tipo. La fragmentación existente en América Latina hace imposible alcanzar mínimos consensos tanto en la agenda regional como en la agenda internacional. Entonces, evidentemente podrían participar en este espacio aquellos países interesados en avanzar en la discusión de una serie de temas vinculados con transferencias tecnológicas o con otros problemas globales importantes, como por ejemplo, los temas de salud, tecnológicos, medioambientales, energéticos, o seguridad y lucha contra el narcotráfico, entre otros. No difiere demasiado, en su formato, de lo establecido por Estados Unidos con India, donde existen consejos de esta naturaleza.

Respetamos el foro instituido hoy como una forma de entablar el diálogo con el conjunto de los 33 países de la región, que es la CELAC. Pero al mismo tiempo, tenemos presente que hay que combinar la relación bi regional con la aproximación bilateral; aquellos países más interesados en entablar una relación más a fondo con Europa. Esa es otra dimensión que consideramos importante; por ejemplo, los países de América Latina que integran el G20 u otros países con gravitación política en la región. Entre ellos, Uruguay por ejemplo.

—O sea, además del Consejo de Comercio y Tecnología, entablar una dinámica bilateral que ermita intensificar la relación política y diplomática…

—Esa es la idea, sí. Un buen camino para maximizar los resultados de los esfuerzos diplomáticos.

Por otro lado, entiendo que de no cerrarse el acuerdo de Unión Europea-Mercosur, para el bloque sudamericano sería un golpe terrible y no debemos descartar que, tiempo después, ocurra algo parecido a lo que pasó con la comunidad andina cuando, tras la salida de Venezuela y la negativa de Bolivia y Ecuador de avanzar en el tratado de asociación que se estaba negociando con la Unión Europea, terminaron firmándose tratados multipartes, a nivel de comercio con Perú y Colombia, un esquema al que posteriormente también se incorporó Ecuador. Hay que tener en cuenta esa posibilidad, si a mediano plazo no hay acuerdo con el Mercosur. Quizás comenzarse con acuerdos específicos con algunos de los países del bloque, comenzando con Uruguay, que parece ser el que se muestra más interesado en avanzar.

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