Auto identificarse como potenciales captadores de inversiones”, es la rápida respuesta de Alfonso Fernández de Castro, representante residente del Programa de Naciones Unidas para el Desarrollo (PNUD) en Uruguay, cuando se le pregunta qué le falta a los productores de bienes o servicios del país para acceder a financiamiento sostenible. El PNUD trabaja en el país en diversos proyectos vinculados a este rubro. Uno de ellos es el Investor Map, que definió 9 sectores de la economía local que reúnen las condiciones para incursionar en la captación de fondos vinculados con la sostenibilidad. “Es una guía –dice el funcionario español al frente de la oficina de PNUD en Montevideo— a la que puede acceder un potencial inversor, pero que a su vez forma parte de un proceso donde también se acerca a estos sectores toda la información al sector privado”. PNUD tuvo una activa participación en el cambio de matriz energética en Uruguay y también en la reciente emisión de un bono soberano atado a resultados de cambio climático. “Son dos hitos que ponen a Uruguay en la vidriera”. Aseguró. En el caso del bono sostenible, la agencia tiene el rol de verificador de que se cumpla con las metas. A continuación, un resumen de la entrevista.
—¿Podemos hablar de un año de expansión en las finanzas sostenibles?
—Claramente lo es, pero que acumula de un ciclo que ya trae varios años de crecimiento en torno a las finanzas verdes y finanzas sostenibles, en general.
La Agenda de Desarrollo Sostenible, que se enmarca en los Objetivos de Desarrollo Sostenible (ODS), que fue aprobada por todos los países miembros de las Naciones Unidas, data de 2015. Hay una apuesta muy fuerte.
Viene a través de una consulta muy grande a todos los niveles sociedad civil, sociedad empresarial, los países, acerca de cuál es el mundo que queremos, donde haya un desarrollo más amigable con el medio ambiente, donde haya más equidad social y un crecimiento económico balanceado.
El rápido crecimiento de las finanzas sostenibles a nivel global se basa en esos compromisos. Para cumplir con los objetivos descriptos, hay que inyectarle capital. Y esos recursos provienen de un set de instrumentos financieros que asocian diferentes compromisos asumidos por los países o empresas.
—¿Cuál es el rol de las agencias, en esta etapa?
—Por un lado la promoción de una agenda del desarrollo, pero además, desde el rol de buscar nuevos enfoques y soluciones para abordar problemas complejos y de larga data, vinculados con pobreza, inequidad, conservación del medio ambiente, acceso a vivienda. Y en esa búsqueda de soluciones están las finanzas sostenibles. Apuntamos a un mejor entendimiento en el ecosistema de las finanzas sostenibles, o ESG (Enviromental, Social, Governance). A difundirlo, explicarlo y conectar a los actores. Por otro lado, trabajar en la arquitectura de las finanzas sostenibles, por ejemplo los principios de inversión, las taxonomías, los marcos de impacto. También participamos en los instrumentos de inversión propiamente dichos, que son variados.
—En la emisión hecha recientemente por Uruguay atada a sus compromisos de sostenibilidad, el PNUD fue parte del proceso…
—Tuvimos un rol interesante junto con el BID, bajo el liderazgo del MEF y otros actores nacionales, acompañando en la construcción del marco de impacto y también, será el PNUD el que se encargará de hacer la verificación del cumplimiento de los compromisos asumidos por Uruguay en esta emisión.
—Hay otro rol significativo que pueden tener agencias como PNUD, y es el de acercar oferta y demanda en este tipo de emisiones…
—Ese es un nivel en el que trabajamos fuerte también. De un lado hay tenedores de capital, bancos, fondos de pensión y a veces esos potenciales inversionistas no encuentran los activos que sean compatibles o que entren dentro de los criterios de ESG. Por ejemplo, hemos hecho un Investor Map, un mapa de inversión en sectores susceptibles de avanzar la agenda de los ODS.
—¿Cómo se llegó a la conformación de ese Investor Map?
—A través de 70 entrevistas cualitativas con distintos actores públicos, el sector privado, posibles inversionistas, con cooperativas. Por un lado, llegamos a la conclusión de que hay una serie de sectores que son susceptibles de la identificación y el empaquetamiento de activos que pueden ser receptores de capital a escala en materia de finanzas sostenibles.
—¿Cuáles son los sectores identificados?
—Uno de ellos es el de la carne, con un enfoque regenerativo y con las pasturas naturales. También el sector lechero, atendiendo especialmente la cuenca lechera, donde se pueden estar trabajando temas como el manejo de efluentes, pero hay también importantes temas sociales. Sectores donde tradicionalmente hay productores familiares. Lo mismo con el sector vitivinícola.
También el sector forestal. Lo mismo con otro tipo de desarrollos productivos: la telemedicina, el cannabis natural, el ecoturismo. En ese caso, hay un componente muy fuerte de impacto en el medio ambiente, pero además en lo social, zonas de amortiguación en todos los parques, donde se trabaje en el arraigo de esas poblaciones, con medios de vida dignos y sostenibles en el medio y largo plazo. En el informe se identifican sectores del transporte, especialmente vinculados a la electromovilidad, y también sectores industriales como la economía circular. Son sectores muy bien posicionados para atraer esa demanda de fondos que tienen una mirada de sostenibilidad.
—¿Es necesario ayudar a los productores a identificarse como susceptibles a acceder a ese tipo de financiación?
—Claramente. Y no solo no se auto identifica. Es necesario que conozcan de qué se trata todo este proceso. Ahí está el papel de PNUD, para ayudar a que el ecosistema se fortalezca. Entender cuáles son las finanzas sostenibles, que conceptos hay detrás, las taxonomías y los marcos que nos ayudan a definir si aplican o no. Uruguay tiene historias muy interesantes que sirven de motor en esos temas…
—¿Por ejemplo?
—Si bien cuando lo miramos desde lo global, Uruguay está en una etapa incipiente, tiene mucha potencialidad para convertirse en un hub de las finanzas sostenibles. Es muy importante pel éxito que ha tenido la colocación del bono soberano indexado a indicadores de cambio climático, donde se aporta muchísimo, no solo desde el instrumento financiero, sino también desde el cambio de paradigma.
Pero además de esta historia de éxito reciente, hay otra fuerte historia muy exitosa que muestra la potencialidad de alinear visiones, capacidades y estructuras, entre el sector público y el privado. Me refiero a la transformación energética, donde en menos de diez años hubo un extraordinario cambio en la matriz, proceso que destacó a Uruguay en el mundo. Y se pudo llevar a cabo porque hubo un alineamiento de un sector público que entiende la dinámica, que identifica cuellos de botella, que genera una regulación e incentivos adecuados, con un sector privado que toma esa posta y en un plazo muy reducido, coloca decenas de miles de millones para hacer esa transformación en menos de una década. Ahí, actores como el como el PNUD han ayudado a hacer esos entendimientos del marco regulatorio, el acceso, la definición de incentivos.
Y hay una retroalimentación entre los dos hitos. Porque aquel cambio de matriz es una de las bases que le permite al país asumir el endeudamiento con compromisos de cumplimiento, y que seguramente, le permitirán a su vez financiar una segunda generación de reformas a nivel energético, con un foco muy fuerte de descarbonización del sector de la movilidad y el sector industrial.
—Son sectores que, en muchos casos, están ajenos a cualquier vía de financiamiento que no sea la bancaria. ¿Cómo incentivarlos a pensar en otro tipo de estructuras?
—Por eso hablamos de fortalecimiento del ecosistema. Hay que trabajar con todos los actores, mostrarles que es posible, compartir, generar conciencia. Los marcos que nos permitan identificar qué acciones podría hacer cada uno para ser consideradas sostenibles y que les permita acceder a financiamiento mediante esos compromisos. Luego vendrá el trabajo más complejo, la estructuración, identificar cuál es el instrumento más adecuado.
Es un cambio total de paradigma mental. En algunos países han comenzado a escalarse proyectos de bonos sociales, vinculados con empleo juvenil. Donde el pago es por resultados: jóvenes que tengan su primer empleo y que lo retengan, por determinado período de tiempo. Son proyectos que buscan formar en capacidades, que cumplen con el pilar social y que pueden obtener fondos atados a esos resultados, fácilmente verificables.
—¿Pueden surgir proyectos a la escala de Uruguay que interesen internacionalmente?
—Yo creo que sí. Las historias de éxito que repasábamos antes demuestran que es posible. Pero hay un tercer elemento. Esa misma escala convierte a Uruguay en un gran laboratorio de aprendizaje, que puede volcarlo hacia afuera con una serie de elementos muy distintivos como su institucionalidad, su estabilidad democrática y la separación de poderes. Un país donde se pueden desarrollar proyectos exitosos, pero que además es una interesante plataforma para captar fondos y llevar esos aprendizajes a otros mercados concretos, con finanzas sostenibles en diferentes sectores. Tiene una potencialidad tremenda.
—El bono emitido recientemente por Uruguay incorpora conceptos de “premio” y “castigo” que son claramente novedosos…
—Es un concepto enormemente innovador, y a nosotros nos queda la tarea de verificar los datos de esos indicadores, a través de un reporte anual, durante diez años. Uruguay se ha puesto totalmente a la vanguardia respecto de los bonos soberanos que había en la región, con un enfoque e innovación que lo hace especialmente destacado, por encima de Chile que fue el primero en emitir con este perfil. En el caso uruguayo, los objetivos son interesantes, la reducción de emisiones dividido por el PIB y el mantenimiento del bosque nativo. Y en la búsqueda de esos objetivos, si no se llega a cumplir con los indicadores establecidos, habrá una penalización. Pero Uruguay no solo incluyó esta penalización, sino que redobló la apuesta y se planteó la hipótesis de superar esas metas, generar un bien público, más allá de su compromiso de reducción de emisiones. En ese caso, ¿quién va a pagar por ese bien público? Sin dudas, el mercado deberá tener en cuenta la inclusión de ese “premio” al cumplimiento.
Es realmente importante cómo Uruguay logró alinear sus objetivos ambientales y financieros. Es un camino que resulta totalmente modélico, y desde PNUD nos encargamos de amplificar esa experiencia.
—¿Cuál es la utilidad concreta del Investor Map? ¿Será una guía para sugerir inversores?
—Lo definiría como una hoja de ruta, un documento de discusión, de intercambio con todos los actores del sector público y privado para poder avanzar. No es la última palabra, porque además la realidad es muy compleja y la situación muy cambiante. Pero servirá de guía para quienes buscan oportunidades, además de generar conciencia en los sectores de que tienen una oportunidad por delante.
El Investor Map, va a estar disponible a través de la página web del PNUD, una organización internacional con oficinas en más de 160 países. Estamos haciendo ese tipo de trabajos en diferentes países y estarán todos a disposición de quienes se interesen en el mismo sitio. Los potenciales inversores saben de ello y le prestan atención.