Lula III: desafíos de la segunda mitad del mandato

El 2025 será un año de desaceleración de la actividad y de aumento de la inflación: un escenario de estanflación.

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Luiz Inacio Lula da Silva
Luiz Inacio Lula da Silva, presidente de Brasil
EVARISTO SA

El tercer mandato de Lula está marcado por la decisión del presidente de revertir el ciclo normal de la política fiscal. Comenzó su mandato con el pie en el acelerador del gasto público. Se puede decir que Lula III decidió despreciar a Maquiavelo.

A finales de 2023, escribí en mi columna en Folha de São Paulo: “El crecimiento debería ser del 1,5%, la inflación del 4% y el tipo de cambio debería moverse lateralmente. Una gran pregunta se refiere al punto final de la tasa Selic. Creo que en diciembre de 2024 tendremos tipos de interés en torno al 9,5%. Me parece que el presidente Lula optó por repetir en su tercer mandato la combinación de política económica que estaba en vigor en su segundo mandato: política fiscal más laxa y política monetaria más estricta. De esta forma, deberíamos tener una inflación del 4% y una tasa Selic del 9,5% en 2025 y 2026. Serán necesarios tipos de interés reales de alrededor del 5,5% anual para evitar que la inflación se salga de control. “El gran interrogante del escenario se debe a la insostenibilidad de la política fiscal, que seguirá pesando sobre nosotros en 2024”. Ése era mi escenario para 2024.

La tabla adjunta muestra la evolución de la economía desde 2018. La penúltima columna es el escenario del FGV IBRE para el año cerrado de 2024 – conoceremos los datos del cuarto trimestre de 2024 a principios de marzo– y la última columna es el escenario para el año 2025.

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Si comparamos el crecimiento esperado hoy para 2024, 3,5%, con lo que vi a finales de 2023, 1,5%, hubo una sorpresa de crecimiento de 2 puntos porcentuales. El mayor crecimiento generó una inflación que cerrará 2024 en torno al 5%, 1 punto porcentual más que lo que proyecté al cierre de 2023. Los errores del escenario son consistentes: mayor crecimiento y mayor inflación. Además, el crecimiento de la demanda interna, 4,9%, será mucho mayor que el crecimiento de la economía.

A finales de 2023 quedó claro que el año 2024 se caracterizaría por un tira y afloja entre la política fiscal expansiva y la política monetaria contractiva. Pensé que este superaría a aquel. Ocurrió lo contrario. La demanda generada por la política fiscal superó ampliamente la contracción monetaria. Ese fue el error en el escenario. Hasta cierto punto, esto es una mala noticia: si el gobierno no se compromete a reducir significativamente la tasa de crecimiento del gasto primario, tendremos que cobrar tasas de interés mucho más altas para que la inflación vuelva al objetivo.

Ésta fue la gran sorpresa negativa del año: la baja efectividad de la política monetaria y la alta efectividad de la política fiscal. La tasa Selic tendrá que probar el exorbitante nivel del 15% y, en consecuencia, el escenario para la evolución de la deuda pública es mucho peor de lo que imaginaba en 2023. Por eso los mercados reaccionaron tan mal.

Volviendo a los números de la tabla, tenemos una economía que está probando los límites de la capacidad productiva. Se registró un fuerte aumento de la demanda interna, 4,9%, muy por encima del crecimiento de la economía. Parte de la presión de la demanda se filtró al exterior (las importaciones crecieron 13%) y parte se transformó en presión sobre bienes que no son comercializables internacionalmente. Se espera que la inflación de los servicios cierre el año en 4,8% y los servicios subyacentes –que siguen más de cerca el ciclo económico– ¡cerrarán el año en 6%! En 2023 se situó en el 4,8%.

En otras palabras, es un hecho que Lula III, debido a sus decisiones, está cosechando en la mitad de su mandato una economía a plena capacidad, con exportaciones netas en caída, salarios creciendo por encima de la productividad laboral y una inflación en los servicios que amenaza con despegar. Es probable que tengamos servicios funcionando a un ritmo de entre el 7% y el 8% en 2025.

A pesar de las diferencias, hay muchas similitudes entre Lula III y Dilma I. Se han creado desequilibrios y la pregunta es si será posible llegar a 2026 o no.

Para 2025, FGV IBRE proyecta que habrá una desaceleración del crecimiento del 3,5% al 1,8%. La desaceleración es más intensa de lo que sugieren las cifras. Es útil, para entender esta característica de la actividad económica en la transición de 2024 a 2025, considerar la división de la economía en el componente cíclico y el componente exógeno. Las últimas cuatro líneas de la tabla muestran el crecimiento de la economía desglosado en estos dos segmentos. La parte exógena está dada por la suma de la agricultura, la industria extractiva de minerales, los servicios de la administración pública y la renta.

Representa el 30% de la economía. El 70% restante es la porción cíclica. La parte cíclica es la que responde a las políticas económicas, fiscales y monetarias, y tiene un impacto más intenso en el mercado laboral.

En las dos últimas líneas de la tabla se presenta la contribución al crecimiento económico, en puntos porcentuales, de los componentes cíclico y exógeno; y, en las dos líneas anteriores, la tasa de crecimiento de cada componente. En 2024, la participación cíclica creció un 4,5% y la exógena un 1,3%. El escenario IBRE sugiere que el componente cíclico crecerá 1,6% en 2025, una desaceleración de 2,9 puntos porcentuales. La fuerte desaceleración del componente cíclico debería revertir la dinámica del mercado laboral.

Se espera que la tasa de desempleo aumente en el segundo semestre de 2025. Como hay un rezago entre la actividad y la inflación, es posible que la inflación cierre 2025 por encima del 6%. La caída de la inflación sería en 2026.

Hay dos dudas para el próximo año: la primera, cómo se comportará Lula cuando quede clara la falta de sincronía entre el ciclo monetario y el ciclo electoral. La segunda pregunta es hasta qué punto será independiente el Banco Central dirigido por Gabriel Galípolo.

Aquí la columna tiene dificultad para avanzar. Hay demasiada niebla para ver el 2026. Tendremos que esperar antes de que pase el 2025. Para este año tenemos más visibilidad. Será un año de desaceleración de la actividad y de aumento de la inflación. Un escenario de estanflación.

-Samuel Pessoa es Investigador asociado en FGV IBRE. El artículo fue publicado en Cojuntura Económica.

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